Ortopedia fashion contra los males de este mundo

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NUEVA YORK.— Las zapatillas Hoka, favoritas de los cirujanos ortopédicos, acaban de lanzar una colaboración con Marni. Sí, Marni: la casa de moda italiana de siluetas poco convencionales que es sinónimo de una elegancia excéntrica que desafía las reglas del lujo tradicional. Las nuevas Hoka x Marni son, como era de esperarse, estridentes, arty, carísimas… y absolutamente irresistibles para quienes viven entre galerías, ferias de diseño y no se pierden el brunch con hummus de remolacha.

Pero si todo el mundo habló de ellas esta semana, no fue por cómo lograron que una combinación improbable derivara en tendencia, sino por su relación… con Joe Biden

Si alguna vez hubo dudas de que las Hoka se habían vuelto oficialmente fashion, esta alianza las despeja. Pero si todo el mundo habló de ellas esta semana, no fue por cómo lograron que una combinación improbable derivara en tendencia, sino por su relación… con Joe Biden.

El libro

Ocurre que la ciudad se paralizó con la publicación de Original Sin: President Biden’s Decline, Its Cover-Up, and His Disastrous Choice to Run Again (Pecado original: el declive del presidente Biden, su encubrimiento y su desastrosa decisión de postularse nuevamente), el nuevo libro de Jake Tapper —presentador estrella de CNN— y Alex Thompson —corresponsal político de Axios y antes de Politico. En él se detallan las estrategias del círculo íntimo del mandatario para minimizar públicamente sus serios problemas de salud. Para muchos observadores, el libro tuvo algo de mea culpa, ya que los autores mismos habían sido del entorno mediático que protegía al presidente. Tal vez por eso el sacudón fue aún mayor.

Las Hoka x Marni, o la gran fusión

Entre las medidas detalladas figura el uso de las zapatillas Hoka, elegidas por su estabilidad y por reducir el riesgo de caídas. En otras palabras, las mismas que ahora marcan tendencia en Milán habrían sido, en Washington, parte de una estrategia de control de daños.

En este espacio, el año pasado ya se había escrito que, después de una serie de tropezones en actos oficiales, Biden apareció con traje, corbata y unas Hoka negras. Aunque eran discretas dentro de lo que permite su diseño aparatoso —que las hizo popularísimas entre los influencers del feísmo—, sus asesores entraron en pánico. Dijeron que reavivaban el tema de su edad, y en sus siguientes apariciones Biden volvió a usar zapatos acordonados, aunque con generosas suelas de goma escondidas bajo la dignidad del cuero lustrado.

Tres meses atrás, la propia hija adolescente, harta de escuchar los lamentos por un dolor de espalda, trajo un par de Hokas como regalo adelantado del Día de la Madre

Pero esta cronista no puede evitar pensar que, en esto al menos, el entonces presidente definitivamente tenía razón. Tres meses atrás, la propia hija adolescente, harta de escuchar los lamentos por un dolor de espalda, trajo un par de Hokas como regalo adelantado del Día de la Madre. A riesgo de que esta columna suene a infomercial, eran ciertas las bondades adjudicadas a dicho calzado por el Real Colegio de Podólogos del Reino Unido y la Asociación Médica Estadounidense de Podología. Aunque impresiona un poco haber entrado en una edad en la que una empieza a mirar ese tipo de certificaciones en lugar de si los tacos son aguja o meramente altísimos, desde entonces, no se usó otra cosa. Decisión fácil, claro, cuando se pasa el tiempo escribiendo en el café de la esquina.

La autora junto a Cristina Rivera Garza, ambas en zapatillas y sin dolores

La prueba de fuego para esta cronista llegó hace pocas semanas, cuando fue invitada a un festival literario en Montreal. Daba cierta vergüenza participar en paneles, presentaciones, cócteles y fiestas siempre con el mismo calzado, que tiene la gracia de un pequeño refrigerador blanco —y que ni siquiera era, por supuesto, la versión irónica Marni. Hasta que descubrió que no estaba sola: Cristina Rivera Garza, la escritora mexicana que ganó el Pulitzer y que era la superestrella homenajeada con el Premio Metropolis Azul al conjunto de su obra, las tenía en la vieja versión en negro, y tampoco se las sacaba. “Arrancó por un problema de tendón, pero después resultó demasiado difícil pasarse a cualquier otra cosa”, coincidió con una sonrisa.

Quizás ahí esté la verdadera lección de estos días. Se pueden discutir las credenciales de estilo, políticas y literarias de tantas, tantas cosas; pero en un mundo que se tambalea, lo único que no se puede negociar es una buena base.

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