Fue una gran novedad. Por primera vez en muchas semanas no hubo sorpresas políticas durante el fin de semana ni en días previos. No hubo elecciones. Ni cambio de Gabinete. Ni angustia financiera. Ni salvatajes. Ni renuncias inesperadas. Apenas algunas peleítas que no rompieron pantallas de ningún celular. También, obvio, algunos insultos a adversarios de ocasión. Y al elenco estable de maltratados y maltratables: economistas y periodistas críticos y políticos de la vereda de enfrente. U ocasionalmente enfrentados. Para mejor, se jugó el superclásico entre Boca y River. Que acapara la atención de todo el mundo futbolero y algo más. Que es polarizante, como la política, pero no hay mitad más uno de fanáticos de un lado ni del otro. Ni mucho menos.
¿A la Argentina llegó la normalidad? Mejor no apurarse. Hacía falta un respiro. Quienes estudian las redes sociales advirtieron un bajón de las ya minoritarias conversaciones sobre política. Por más entrenado que esté, no hay cuerpo que aguante semejante ultramaratón de sacudones. Pero a no relajarse. Todavía hay mucho por pasar. Mientras, gocemos de este minioasis. Normalidad tan excepcional que a algunos les puso la piel de gallina. Sin alusiones futboleras.
