“Hice el bolso y me fui a la terminal”. José Vildoza se había agotado mentalmente y tenía decidido regresar a su natal Córdoba. Era apenas un adolescente que jugaba en Libertad, de Sunchales (Santa Fe), y daba sus primeros pasos como profesional en la Liga Nacional de Básquetbol (LNB), a 300 kilómetros de su casa. El presente del equipo no era bueno, y su nivel, tampoco. Pero el destino le hizo darse una nueva oportunidad, según recordó tiempo atrás en una entrevista con Prensa de la Confederación Argentina de Básquetbol (CAB): “Ya no había colectivos; no podía creer la mala suerte. Me volví a casa y se me fue pasando la frustración, que tenía que ver con lo mal que nos iba como equipo y las expectativas que había sobre mí sin que yo respondiera. Al otro día me levanté como siempre, tomé unos mates y me fui al club a entrenarme. Y ya no pensé en irme”.
Hoy, a los 29 años, ‘Pepe’ domina el básquetbol local y quiere ser bicampeón en Boca Juniors, el club del que es hincha y por el que llegó a emocionarse en televisión. MVP y Mejor Jugador nacional de la LNB, goza de un presente soñado con la camiseta azul y oro. Para eso trabajó a destajo y superó obstáculos con una personalidad y un carácter avasallantes que lo conviertieron en un líder natural en cada equipo que conformó, como el que este domingo definirá la Liga en el séptimo partido contra Instituto, de Córdoba, en una serie que está 3-3. El encuentro tendrá lugar en la Bombonerita, comenzará a las 20.05 y será televisado por TyC Sports.
Diez jugadas de José Vildoza en la etapa regular
Un gran porcentaje de las posibilidades del conjunto azul y oro de ser campeón depende de Vildoza, que promedia 14,6 puntos, 4,9 rebotes y 3,7 asistencias en 30 minutos por juego. Su incidencia va mucho más allá de las estadísticas. Es un líder natural que registra todo lo que pasa en la cancha y que si está en “modo MVP”, como lo estuvo en los tres partidos que ganó su equipo en la final, hará muy factible verlo levantar el trofeo frente a un bravo rival que llegó al séptimo juego porque supo neutralizarlo en algunos pasajes de la serie. Además, en un puesto, el de base, siempre muy provisto en el básquetbol argentino, Pepe es una alternativa importante a los europeos Facundo Campazzo, Nicolás Laprovittola y Luca Vildoza (no pariente). La mejor en el ámbito nacional, por cierto, hoy por hoy.
Lleva 24 años vinculado con el básquetbol. Su primer contacto con la pelota naranja se dio a los 5 años, en el club Maipú. José pasaba buena parte de sus días con amigos en la plaza Poeta Jorge Vocos Lescano, contigua a la sede de la institución. Un día cualquiera, un entrenador le propuso jugar, según contó su mamá, Ana Vildoza, a LA NACION. “Un profesor, Luciano Juncos, lo invitó. Y José vino a casa y empezó a decirme que quería jugar al básquet. Fui a hablar, pregunté si tenía aptitudes como para empezar y así pagar la cuota mensual. El profesor me dijo «todo niño es como una esponja: absorbe lo que quiere, y a lo que no quiere, lo deja». Y como estábamos casi terminando el año, lo dejé. Al otro año también quiso empezar, y después ya tenían que echarlo del club para que se fuera”, rió la madre.
Ana tiene 70 años y el domingo pasado cumplió 64 de vivir en la misma casa del barrio Maipú. Es madre soltera y crió a su único hijo con varios trabajos a la vez, hasta que se jubiló. Cuidaba a niños, personas adultas y pacientes que tenían problemas de salud, y limpiaba casas mientras dejaba al niño en una guardería o un jardín. La única ayuda que tenía para con Pepe era su mamá, la abuela Luisa, con quien el ahora deportista generó un vínculo muy especial y cuyo fallecimiento sufrió mucho, más allá de que Ana aseguró que nunca lo vio “llorar”.
José valoró el esfuerzo que hizo su mamá y dejó en claro que nunca sufrió la ausencia de un padre. “Ella se desvivía para mantenerme, incluso con dos trabajos, para que no me faltara nada. Mi mamá me genera un orgullo enorme. No sé si es que ella cumplió el rol de los dos, pero no me hizo sentir la falta de nada. Nunca noté la ausencia de un padre. Mi vieja me contó la situación, qué había pasado, y lo entendí, pero no pregunté mucho más. Nunca quise saber nada ni enterarme más allá de eso. Yo no lo sufrí”, recordó el base en aquella entrevista con Prensa CAB. Ana coincidió: “Pienso que lo tomó como algo normal. Es como si no le hubiera hecho falta la figura paterna”.
Hubo representantes que prometieron cualquier cosa, hasta querían llevarnos a Italia a vivir
Ana Vildoza, mamá de José
Vildoza es un chico de barrio que mantiene los amigos de siempre, los de la plaza: Marcelo, Enzo, Lucas, Ignacio, Emiliano, entre otros. Cursó la educación primaria en la escuela José Hernández y luego pasó al colegio Rubén Darío. Fue creciendo como basquetbolista en Maipú, su “segunda casa”. “El club me protegió. Fue un ambiente que me llevó a una vida más de familia y amigos. Muchas cosas viví en Maipú que seguramente nunca habría vivido si no hubiese entrado al club. Allí me crié y me formé como jugador, pero sobre todo, como persona”, valoró Vildoza.
Su nombre empezó a llamar la atención en Córdoba, sobre todo cuando José fue el MVP de la selección provincial sub 17 que ganó el Campeonato Argentino. Decenas de agentes, recordó Ana, quisieron tenerlo: “Empezaron a caer representantes que yo ni conocía. Fueron varios, Me atacaban mal, me prometían cualquier cosa. Me vendían espejitos de colores, hasta querían llevarnos a Italia a vivir”.
Pero hubo uno que sí llegó al corazón de Pepe y al de su mamá: Luis Emilio ‘Mily’ Villar, ex ala-pivote del seleccionado argentino, en la etapa previa a la de la Generación Dorada. Villar fue medallista dorado en los Juegos Panamericanos Mar del Plata 1995, participante olímpico en Atlanta 1996 y campeón de la Liga Nacional por Atenas en 1992 y por Boca en 1997. “Una señora que me conocía me llamó y me comentó que Mily le había preguntado por José y si podía hablar conmigo. Le dije que viniera a mi casa, a ver qué me proponía, y que si me gustaba la propuesta, bien. Fue muy buena onda. Ya estaba siguiéndolo y le dije que si quería hablar con él que fuera al club, porque era mejor conocerlo en la cancha”, detalló Ana.
Villar no dudó. Caminó unos metros hasta Maipú y allí estaba Pepe, tirando al aro. Lo desafió a un concurso de lanzamientos y le ganó, lo que provocó el enojo del chico que entonces ya tenía 15 años y al que poco interesaba tener un agente. El ex jugador le contó a qué se dedicaba y cuál era su propuesta, pero el “sí” llegó en una cena posterior a un partido, mientras comían lomitos.
La relación entre Pepe y Mily se afianzó con el correr de los años. La primera vez que el agente vio jugar al perimetral, una situación lo marcó a fuego y lo hizo disponerse a no dejar pasar la chance de contar con la joya. “Fui a verlo un partido. Él ni me conocía ni yo me presenté. Me volvió loco una actitud que lo pinta de cuerpo entero, siendo él un pibe de 15 años y jugando prácticamente solo contra el otro equipo”, introdujo Villar.
Y continuó: “Fue un partido peleado, y él debe de haber hecho 50 puntos. Durante todo el partido arengó a sus compañeros, los alentó. En la última jugada fueron a marcarlo y él le pasó la pelota a un compañero que estaba solo abajo del aro. El chico tiró y erró, y Pepe salió corriendo a abrazarlo y se quedó con él consolándolo. Entonces dije «¿de qué madera está hecho?». Un gesto hermoso como compañero”, evocó al detalle el ex interno, de una generación previa a la dorada.
🎙️ «Es especial para mi porque soy hincha del club»
🥹 Tu emoción es la nuestra, @VildozaJ11 pic.twitter.com/wBQV8BnrUE
— Boca Básquet (@BasquetBocaJrs) June 25, 2025
Villar habló también del Pepe actual: “Es muy introvertido, pero tiene un corazón enorme. Es muy de sus amigos, un pibe bien de barrio. Tiene mucha personalidad y carácter. No va a hacer una escena, pero lo que tenga que decir, él va a decirlo. Así se maneja en la cancha, incluso si tiene que hablar o discutir con un rival o con un árbitro. Eso tiene que ver con una personalidad ganadora por la que, a veces, el que no lo conoce lo ve un poco canchero. Pero no: es su forma de estar concentrado y de querer ganar».
De la mano de su representante, Vildoza dio el salto que necesitaba para formarse como basquetbolista profesional y dejó Córdoba por Sunchales, ubicada en el corazón de Santa Fe, para jugar en Libertad, que entonces competía en la Liga. “Tenía a él y a Juan Pablo Vaulet y la idea inicial era que se probaran en Boca. Pero por cómo eran ellos, necesitaba una ciudad y un club más chicos. Había opciones en Córdoba, pero fuimos a Sionista, de Paraná, y luego apareció Libertad. Yo había jugado ahí y me pareció que, por cómo trabajaba el club, era el apropiado”, explicó Villar.
Pepe sufrió el desarraigo. En la escuela tuvo que recursar algunas materias e, incluso, casi se dio la vuelta, en aquel episodio. Aun a la distancia, Ana estuvo más presente que nunca, aunque sin entrometerse si su hijo no se lo pedía. “Estuve 15 días sin hablarle por teléfono por el hecho de que quería que él se acostumbrara al lugar donde estaba y que no sufriera que yo no estaba más al lado de él. Ahora, cuando él decía «ma, te extraño», yo ya estaba sentada en el colectivo y me iba a Sunchales“, narró.
José debutó en la LNB a los 16 años con la camiseta de Libertad. Quien confió en él fue el entrenador Fernando Duró. Torneo tras torneo el chico fue creciendo exponencialmente, y en la temporada 2016/2017 fue distinguido como el mejor sexto hombre (suplente), con promedios de 16,2 puntos, 3 rebotes y 3,1 asistencias en casi 28 minutos por partido.
Más tarde tuvo un paso fugaz por, Trotatmundos, de Venezuela, donde lo dirigió Rubén Magnano, el entrenador que llevó a la selección argentina al oro en los Juegos Olímpicos Atenas 2004. Y luego recaló en San Lorenzo, el club que por esos años dominaba el plano local (2016-2021) y apuntaba a crecer en el internacional. Vildoza pasó de ser el ancho de espadas de Libertad a tener mucha menos incidencia y participación en un plantel azulgrana plagado de figuras, cuya máxima estrella era otro base, Nicolás ‘Penka’ Aguirre.
Otra vez, la adaptación no fue fácil. La vara del Ciclón era muy alta, y en su puesto, mucho más. Pepe jugaba poco hasta que una lesión de Aguirre le abrió el camino para mostrar de qué estaba hecho realmente. El pibe de barrio Maipú brilló y se fue a Cibona Zagreb, de Croacia, el club del legendario Drazen Petrovic, siendo bicampeón de América y tras ganar la Liga Nacional 2020/2021 como MVP de la final.
Su experiencia en Europa estuvo lejos de ser como él la esperaba. Más allá de que salió campeón, una lesión le impidió mostrar todo su potencial. Vildoza estuvo una temporada y regresó a Sudamérica para jugar en Flamengo, de Brasil, donde también estuvo un año. Y tras otra etapa no fructífera, apostó a la Liga Nacional de la mano de Boca Juniors.
El club xeneize le dio la llave del equipo a mediados de 2023. Con él como referente y figura entre jugadores de mucho renombre, Boca marcó una era que ya tiene tres estrellas (Liga Nacional 2023/2024, Supercopa 2024, Copa Súper 20 2025) y un subcampeonato de América. Y este fin de semana Vildoza puede sumar otra coronación en el club que lo fanatiza “desde chico”, según evocó Villar.
“Está muy feliz en Boca y encontró su lugar. Y Boca encontró en él una imagen que reúne muchas cosas difíciles de conseguir. Era como si tuvieran que conocerse. Y la gente se identificó mucho con él, lo idolatra”, agregó su representante.
Como alguna vez lo hicieron Marcelo Milanesio, Byron Wilson, Héctor ‘Pichi’ Campana, Leonardo Gutiérrez, Marcos Mata, Facundo Campazzo y el propio Aguirre, José Vildoza domina la Liga hoy. Y de algún modo sigue siendo el chico de barrio que se hizo desde abajo con apoyo familiar y al que nunca le tembló el pulso para ir por más.