Benjamín Urdapilleta vuelve a CUBA tras 15 años: el goleador histórico de la liga francesa nunca se rinde

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No cambia su rutina. Tras una breve entrada en calor, se dispone a ejecutar diez patadas a los palos. Calibra la mira, gesticula y va modificando los ángulos y la distancia. Mide cuán infladas están las pelotas y calcula que, por el frío, vuelan menos que en el verano. Lleva el tee de toda su vida. “No entiendo a los pateadores que lo cambian”, menciona al pasar mientras lo recoge y va directo a practicar. Metódico, vuelve a agarrar los balones para patear al touch, desde distintos sectores de la cancha. Después de 15 años en el extranjero, Benjamín Urdapilleta tiene todo listo para regresar a CUBA, que este sábado a las 14.05 recibirá al puntero, Belgrano, por la decimotercera fecha del Top 12 de URBA.

“Mi último partido fue en San Andrés, el único que jugué en 2010. El último acá fue en 2009; la cancha cambió mucho. Ya había visto los cambios cuando venía de vacaciones, pero va ser diferente jugar ahora”, comienza el apertura en una larga charla para LA NACION en Villa de Mayo. La rutina de las patadas, sistemática desde hace años, forjó un goleador implacable: en su antepenúltimo encuentro en el Top 14 se convirtió en el máximo anotador histórico de la liga francesa, la más prestigiosa del planeta. Tras un breve paso por Harlequins, de Inglaterra, encontró en Francia su lugar en el mundo: logró el ascenso y una clasificación memorable para los playoffs por Oyonnax, fue campeón y se convirtió en ídolo de Castres y terminó en Clermont.

La última función de Urdapilleta en el rugby local se dio en 2010; 15 años más tarde, el apertura jerarquizará el torneo de URBA.

Duda cuando se le consulta si habría triunfado más en el fútbol que en el rugby; tuvo un paso por divisiones inferiores de River, la prenovena y la novena. Las compartió con, entre otros, Augusto Fernández, pero se inclinó por el rugby. Su talento y su zurda prodigiosa son equivalentes a su fuerte mentalidad. “Soy muy competitivo desde chico. Soy muy futbolero y me gustaba que me c… a patadas. Y cuando me pegaban, los buscaba más para que siguieran pegándome. Siempre tuve esa mentalidad de que me gusta lo más difícil y competir contra los mejores. Hoy sigue gustándome”, se describe.

Profundiza al referirse a su familia. “Nunca tuve un coach mental. A la mentalidad que siempre tuve la saqué de mi papá, que fue muy trabajador, creó su propia empresa trabajando desde las seis de la mañana hasta la noche. Siempre fue un luchador y tiene esa mentalidad; hablo mucho con él del deporte y de la vida. Con casi 74 años sigue laburando muchísimo y es muy de no bajar los brazos”, celebra. Pero no todo es celebración. “También sufrí la pérdida de mi hermano más grande, que murió en un accidente cuando yo tenía 10 años y él 18. Era mi ídolo. Siempre que entro a una cancha pienso en él y me da mucha fuerza. Siempre que estoy en una cancha con mi cuerpo, que no es tan grande, le digo a mi hermano: «Mirá lo que soy. Necesito que te sumes a mí para que seamos dos, porque yo solo no puedo contra estos animales». Eso me ayuda mucho mentalmente y pienso mucho en él antes de los partidos».

Al llegar a Villa de Mayo, Urdapilleta cumple una minuciosa rutina de tiros a los palos; su pierna zurda es prodigiosa al intentar conseguir puntos.

Con 39 años, Urdapilleta volverá a calzarse la camiseta 10 de CUBA, que acumula cuatro victorias consecutivas y pelea por un lugar en las semifinales del Top 12, a falta de 10 fechas de la etapa regular.

–¿Siempre supiste que ibas a volver?

-Al principio, cuando me fui, no tenía pensado volver. Pero en los últimos años de carrera empecé a analizarlo y me picó el bichito de terminar mi carrera acá. Es donde aprendí a jugar al rugby. Empecé en menores de 15 y acá hice mis amigos y conocí a mi mujer. Es lindo volver a las raíces y al club que me formó como jugador y como persona. A mis hijos siempre les hablé del club y mi hijo más grande es fanático del rugby. Me encanta la idea de que me vea jugar acá.

Urdapilleta ingresa con su esposa y sus hijos para el reconocimiento que le hará Clermont en su último y emotivo partido como local en el club; su esposa y sus chicos son decisivos en sus decisiones de carrera.

–En 2010, CUBA no te dejó jugar por integrar el Pladar. ¿Cuánto te dolió tu salida y cuándo sanaste?

–Estuve bastante dolido por la situación que me tocó pasar, hasta que mi cerebro entendió bien y me calmé. Fue un punto de inflexión para el club, que a raíz de lo mío cambió su visión y el manejo de la comisión de rugby. Había gente que por ahí se metía sola por amigos y no por el rugby… A raíz de lo mío hubo un cambio grande. Eso hizo que yo entendiera las cosas. Fui la persona que tuvo que pasar por eso. Por suerte, la gente del club tiene muchas ganas de que vuelva, y yo tengo ganas de volver a jugar. Por eso estoy acá.

Jugadas de Benjamín Urdapilleta

–Se te vio muy emocionado en tus últimos partidos en Clermont. ¿Ya hiciste el duelo de dejar de ser un jugador de rugby profesional?

–Me emocioné mucho porque fueron 15 años de carrera profesional, un sueño que fue mucho más que lo que habría esperado. Me dio mucho más que lo que busqué. Yo quería jugar en el Top 14, ver qué pasaba, y terminé viviendo cosas increíbles, como ser campeón y tener el récord de puntos de la liga. Haberme antenido tanto tiempo en ese nivel y haber jugado tantos partidos me impresionan un poco… Eso es lo que me emociona. Y también, todo el sacrificio: es una experiencia buenísima, pero hay que saber que tiene su lado negativo o difícil. En los primeros dos años no jugaba en Harlequins y sufrí mucho estando lejos de mis familiares y mis amigos. Me encontré solo y dije «¿qué hago acá? No vine a buscar esto. Para eso, me voy al club a jugar con mis amigos”. Me perdí muchas cosas. No todo es color de rosas cuando uno va afuera. Por ahí no la pasa bien o tiene un entrenador al que no le gusta cómo juega o que no lo trata bien. El mundo profesional no es tan fácil; el trato humano no es como el de acá. Es profesional, y a veces cada uno cuida su quintita… Cuando me di cuenta de que eran mis últimos partidos y vi todo lo que logré, lo que pasé y lo que me entrené para llegar a cumplir todo, me emociono. Era el final de algo. Nuestra carrera es corta.

Una patada a los palos en Castres Olympique, el segundo de sus tres clubes en Francia; entre ése, Oyonnax y Clermont, el argentino se convirtió en el máximo goleador histórico del francés Top 14.

–¿Te costó hacer el duelo?

–A veces, cuando estoy solo y me pongo a pensar, no paro de llorar. Pero estoy feliz con todo lo que logré y con haber terminado la etapa profesional. Así es la vida; todo termina. Tengo un grupo de amigos muy grande que me acompaña, y mi familia también. Si uno está solo es más difícil. Voy a disfrutar la segunda parte de mi vida de otra manera y voy en la búsqueda de lo que más me gusta hacer.

–De todos modos, todavía sos jugador. Imagino que hacerlo en el club, sin la obligación profesional, te ayuda a pasarlo…

–Sigo haciendo lo que me gusta, que es jugar al rugby. Cuando empecé sólo quería jugar en la primera de CUBA y con mi hermano. Volver al club es seguir haciendo lo que me gusta y eso ayuda a que el cambio de vida no sea tan brusco.

Benjamín recuerda en cada partido al hermano al que perdió cuando tenía 10 años:

–¿Volvés hasta fin de año o dejás abierta la puerta para seguir?

–Tengo 39 años; voy a ver cómo termino. Voy a analizarlo llegando a fin de temporada. Tengo que hablar con mi mujer; teniendo tres hijos no es tan fácil. Hoy se entrena hasta los lunes… Vengo de 15 años en que mi mujer me bancó los fines de semana de un deportista; no es tan simple, porque hay que acompañar.

–¿Cómo está tu cuerpo? Hasta los últimos partidos se te vio siempre involucrado en tacklear…

–Mi cuerpo está bastante golpeado. Cada vez que entro a la cancha dejo todo; no entiendo a la gente que puede evitar el contacto… Cuando hago algo, lo hago para ganar. Si entro a una cancha quiero hacer todo para ganar, y si me borro, estoy traicionándome. Generalmente soy el más chico en una cancha, pero trato de inmolarme. Por ahí me pasan por arriba… ¡Imaginá cuando jugaba con los fijianos! Me llevaban 20 cuerpos. Estoy golpeado, pero acabo de terminar el Top 14 jugando bastante y con Clermont en los cuartos de final. Tengo 39 años y mi cuerpo está como para jugar acá.

–Ahora Ma’a Nonu renovó el contrato con Toulon y tiene 43 años…

–No entiendo las ganas que tiene… A mí se me hicieron muy difíciles en los últimos años los entrenamientos, los videos y la pretemporada. El día del partido es lo mejor: la adrenalina, la presión y la tribuna llena… Eso siempre gusta. Lo duro, cuando uno es más grande, es que el cuerpo se recupera más lento y tiene que entrenarse el lunes, el martes con alta intensidad… Ésa es la parte más dura. No sé como Ma’a Nonu sigue haciendo eso. Por ahí juega menos y eso lo ayuda…

–¿Cómo fue volver para integrar un grupo con chicos con los que nunca jugaste?

–De los que están en la primera conozco a muy pocos, casi ninguno. No compartí equipo con nadie. Quique Devoto subió al plantel el año en que me fui. Conozco a la Flaca Uriarte. Benja Gutiérrez me llevaba el tee cuando era chico y el otro día me mandó una foto de eso. También Benito [Ortiz de Rozas] me llevó el tee. Me encontré con un club totalmente cambiado respecto a lo que yo viví hasta 2010. Hay sala de entrenadores, sala de video. Hoy se analiza mucho al rival; antes no pasaba. Los chicos están mucho más entrenados; antes no tocábamos el gimnasio. Hoy, en los días de entrenamiento, el gimnasio está incluido. Antes, el que no quería, no hacía… Era otro rugby. Ahora está todo más profesionalizado; obviamente, con mucha diferencia con Europa. Tratan de asemejarse.

Benjamín Gutiérrez Meabe, hoy fullback de CUBA, le lleva el tee a Urdapilleta, en 2007; la imagen ocupa la tapa de una revista del club.

–¿Te gusta que sea así?

–Tira hacia arriba a un jugador que quiere dedicarse a esto. Ayuda a estar más preparado. Cuando me fui pesaba 75 kilos y empezaba el gimnasio por el Pladar. Hoy están todos más preparados, pero esto sigue siendo amateur. Para mí está buenísimo que exista ese mix. Sube el nivel.

–¿Cómo vivís las diferencias generacionales? Félix Corleto y Rafael Benedit, que están jugando el Mundial por los Pumitas, no habían nacido cuando debutaste, en el 2004, y ahora van a ser compañeros.

–En estos últimos años me pasó esto de jugar con chicos mucho más jóvenes. Baptiste Jauneau es muy chico y fue el medio-scrum en Clermont. Jugué con un centro de 18 años. Estoy acostumbrado. Los chicos no respetan nada, je. Yo me río, me rejuvenece. Crecí en la vieja escuela, pero soy más bromista. Soy un pibe serio en la cancha y en el entrenamiento sé diferenciar cuándo puedo bromear y cuándo no. Eso me ayuda con los más chicos: podés reírte conmigo. Antes no se podía bromear con los más grandes. Cuando debuté en los Pumas no se podía hablar ni opinar. Hoy en día los chicos opinan de todo y está bien, pero para mí, todo a su medida. A veces se pasan y digo: “Esperá. Escuchá a los más grandes, que tienen más experiencia que vos y pueden ayudarte más”. Antes no se podía tirar una idea. Hay que saber hablar con los chicos, no se puede tratarlos como se los trataba antes. Quizás se lo toman muy mal y pueden bajonearse.

A Benjamín Urdapilleta le gusta tener

Sus desencuentros con los Pumas

Sumó más de 3000 puntos en su carrera profesional y jugó 345 partidos, pero apenas 19 con la camiseta de la selección argentina. Debutó en diciembre de 2007 en un torneo Sudamericano frente a Chile, pero nunca logró la continuidad que requería su jerarquía. Desde que arribó a Francia, en la temporada 2012/2013, mantuvo un nivel parejo, y con el tiempo se transformó en uno de los aperturas más destacados del rugby francés.

–¿Te quedaste con ganas de más en los Pumas?

–Yo estoy tranquilo conmigo, hice todo lo posible. La elección es de los entrenadores y no puedo hacer nada. Lo único que pude hacer es mostrar en la cancha. Obviamente, me habría gustado tener más oportunidades, haber competido más por la 10 y sumar más caps. Sobre todo, ser jefe, por así decirlo, como lo fui en todos los equipos del Top 14 en los que jugué. De alguna manera me dieron la llave y tenía el poder… Me sentía muy bien, con mucha confianza. Cada vez que estuve en los Pumas no tuve esa “llave”, ese poder que me daban allá. En 2015 pude jugar el Mundial, pero [Daniel] Hourcade no me llamó. Sentía que había tenido un buen año.

Benjamín Urdapilleta, Nicolás Sánchez y Matías Moroni durante Japón 2019, el único Mundial que protagonizó el 10 de CUBA; cree que pudo estar en Inglaterra 2015, en su mejor momento.

–¿Tuviste algún problema con él?

–Yo no tuve nada con Hourcade. La única vez que lo tuve como entrenador fue en Pampas XV en 2010, cuando yo jugaba de 10 y Santi Fernández lo hacía de 12. Después, nunca me llamó; habrá tenido sus motivos. De 2015 a 2018 yo no podía estar por la regla de que jugaban en los Pumas sólo los de Jaguares. En 2019 hicieron una excepción conmigo, Nico Sánchez y Chipi Figallo, que pudimos ir al Mundial. En ese momento fue lo poco que tuve de chances, pero contra Francia, en un partido clave, estuve de suplente. Después de ese Mundial ya tenía 33 años y al siguiente [Francia 2023] iba a tener 37. Yo me tenía fe, estuve cerca. Tuve la mala suerte de que me lesioné en la final del Top 14 del 2022. Venía jugando mucho en Castres y me llamó [Michael Cheika], que tenía de aperturas a Nico Sánchez y a mí, y al Negrito Carreras lo tenía de 15 o como tercer 10. Me rompí un peroné en la final del Top 14 y tardé mucho en volver. Cuando lo hice ya estaba Santi Carreras de 10. Jugué los últimos dos partidos del Rugby Championship, en los que estaba disponible.

–¿Volviste a hablar con Cheika?

–Yo hablaba con Cheika y le decía “quiero que me des las llaves”. Tuve esa charla y me dijo que iba a dármelas. En noviembre de 2022 me llamó y me contó que no iba a estar para el primer partido, contra Inglaterra, pero que para los otros dos sí. Y no sonó más el teléfono… El último llamado que tuve fue en marzo de 2023, el día de mi cumpleaños, cuando me llamó y me dijo que no iba a ir al camp de París pero que eso no implicaba que estuviera fuera del proceso para el Mundial. Después de ese llamado no tuve más contacto. Tenía 37 años. Obviamente, no era lo mismo que cuando tenía 33 o menos.

Apenas 19 partidos disfrutó la camiseta celeste y blanca Urdapilleta; la selección argentina se valió de algo que no le sobra: un pateador de alta efectividad.

–¿En qué momento te sentiste mejor?

–En 2015 me sentí en un gran momento y no tuve esa oportunidad de jugar al menos un partido, ver si podía estar. Jugué por Barbarians contra los Pumas; ganamos uno de los partidos en Rosario y perdimos en La Plata. Yo quería estar con la celeste y blanca, pero estaba del otro lado, jugando por Barbarians.

Benjamín tiene la mira puesta en llevar a CUBA lo más alto posible en el Top 12 de URBA; no tiene claro si seguirá después de 2025.

–¿Con que objetivos volvés a CUBA?

–Cada vez que juego lo hago para ganar y estar arriba. CUBA ahora se prendió en el torneo; estamos a dos puntos del cuarto. Está muy parejo: cualquiera puede ganarle a cualquiera. Belgrano y CASI están más arriba, sobre todo Belgrano, que está más sólido, pero en las últimas fechas casi perdió contra Biei [Buenos Aires Cricket & Rugby] y La Plata, que están abajo. Eso da la pauta de que está muy cerrado el torneo, y está buenísimo. Me encanta. Jugamos para estar arriba y salir campeones; hay que apuntar alto. Lo más alto que llegué jugando en CUBA fue semifinales [2006 y 2007]; espero superar eso.

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