Tarjetas de crédito, de débito, efectivo, teléfonos celulares. La escena es la de siempre: llega la cuenta a la mesa numerosa –amigos, compañeros de trabajo, del club, del colegio de los hijos– y cada comensal exhibe alguna forma de pago al tiempo que pregunta: ¿cómo dividimos? Las opciones son varias: cada uno paga su consumición, se divide el total en partes iguales, pagos equitativos para la comida y los que bebieron alcohol pagan ese consumo aparte, todos lo mismo pero se exime del pago a alguien por algún motivo en particular (es el agasajado o tiene problemas económicos, por citar ejemplos posibles).
El punto es que las variantes se multiplican casi al infinito al mismo tiempo que proliferan las billeteras virtuales. Incluso, a veces, el debate en torno a cómo dividir la cuenta puede dar lugar a una discusión en la que alguien se sienta incómodo, cuando no estafado. No por nada el asunto ha llegado a convertirse en tema de reflexión entre economistas especialistas en comportamiento, que han acuñado el término “El inescrupuloso dilema de la cena” (“The unscrupulous diner’s dilemma”), para referirse a un análisis en el que ponen en juego distintos postulados relacionados con esto.
Uno de ellos es Uri Gneezy, profesor de Economía y Estrategia de la Escuela Rady de Management de la Universidad de California en San Diego (Estados Unidos), que llevó adelante un estudio que aporta evidencias empíricas de que dividir la cuenta en partes iguales suele ser una mala decisión. Su paper, titulado “La ineficiencia de dividir la cuenta”, demostró en forma experimental que, cuando se decide de antemano que la cuenta se dividirá en partes iguales para todos los comensales, cada uno terminará pagando un 30% más que si hubieran acordado que cada uno pagaría solo su consumición.
¿Por qué ese extra? “Un comensal egoísta optará por disfrutar una cena excepcional a precio de oferta”, escribió en su artículo Uri Gneezy. Lo que este especialista en comportamiento confirmó es que, cuando se sabe que la cuenta se dividirá en partes iguales, siempre algunos aprovecharán para pedir platos o bebidas de precios elevados que no pedirían si pagaran ellos por su propia consumición, y apuestan a que ese gasto oneroso se diluya en la cuenta grupal.
Sin embargo, Ury Gneezy admite que, independientemente de la lógica económica, las decisiones suelen estar más condicionadas por usos y costumbres, y sobre todo por el deseo de evitar “el costo social de parecer tacaño o poco amigable” al reclamar una división más justa de los gastos.
Diferentes actitudes
“Cuando salimos a comer con mis amigas siempre se divide la cuenta por partes iguales porque si no, es un lío. En todo caso, si una no toma alcohol le decimos que no deje propina y listo”, cuenta Sofía Fidalgo, periodista de entretenimiento. “Para hacerlo más fácil, siempre paga una con la tarjeta y después cada una le transfiere su parte. Y con la propina, se la dejamos individualmente al mozo por el alias”, agrega y concluye: “Con mi novio nos manejamos de la misma forma”.
“Lo más práctico y lógico es dividir la cuenta en partes iguales, siempre que lo que se haya consumido en el grupo de amigos sea razonable. Porque si a alguien se le ocurre tomar un vino de 300.000 pesos, que corra por su cuenta –opina por su parte Mauricio Mercuri, empleado–. Si es una salida entre amigos y hay que pagar entre todos, lo mejor es consumir dentro de valores razonables para que todos puedan pagar y nadie se sienta fuera porque no le alcanza la plata. En tiempos económicos difíciles también puedo entender que se pida pagar lo que cada uno consumió.”
Sebastián Cicania, vendedor, cuenta que en su caso la forma de dividir la cuenta cambia según el grupo y el grado de confianza de sus integrantes. “Todos los martes, después de jugar al fútbol, cenamos en una parrilla de barrio con mis amigos; somos siempre tres o cuatro y dividimos el total en partes iguales, independientemente de qué come o bebe cada uno. Porque uno puede comer una ensalada un día porque no quiere comer carne, otro puede tomar gaseosa y no vino, pero pagamos todos por igual. Por otro lado, cuando comemos con el mismo grupo, pero son cenas masivas en las que viene más gente con la que quizás no tenemos tanta confianza, lo que hacemos es dividir el valor de la comida en partes iguales, y el vino se divide solo entre los que toman, porque en definitiva suele ser lo más caro de la cuenta”.
Javier Ferrari, empleado, se incluye en el bando de los que optan por pagar cada uno lo que consume: “Tuve muchas malas experiencias en comidas grupales, en las que siempre un par se descolgaba con el plato más caro de la carta o con un vino muy por arriba del promedio y terminaron en discusiones. Por eso, cuando salgo a comer en grupo, propongo que cada uno pague lo suyo. Aunque no siempre me hacen caso”.
“Cuando nos juntamos a tomar algo con los compañeros de la facultad cada uno paga lo suyo, aunque en general paga alguno (sobre todo si tiene algún descuento con app de pago) y el resto le transfiere. Creo que es lo más práctico y lo más natural”, suma Fernanda Rodríguez, estudiante de 28 años.
“Lo que veo es que los sub-30 tienden a dividir según lo que gastó cada uno, a diferencia de mi rango etario donde solemos pagar ‘a la romana’ [dividir el total en partes iguales], independientemente de lo que consumió cada uno”, dice Leandro Caffarena, socio del restaurante Mercado de Liniers, en Palermo.
La era del posnet
“Aviso: no cobramos por separado. Una mesa, una cuenta”, advierte el letrero colocado visiblemente en la ventana del bar. Pero a no asustarse, la postal –que circula por redes sociales– corresponde a un bar de España, donde muchos establecimientos gastronómicos están poniendo un freno a la extendida costumbre de dividir la cuenta por el número de comensales, que resulta de la proliferación de las billeteras virtuales.
“La pesadilla del camarero es dividir la cuenta por consumo personal y que cada uno necesite Factura A o B nominada con distintos medios de pago”, sintetiza Matías Santillán, Hygiene Manager de los restaurantes del hotel Four Seasons Buenos Aires, aunque reconoce que “afortunadamente, las tecnologías de pago actuales, como los posnets y las billeteras virtuales, permiten dividir fácilmente el pago en varias tarjetas o hacer transferencias inmediatas”.
“Ahora es mucho mas ágil cuando una mesa decide pagar la cuenta por separado, porque tanto los posnet como las plataformas de pago avanzaron para que los procedimientos de cobro se autoricen mas rápido o con un simple paso de aproximar la tarjeta, celular o hasta reloj inteligente –coincide Mariano Denari, propietario del bodegón La Boquería, de Palermo–. Capaz que a la hora de mayor demanda esto puede generar una pequeña demora en caja o para el camarero que se acerca a cobrar a la mesa, pero no más que eso”.
Algo que ha ayudado a que la división de la cuenta sea menos engorrosa, además, es la posibilidad que habilitan algunas apps de pago de que la propina vaya directamente a la cuenta del mozo.
Pero, ¿qué hábitos se perciben desde el lado del restaurante a la hora de dividir la cuenta? “Por lo general, en mesas de amigos cada uno paga lo suyo y esto suele pasar más a menudo en grupos de mujeres. A veces, cuando la mesa es de hombres, se suele dividir en partes iguales el total”, observa Gastón Rodríguez, gerente del rooftop Bestial Fly Bar.
“Si son más de cuatro, lo más común es que se divida en partes iguales (los platos se pueden compartir) y uno abone todo uno mientras el resto le transfiere la parte correspondiente a cada uno”, agrega Denari, que aclara que “el uso de efectivo es casi nulo: el 90% de los pagos son con tarjeta de crédito o transferencia de billeteras virtuales”.
Aunque no es frecuente, la división del pago en mesas grupales puede dar lugar a discusiones. Un clásico es el factor de quién consumió y quién no bebida alcohólica: “La discusión comienza si alguien pidió vino y la cuenta se divide en partes iguales, porque aparece la disconformidad del que tomó una gaseosa o agua”, describe Rodríguez.
En general, suma Santillán, “si el grupo tiene confianza no suele haber discusiones. Cuando un amigo quiere invitar a otro el tema se pone más sensible, a veces genera charlas o bromas, pero rara vez una discusión fuerte. Nosotros siempre respetamos al que se acercó primero a verbalizar que se va a hacer cargo de la cuenta”.
“Hay que adaptarse a las distintas situaciones a la hora de dividir la cuenta entre amigos–concluye Mauricio Mercuri–. En definitiva, lo mejor no pasa por la cuenta final, sino por todo lo que sucedió antes”.