“Con los dedos de la mano”. Así dice Manuel López, de 46 años, que cuenta a sus verdaderos amigos. “Y me sobra un dedo, porque tengo cuatro: tres son compañeros de la primaria y uno es de la adolescencia, del barrio. Era amigo de un amigo y, al final, terminamos nosotros siendo más amigos. La verdad es que no los veo mucho, dos viven en otro país, uno en el sur y con el otro nos juntamos para nuestros cumpleaños, porque cumplimos los dos en septiembre. Todos los años. Cuando nos reencontramos nos reímos mucho, como si el tiempo no hubiera pasado, enseguida nos sacamos la ficha, porque a pesar del tiempo, el vínculo sigue intacto”, cuenta. Historias como esta se repiten en el Día del Amigo, que se celebra hoy.
¿Cuántas relaciones de este tipo tenemos a lo largo de la vida? ¿Son más o menos que en generaciones pasadas? ¿Las redes sociales nos acercaron o nos alejaron? ¿Es posible tener un millón de amigos? ¿Existe la fórmula de la amistad perfecta? Aunque parezca curioso, estas no son solo solo preguntas filosóficas. Existen distintas investigaciones del ámbito de las ciencias exactas y de la antropología que permiten medir y ponerle número a estas cuestiones.
Así se sabe que en promedio, una persona va a tener un máximo de 150 personas conocidas dentro de su círculo afectivo. Pero no todas tienen la misma jerarquía: hay un primer círculo que son las amistades íntimas que se limitan a entre tres y cinco personas; un segundo que está compuesto por entre 10 y 12 buenas amistades. Hay un tercer círculo, con unas 30 o 35 personas por las que se siente afecto y confianza, a las que se trata con frecuencia. La última capa es la de las menos íntimas, que serán alrededor de unas cien personas, muchas de ellas probablemente fueron bastante cercanas en algún momento, pero sin llegar a trascender ese círculo íntimo que los mantiene inoxidables ante el paso del tiempo. Algo así como los “amigos de la vida”, esos invitados que con los que se arma una “mesa ecléctica” por ejemplo, en una fiesta de casamiento.
Esto se da porque nuestra capacidad para mantener relaciones es limitada y los diferentes tipos de relaciones requieren diferentes inversiones. Las conexiones suelen organizarse en capas de tamaño creciente y contenido emocional decreciente. Y los amigos circulan entre uno y otro círculo, según distintos factores, como la cercanía, la frecuencia, las etapas y actividades compartidas. Los que permanecen en ese círculo íntimo son los que tienen alguna llave de nuestra identidad, argumentan los especialistas.
“Desde las ciencias de los datos se puede explicar o medir los vínculos sociales. Se ha hecho de muchas formas distintas, con sus limitaciones, claro”, explica a LA NACIÓN Pablo Groisman, profesor de matemática de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA) y director de la cátedra en Ciencia de datos, investigador principal del Conicet y autor de los libros Te regalo un teorema y Abrazar el azar.
Así, hay modelos matemáticos que le pusieron números a las relaciones sociales. Por ejemplo, se sabe que el número de amigos crece hasta los 30 años y después empieza a decrecer. Que para combatir la soledad, se necesita tener al menos un amigo, pero que lo ideal es tener entre cinco y seis. Que se necesitan unas 34 horas de interacción consciente entre dos personas para convertir a un conocido en amigo, en encuentros de no menos de tres horas y cuatro minutos cada uno. Pero que en la infancia, ese vínculo se forja más rápido.
“La amistad requiere tiempo, afecto, historias compartidas, acuerdos −y también desacuerdos− y la libertad de volverse a elegir”, explica la psicóloga Fernanda Rivas, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). “Los amigos pueden elegirse por cercanía, por compartir algún espacio o actividad, como el colegio, el club, la universidad, el trabajo, la práctica de un deporte. Pero faltará un paso más para que un par pueda considerarse amigo”, expone. Y agrega: “Amigo será, entonces, aquel con quien se pueda abandonar temporalmente la máscara social y mostrarse de entrecasa; o con quien se pueda establecer una situación de intimidad y compartir un mismo estado afectivo. La intimidad también se asocia al poder estar a solas en presencia de otro –sin que esto cause incomodidad– y a la vez estar emocionalmente disponible para este. Será también el que otorgue señas a través de las cuales podamos reconocernos, consolidando nuestro sentimiento de ser uno mismo”.
El teorema de la amistad
Robin Dunbar es un antropólogo británico y profesor de la Universidad de Oxford que en 1990 estableció una teoría que buscó entender cómo funciona la amistad. Indicaba que una persona no puede tener relaciones significativas con más de 150 personas, y de este círculo, sólo tres o cinco son amistades muy íntimas. Años más tarde, un grupo de investigadores de las ciencias exactas de la Universidad Carlos III de Madrid (UC3M) y el propio Dunbar impulsaron una investigación, que se publicó en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), la revista oficial de la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos. Allí se desarrolló una formulación matemática de esta teoría de Dunbar.
“Con el tiempo, estas amistades van evolucionando y se puede cambiar de amigos y a los íntimos se los coloca en la capa de menos íntimos, pero ese número de 150 conocidos, por general, permanece cerrado”, dice el estudio que se publicó en 2016, en el que se probó la formulación matemática en cinco poblaciones distintas. Las conclusiones indican que las amistades dependen del tiempo y del esfuerzo mental que se les dedique. Pero se demostró que la capacidad cognitiva también incide. Que a mayor capacidad cognitiva, más posibilidades tiene el cerebro de manejar un círculo más grande de amistades.
“La amistad sana es aquella que permite mantener la individualidad y la posibilidad de establecer vínculos con otros, en los que existan distintos grados de afinidad. Puede tornarse disfuncional o perjudicial cuando aparece la posesividad, los celos o la envidia ‘destructiva’ –en la que se desea destruir lo que tiene el otro por representar aquello de lo que uno carece- distinta de la envidia funcional, en la que el deseo de lo que tiene el otro sirve como motor y estímulo para crecer.La verdadera amistad es una experiencia de transformación mutua entre personas que forjan su pensamiento y sus emociones a partir de su relación”, dice Rivas.
El rol de las redes sociales
El estudio de la UC3M analizó el impacto que tienen las redes sociales en las relaciones de amistad. Concluyeron que el tamaño de las redes de interacción en las sociales es similar al de la vida offline. Esto sugiere que existe una restricción cognitiva para el tamaño de las redes de amistad. De todas formas, Dunbar apunta que la principal función de las redes sociales no es aumentar el número de personas con las que interactuamos, sino evitar que las amistades se desintegren a causa del paso del tiempo por la falta del contacto cara a cara. Si bien la amistad exige un contacto personal, las redes sociales sirven para reducir la tasa de decadencia de las amistades.
Las redes sociales amplían el número de conocidos pero reducen el de amigos. “La investigación, basada en datos extraídos de las redes sociales, ha comprobado que las nuevas tecnologías están permitiendo aumentar el número de relaciones interpersonales, pero a costa de disminuir la implicación en esas amistades. No podemos tener relaciones con unas 150 personas y que todas sean íntimas. Por tanto, si se tienen muchísimas relaciones, tiene que ser al coste de que casi todas sean superficiales”, apunta Ignacio Tamarit, del Grupo Interdisciplinar de Sistemas Complejos de la UC3M y coautor del estudio. “Evidentemente, nadie tiene ni tiempo ni capacidad cognitiva para relacionarse ni para revisar el perfil de miles de personas”, indica Anxo Sánchez, otro de los investigadores.
Hace tres décadas, el 3% de los estadounidenses dijo a los encuestadores de Gallup que no tenían amigos cercanos; en 2021, una encuesta en línea lo colocó en 12 por ciento. Aproximadamente un año después de la pandemia, el 13% de las mujeres y el 8% de los hombres de entre 30 y 49 años dijeron que habían perdido el contacto con la mayoría de sus amigos.
Dunbar participó de otro estudio que realizaron científicos de la Universidad de Aalto, en Finlandia. Allí se estudió cuál es el período de la vida en el que se tienen más amigos. Y resultó que el número va creciendo hasta los 25 años y se detiene a los 30 años, edad que coincide con el momento biológico de la reproducción humana, se explica. Como si fuera la edad en la que el cerebro va ampliando su capacidad de incorporar nuevos vínculos con fines reproductivos. Después de esa edad, el círculo empieza a reducirse. “Analizamos un gran conjunto de datos de teléfonos móviles para explorar la forma en que la historia de vida influye en la sociabilidad humana y la forma en que se estructuran las redes sociales. Nuestros resultados indican que estos aspectos del comportamiento humano están fuertemente relacionados con la edad y el género, de modo que los individuos más jóvenes tienen más contactos y, entre ellos, los hombres más que las mujeres. Sin embargo, la tasa de disminución en el número de contactos con la edad difiere entre hombres y mujeres, de modo que hay una reversión en el número de contactos alrededor de finales de los 30. Sugerimos que este patrón puede atribuirse a la diferencia en las inversiones reproductivas que realizan los dos sexos”, se lee en la investigación.
“Es interesante el dato de cómo influye la capacidad cognitiva con la posibilidad de seguir incorporando amigos. Es frecuente escuchar que una persona dice que sus amigos son los de la infancia, pero esto puede significar una cierta rigidez cognitiva para darse a conocer y para conocer personas nuevas. Las amistades de la infancia pueden ser muy fuertes y dejar huellas que reaparecen en elecciones de la vida. Pero, hay personas que aún en la edad adulta siguen incorporando amistades. Quizás, no serán esas personas con las que comparten todos los aspectos de su vida o con quienes se van a abrir, pero posiblemente pueden disfrutar y desarrollar una relación de amistad duradera”, apunta la psiquiatra Patricia O´Donnell, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
Dunbar fue nuevamente convocado en 2022 para actualizar su investigación sobre los círculos de amistad. El estudio, encargado por Fisherman’s Friend para celebrar el inicio de la última ronda de su campaña de marketing , fue analizado por el antropólogo británico Dunbar. ¿Cuál es la fórmula definitiva para encontrar una amistad verdadera? Según el estudio que analizó más de 2000 casos, revela que se necesitan 34 horas de compromiso (2040 minutos) para convertir a un nuevo conocido en amigo. Es más, cada interacción debe durar una media de 3 horas y 4 minutos, se requieren un total de 11 interacciones para pasar de ser conocidos a ser amigos, y la amistad promedio tarda 5,5 meses en consolidarse.
Jack Schaefer, psicólogo y agente retirado del FBI es especialista en comportamiento humano y dice haber hallado la fórmula de la amistad. La define así: A = P + F + D + I. A es amistad. P, proximidad. F, frecuencia. I, intensidad y D, duración. “La amistad es cuestión de proximidad: distancia entre dos personas y exposición entre ellas a lo largo del tiempo; de frecuencia, que es el número de contactos y duración; de intensidad, que es la capacidad de satisfacer las necesidades físicas y psicológicas del otro; y de duración, ya que cuanto más tiempo pasás con una persona, más lográs influir en ella”, dice Schaefer, autor del libro The Like Switch.
De eso se trata, según este autor, ser amigos: de estar cerca, con una frecuencia regular, compartir momentos significativos, que permanezcan a lo largo del tiempo.