Cada 12 de noviembre se recuerda a Sor Juana Inés de la Cruz en un nuevo aniversario de su nacimiento. Se trata de una poeta, escritora y monja mexicana, que se convirtió en una referente prima del barroco hispanoamericano, en un momento histórico en el cual se restringía estas profesiones únicamente a los hombres.
La historia de Sor Juana Inés de la Cruz
Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana nació el 12 de noviembre de 1648 en la hacienda de Nepantla, en el Virreinato de la Nueva España, actual México. Desde temprana edad, demostró un claro interés por el conocimiento y la lectura. Se mudó con sus tíos a la ciudad de México, lo que le ayudó a expandir su formación.

Ingresó a sus 15 años a la corte del virrey Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, y de su esposa Leonor de Carreto, quienes la apadrinaron como dama de honor y mecenas literaria. Fue allí donde profundizó en su interés por las letras y se interesó por lo barroco, a pesar de que era una escena dominada por hombres y las mujeres contaban con poco acceso a la educación formal o a la universidad.
En 1667 entró a la orden de las Carmelitas Descalzas de la ciudad de México, pero al poco tiempo debió abandonar el convento por razones de salud. Dos años más tarde, ingresó a la Orden de San Jerónimo, donde se dedicó a escribir e instruirse en literatura. Su estilo literario combinaba la sensibilidad barroca con la erudición, con un claro uso de metáforas y referencias a la teología.
Sor Juana Inés de la Cruz falleció el 17 de abril de 1695, a sus 43 años, a causa de una epidemia de tifus que afectó al convento de San Jerónimo en la Ciudad de México.
Obra y legado de Sor Juana Inés de la Cruz
El trabajo de Sor Juana Inés de la Cruz abarca la poesía, autos sacramentales, teatro y prosa argumentativa. Primero Sueño es una de sus obras más importantes, aborda la experiencia del alma en búsqueda del conocimiento mientras se duerme. Uno de sus poemas es “Hombres necios”, en el que realiza una clara critica a la “hipocresía masculina” de la época.

Escribió una carta dirigida al obispo de Puebla titulada “Respuesta a Sor Filotea de la Cruz”, en la cual cuestionó su labor y expresó su deseo de que las mujeres pudieran alcanzar el intelecto libre. A lo largo de su carrera, declaró su postura a favor de la educación de las mujeres y la libertad de elegir, pensar y acceder a la cultura. Otros de sus aportes significativos fueron “El divino Narciso”, “El cetro de José”, “Los empeños de una casa” y “Amor es más laberinto”.
Sor Juana Inés de la Cruz es considerada como una de las principales referentes de la literatura hispana, cuyo aporte va más allá de sus obras concretas. A lo largo de su vida luchó por el reconocimiento de los derechos de las mujeres a recibir educación, acceder a la literatura, la escritura y diferentes formas de cultura, desafiando el clima de la época.
Hombres necios
Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis:
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.
Queréis, con presunción necia,
hallar a la que buscáis,
para pretendida, Thais,
y en la posesión, Lucrecia.
¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana;
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende
si la que es ingrata, ofende,
y la que es fácil, enfada?
Mas, entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejáos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga,
o el que paga por pecar?
Pues ¿para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.
Dejad de solicitar,
y después, con más razón,
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.
Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.
