El precio de la comida volvió a ocupar el centro de la conversación pública. En distintos mercados del país, compradores y productores coinciden en una percepción compartida, algunos alimentos se encarecieron con fuerza durante el último año, mientras otros sorprenden por una caída que se siente como un alivio momentáneo en la canasta familiar. Entre quienes siembran, transportan y venden, se repite la misma conclusión, este movimiento constante responde a una combinación de factores que superan a cualquier actor individual.
Los últimos datos del Dane, con corte anual a octubre de 2025, confirman que la inflación retomó una senda ascendente impulsada, en buena parte, por el costo de varios productos de la canasta básica. Aun así, el panorama hacia fin de año podría ser más favorable si se cumplen las proyecciones de moderación, que ubicarían la inflación total alrededor del 5,1%.
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Aunque el impacto se siente de manera general, no todos los alimentos se han movido al mismo ritmo. El registro oficial muestra que diez productos, en particular, lideran las mayores variaciones al alza. La yuca para consumo en el hogar encabeza la lista con un incremento del 54,51%, seguida de los café y productos a base de café, que avanzaron 53,67%. Más abajo aparecen la zanahoria (47,87%), la cebolla (39,07%), los dulces, confites y caramelos (30,61%) y los concentrados para refrescos (26,16%). Cierran el grupo la panela (24,43%), los plátanos (16,49%), los chocolates y productos a base (15,90%) y las frutas frescas (12,08%).
A simple vista, la escalada de precios parece desigual. Algunos aumentos se explican por fallas en la oferta asociadas al clima, la intensidad de las lluvias en ciertas zonas afectó cultivos sensibles como la yuca o la zanahoria, reduciendo su disponibilidad. Otros productos, como el café o los chocolates, acusan el encarecimiento de fertilizantes y materias primas importadas, lo que presionó a los productores a trasladar parte del costo al consumidor final.
Sin embargo, hay señales más optimistas. Aunque el índice anual global se aceleró, la corrección de precios de algunos bienes comienza a notarse. La caída en el valor de la papa, que retrocedió alrededor del 32%, es uno de los casos más visibles, especialmente en mercados de Bogotá, Pasto o Tunja, donde la producción regional garantiza una oferta constante. Otros productos, como la arracacha y los azúcares, también se abarataron, con disminuciones del 15% y 4,42%, respectivamente.

En la lectura del Dane aparece un elemento adicional y es que, todavía no está claro cómo terminará comportándose un grupo de productos de alto consumo, entre ellos los de panadería, las naranjas y las carnes procesadas. Por ahora, se sabe que su incremento supera el 11%, pero no hay certezas sobre si esa tendencia se profundizará o si llegará a estabilizarse hacia fin de año.
Más allá de los números, el foro económico que rodea a la inflación alimentaria se centra en dos asuntos. El primero es el costo de los insumos. El sector agro tuvo que enfrentar el encarecimiento de fertilizantes, semillas y productos químicos esenciales para la siembra y el mantenimiento de los cultivos. Algunos de estos, importados en su mayoría, están sujetos a la volatilidad del dólar, lo que amplifica los impactos cuando la tasa de cambio se mueve al alza.

Para muchas familias, estos descensos funcionaron como un contrapeso frente a los incrementos más pronunciados. En términos prácticos, permitieron balancear el gasto sin sacrificar por completo alimentos de consumo cotidiano. Aun así, la sensación general es de cautela.
