El fútbol argentino se muestra cada vez más loco. En la primera fecha del Clausura hubo un escándalo en la cancha de Racing que terminó con la expulsión de Gustavo Costas. En Liniers vio la roja Guillermo Barros Schelotto, aunque por un reclamo mucho menor. Es la jornada inicial de un torneo que no sabe si tendrá descensos (por más que estén confirmados hoy que sí), los climas ya comenzaron enardecidos, como si en lugar de comenzar faltaran dos jornadas para resolver una dramática pérdida de categoría. Ni siquiera la tensión esperó a la llegada de los duelos de playoffs, donde en 90 minutos (y ahora con alargue) o en penales se resuelve si un equipo sigue en carrera o se toma vacaciones anticipadas. Pero ni los equipos campeones están exentos de ser testigos de problemas. Esto se vivió con Platense, el último en dar la vuelta olímpica y generar el reconocimiento de propios y extraños. No hubo un solo hincha de fútbol que no haya dicho que se trataba de un gran campeón, por los méritos propios y los rivales que había dejado en el camino, pero (sorpresivamente) Favio Orsi y Sergio Gómez dieron un portazo.
Diez días después de tocar el cielo con las manos tras ganar con Platense la final ante Huracán en Santiago del Estero por 1-0, los entrenadores renunciaron. Ante el intento de los dirigentes encabezados por el presidente Sebastián Ordoñez por convencerlos, se tomaron varios días para pensarlo, pero no dieron marcha atrás con la decisión. En aquel momento, las razones esgrimidas fueron: “Motivos personales” y “Nos vaciamos”. Algo no cerraba, sobre todo porque no había sido un ciclo tan largo, no se habían marcado problemas de infraestructura, inhibiciones o deudas como sucede -por ejemplo- con San Lorenzo, se presentaban nuevos objetivos deportivos tentadores y habían generado un buen feeling con el plantel, potenciando a muchos futbolistas que no habían sido tenidos en cuenta como prioridad en otros conjuntos y armando con todos ellos una estructura colectiva que se destacó por encima de cualquier individualidad. La dupla se había ido –aparentemente- bien con todos. La puerta se había cerrado con delicadeza. Pero este viernes, a un mes y medio de aquella noticia, Orsi y Gómez mostraron otra cara, cambiaron la declaración sobre los motivos de sus intempestivas salidas.
“Nos fuimos por un desgaste que hubo en el club. Obviamente si hubo un desgaste es con los dirigentes, no es con los jugadores ni con los empleados. Si nosotros nos quedamos, a la cuarta o quinta fecha nos vamos a estar matando. Entonces, ¿quién se perjudica ahí? Se perjudica el club. Nosotros pusimos el club como prioridad y dijimos ‘me parece que no va a funcionar’“, dijo Gómez en Dsports. Favio Orsi también dio su punto de vista en la misma señal: “Nosotros decidimos tener un silencio de un mes. Esta semana empezamos a hablar porque el tiempo iba a demostrar que todas las lucubraciones que se habían hecho no eran reales. Había situaciones del día a día que intentamos proteger y enfocarnos en el torneo. Platense está por encima de todo“. El fútbol tiene lenguajes universales y aquella puerta cerrada con delicadeza el 12 de junio se volvió a abrir de una patada. No necesitaron decir nada más para dejar en claro que ese “desgaste” o las “situaciones internas” tenían que ver con la conducción del club. Si fue raro cómo se fueron, la postura de este viernes sorprendió aún más a propios y extraños.
Orsi y Gómez habían llegado a Platense en febrero de 2024, luego de una destacada labor en Atlético Tucumán. Su arribo al Calamar se produjo en un contexto de recambio profundo. En una temporada y media, dirigieron 57 partidos, con un saldo de 25 victorias, 17 empates y 15 derrotas. Más allá de los números, su paso se caracterizó por la construcción de un equipo sólido, pragmático y eficaz, capaz de competir con rivales de mayor jerarquía. Y superarlos, claro. Y así lograr el primer título de Platense en su historia con el Apertura 2025 y también el primero de ellos como entrenadores en Primera División.
El reconocimiento del mundo del fútbol fue unánime. A alguien podría no gustarle el estilo de juego del Calamar, pero eso muchas veces estaba potenciado por las reacciones de los propios Orsi y Gómez que por lo que pasaba realmente. Se recuerda el cruce en pleno partido con Sebastián Domínguez, por entonces DT de Vélez, que los acusó de “hacer tiempo”. Orsi y Gómez parecían siempre estar alertas para reaccionar ante cualquier desconfianza de colegas en lugar de disfrutar el camino que estaban transitando con los “suyos”, con Platense. Estas reacciones no se quedaban en desahogos sino que fueron más allá después de eliminar a Racing, en Avellaneda, y River, en el Monumental: “¡Esto es para los que no creían! ¡Para los que no confiaban en Platense!”, fueron las dedicatorias más escuchadas. ¿Y si en realidad no se trataba no “creer” o “confiar” en Platense o en su grupo de jugadores? ¿Y si en realidad se trataba de que Racing y River arrastraban en las mentes de los amantes del fútbol un lógico favoritismo antes de cada llave? ¿No era lo lógico? ¿No les alcanzaba, en medio del recorrido, con que todos los hinchas de Platense creyeran? Es más viejo que el fútbol que equipos humildes se fabriquen adversarios imaginarios para potenciar su amor propio y autoestima frente al favoritismo o el poder económico de rivales más grandes. Pero hasta eso se sobreactuó en cada frase y gesto de Orsi y Gómez. Pareció demasiado, como si buscaran en las tribunas ese enemigo que nunca existió. Y, por lo tanto, nunca fue encontrado más allá de las miradas que surgían desde el campo de juego.
Así como nadie desconoce los méritos que reunió Platense para consagrarse campeón, mucho menos se discute la humildad con la que crecieron y las situaciones familiares que tuvieron que atravesar Orsi y Gómez hasta la consagración. Ya el solo hecho de haber dirigido en todas las categorías del fútbol argentino vale una copa. Y si encima la mayoría de las veces les fue bien, más aún. Cada llanto, cada gesto emotivo luego de la consagración les llegó a los hinchas de Platense y a los neutrales también, a los que confiaban antes y a los que no. Fue un equipo que jugó con el corazón en la mano y eso traspasó las tribunas y la TV. Después, como todas las cosas, hay gente que podía gustarle más y otros menos el juego o estilo de Platense. Es cuestión de aceptar que alguien piense diferente sin que eso lo ubique en la tribuna contraria.
Abierta la puerta que ellos mismos habían cerrado a la espera de un nuevo equipo y endilgándole el problema de sus salidas a los dirigentes de Platense con las declaraciones de este viernes, sorprendió que antes hayan hablado del “mérito de todos”, dirigentes, cuerpo técnico y jugadores, en la gesta de Santiago del Estero. Incluso, según pudo reconstruir LA NACION, al día siguiente de la vuelta olímpica los entrenadores jugaron al pádel en Santiago del Estero con integrantes de la comisión directiva. ¿Se pondrían a hacerlo con gente que ya los separa un “desgaste” y con los que no pueden hacer nada para torcer el rumbo de una decisión? Los dirigentes afirman que estaban al día y que se cumplió con los premios que se habían negociado por ser campeones. La comisión directiva se sorprendió porque habían recibido una nota por escrito de que no iban a renunciar y que la intención era cumplir con el contrato que finalizaba en diciembre de 2025. Según pudo averiguar también LA NACION, les habían ofrecido un aumento considerable para ajustar los números del vínculo. Los plazos que les dieron los dirigentes también se contraponen con lo dicho por los entrenadores: desde Vicente López afirman que les habían dado 12 horas para repensar la situación y alargaron la resolución diez días. La razón que les dieron Orsi y Gómez a los dirigentes es que se iban porque estaban “vacíos”. Hoy modificaron la declaración.
Por delante, la dupla técnica no sólo iba a tener el desafío de dirigir a Platense en la Copa Libertadores 2026, sino la chance de repetir la conquista en el Clausura, teniendo en cuenta que el esquema de playoffs se mantenía y que, de esta manera, se mantenía la igualdad de los más humildes frente a los más poderosos. Todavía no se había aprobado la modificación de los alargues para dichas resoluciones, eso sí. También la chance de otro título, con el Trofeo de Campeones.
Ignacio Vázquez fue un capitán reconocido (aunque la dupla quizás hubiera tenido al principio otra preferencia a la hora de delegar la cinta) y ahora tendría todo acordado para pasar a Racing; Vicente Taborda (llegado de Boca) y Franco Zapiola (se sumó desde Estudiantes) generaron un salto de calidad, el lateral Tomás Silva (procedente de San Lorenzo) fue importante, Ignacio Schor –un producto de las inferiores- lo mismo, el arquero Juan Pablo Cozzani sumó con sus atajadas, el luchador Leonel Picco fue un pulpo en la mitad de la cancha, el rol de protagonista de goles importantes lo encarnó Guido Mainero. Todos aportaron su granito de arena, como Orsi y Gómez, claro. Quizás el desgaste lo sintieron porque, ahí sí, habían tenido diferentes puntos de vista a la hora de contratar refuerzos, ya que los dirigentes no les dieron curso a la llegada de seis futbolistas representados por Cristian Bragarnik, que también gestiona la carrera de la dupla de técnicos. Tampoco tiene nada de malo no ponerse de acuerdo en todo y encima a la hora de invertir dinero del club. El empresario domina gran parte del mapa del fútbol argentino y cuenta con futbolistas muy valiosos, pero acaso ¿no tenía ya Platense un plantel campeón con mucho potencial para seguir creciendo? ¿Eso podría haber sido un motivo de futuro “desgaste” con los dirigentes?
Los entrenadores también están en su derecho de pretender dar el salto a otro club, uno de esos de los que ellos pueden considerar de mayor jerarquía, y sin que nadie se victimice por eso. Pero el mensaje fue otro.
¿Y si los primeros en no confiar en el futuro de Platense fueron Orsi y Gómez? ¿Y si se fueron porque quizás sintieron que ya habían logrado todo lo que podían, que el techo estaba puesto, que ya no podían hacer nada más por un grupo de futbolistas todavía en crecimiento? Ahí es donde hacen ruido los mensajes que no sólo entregaron cuando salieron campeones, más allá de los llantos y las emociones, sino durante el recorrido. La vida de Platense seguirá, ahora con Cristian Kily González, un DT que ya en Unión demostró que aún en los momentos más adversos es capaz de responder con una sonrisa. Ya no sirve proyectar hasta dónde podrían haber llegado Orsi y Gómez con su trabajo en Platense. Un “desgaste” prematuro le puso freno a una edificación que parecía no tener techo.