“Para serte sincero, lo que veo es una repercusión asombrosa que nos llega de todos lados, compañeros de la industria, gente que no me conoce y va desde las cosas buenas hasta las malas. Tuve la suerte de haber hecho proyectos de mucha repercusión, pero en este caso se triplicó”. Pasaron apenas 10 días del estreno en Prime Video de la serie dedicada a Carlos Saúl Menem y su director y showrunner, Ariel Winograd, sigue impresionado por la reacción del público y por todos los comentarios que despierta este primer retrato audiovisual del expresidente a lo largo de seis episodios.
En diálogo con LA NACION, Winograd dice que está muy lejos de su ánimo alimentar las polémicas mientras reconoce al mismo tiempo el valor de todo lo que se dice sobre la serie, incluyendo las respuestas más cargadas de cuestionamientos. “Confío mucho en lo que hicimos –señala el realizador-. No solo es lo que pienso yo, pasa lo mismo con los actores y todo el equipo técnico. Si todo esto sirve para darle a alguien más la oportunidad de verla, bienvenido sea. Ahora empiezo a caer y entender mucho más algunas de las cosas que vivimos durante todo este proceso. Y me pregunto dónde nos metimos».
-¿Y dónde te metiste?
-En un mundo en el que me animé a jugar desde la ficción a buscar la verdad. A que todo sea lo más real posible. Y también a decir desde esa misma perspectiva que todo esto al final es un juego. No quisiera compararme con nadie, pero pienso en lo que hizo Tarantino en Bastardos sin gloria. En el juego verdadero que propone la ficción. Como cuando ves Lo que el río hace, una obra teatral que amo… La ves a ella despidiendo al padre y te preguntás: ‘¿Dónde estoy? ¿En el teatro, llorando mientras veo la escena, o viajando en un micro adentro de la obra?’. Y me parece que ese viaje que decidimos emprender con Leo Sbaraglia, el creador de la serie, Mariano Varela, y todo el equipo, nos llevó a un objetivo que hoy está supercumplido. Después, por supuesto, hay miles de opiniones sobre lo que quisimos decir.
-¿Y cómo se responde desde ese lugar, desde la verdad planteada dentro de una ficción, a cuestionamientos como los que por ejemplo hace Eduardo Menem? Dice que la serie está hecha con mala intención y que desfigura los hechos reales.
-Yo soy muy respetuoso de lo que opina cada uno. Hay que escuchar a todos. Esta serie no es un documental, es una ficción pura. Tomamos personajes que existen para llevarlos a lo que queríamos contar. Nadie dijo: “Esta es la verdad”. No la verdad de los hechos, sino, por ejemplo, de la búsqueda de una interpretación actoral.
-La esencia de la ficción.
-Y hay algo más, que habla de nosotros desde la comedia. Antes, los argentinos nos permitíamos reírnos más de nosotros mismos. Y ahora estamos en una época donde todo se mira con lupa.
-¿Algún político de la época o algún familiar directo de Menem te llamó o te escribió directamente para decirte algo sobre la serie?
-No, para nada. De nuevo, hay que celebrar toda esta repercusión que para mí es 100 por ciento positiva. Hasta lo negativo es positivo, porque eso significa que nos vieron. A mí me encantaría que a todo el mundo le guste la serie, pero ese mundo ideal no existe.
-¿Estamos más sensibles y nos ofendemos con más facilidad? ¿Eso explica algunas reacciones fuertes contra la serie?
-Lo que digo es que ahora nos cuesta mucho decir: “Che, vamos a divertirnos un poco, pongamos play y contemos nuestras historias para el lado de la comedia”. Mamá se fue de viaje les ganó a todas las demás películas de vacaciones de invierno, incluyendo a los tanques de Hollywood, y es una historia nuestra. Lo mismo pasó con El robo del siglo.
-Recuperar el sentido del humor para hablar de cosas serias.
-Los argentinos somos muy divertidos. Tenemos mucho humor y también un poco de cinismo. Y no tenemos que ser tan literales. Por eso vuelvo a lo mismo: escucho las opiniones de todos y las respeto.
-De todo lo que se dijo sobre la serie, ¿qué fue lo que más te llamó la atención?
-Cuando estábamos filmando, cada día teníamos la sensación de que estaba pasando algo mágico. Cada vez que terminábamos de grabar una escena y se oía el “¡corte!” nuestra reacción era: “¡Wow! ¿qué pasó?”. Creo que la mayoría de la gente entendió eso, lo que pretendíamos hacer y adónde quisimos llegar. El tono que buscábamos para contar la historia.
-En los créditos finales de cada episodio se destaca la “participación y colaboración testimonial” de Zulema Yoma y Zulemita Menem. ¿Esa circunstancia los llevó a trabajar de una manera distinta con esos personajes llevados a la ficción?
-No. Todo eso formó parte del equipo de investigación y del trabajo de Mariano Varela en la etapa de desarrollo. Mariano se pasó cinco años entrevistando a todas las personas que puedas imaginarte. Ese trabajo de acumulación de datos ya estaba hecho cuando me incorporé al proyecto. Solo me crucé una vez con Zulemita cuando nos visitó en el set y estuvo allí unos 20 minutos, no más. Después no hubo nada ligado a la serie alrededor de ese tema y mucho menos una bajada de línea.
-La serie se mueve en una delgada línea que se mueve de la comedia a la tragedia y viceversa. Las fiestas en Olivos con Ricky Maravilla y el atentado a la AMIA o la muerte de Carlos Menem Jr.
-En términos generales siempre pensé esta serie como una historia sobre la ambición de poder. Hasta qué punto funciona el poder en la mente de las personas. Y en el caso de Menem aparecen todos los personajes, los más livianos y los más pesados. Cuando pensábamos en las fiestas de Olivos nos preguntamos cómo sería la mejor fiesta del mundo, no solo la menemista. El mejor bar mitzvá, la mejor fiesta de 15, el mejor cumpleaños. ¿Qué temas no deberían faltar? De entrada salió “Qué tendrá el petiso”. Llamemos entonces a Ricky Maravilla para que la cante. Vino y la grabamos como el documental de una fiesta de verdad.
-¿Y del otro lado?
-Tomamos el caso AMIA y el atentado contra la embajada con el respeto y la rigurosidad que se imponen frente a una tragedia que nos tocó vivir a todos. Ahí la serie se convierte en un thriller y adopta un tono que yo no había explorado nunca. Cuando Silverman, una persona de la mesa chica de Menem, no encuentra a un familiar después del atentado hay que plantear las cosas de otra manera. Ya no la vemos desde el punto de vista del poder, sino acompañando a una persona que atraviesa toda esa angustia.
-Eso te permite narrar desde más de una perspectiva.
-Menem puede verse como una telenovela o una sitcom. A veces se transforma en El padrino y a veces incluye todo el cine de Adam McKay, el director de El vicepresidente y La gran apuesta. Veo un proceso muy emparentado con lo que hice en la serie de Guillermo Coppola: crear con la construcción del personaje una atmósfera propicia para que el espectador nos acompañe en el viaje. Y los actores también. A ellos les sirvió mucho que nuestra directora de arte, Natalia Mendiburu, colocara en la mesa presidencial una taza de café con la leyenda “Casa Rosada” o una lapicera igual a la que usó Menem.
-Hablás de un proceso integral, cuidado hasta en el último detalle.
-Lo más importante fue transmitir al espectador las sensaciones de este viaje que fuimos creando mientras filmamos la serie. Y que nos permitió jugar hasta con el montaje. ¿Por qué tengo que contar todo con planos generales o diálogos armados con plano y contraplano? ¿Qué me impide poner a un personaje hablando en off o sobreimprimir una frase? ¿Quién dijo que hay un solo lenguaje para contar esta historia? Todas estas variantes le quedaron muy bien a ese gran mundo pop que fueron los 90.
-Una década que parece interesarte especialmente, porque también la abordás en Coppola, el representante.
-Mucha gente me escribió para decirme que con la serie de Menem viajó de regreso a su adolescencia. Se repite mucho la palabra viaje, ¿no? Esa es la idea, también con las canciones y el material de archivo que buscamos: Ritmo de la noche, MC Hammer, hay muchos detalles que vamos contando en este juego. Hasta que al final lo que pasa no resulta tan bueno para el personaje.
-Cuando Menem se queda completamente solo.
-Grabamos una sola toma de esa escena impresionante. Y al verla te digo que sin Leo Sbaraglia no hubiésemos podido armar esta serie. Tuve la locura de proponerle el papel a Leo, pero en un momento a él se le prendió internamente algo que no llegué en su momento a ver del todo. Nosotros veníamos ensayando bastante, hablando todas las noches y haciendo pruebas. Y el primer día de rodaje llega Leo, todo vestido y peinado como Menem, ya microfoneado, y empieza a saludar y estrechar la mano de cada uno. Me agarra y me dice: “¿Cómo está, Ariel? Vos sos mi asesor, vas a ser mi asesor”. Ahí le respondí: “No, pará, yo soy el director, vos sos Leo”. Y él como si nada… Fue dificilísimo filmar ese día. Pero también fue espectacular.
-¿Cómo siguió todo eso?
-Hubo varios días en que, mirando al monitor, me decía a mí mismo: yo no estoy dirigiendo a Leonardo Sbaraglia, estoy dirigiendo a Carlos Menem. Era tan fuerte el nivel de concentración que me pareció en un momento que Leo entraba en un trance. Algo parecido en un momento le pasó a Griselda Siciliani. Todo fue normal en la grabación, pero con Leo no nos vimos cara a cara hasta que terminó la semana 10 del rodaje. Hablábamos por teléfono todas las noches, pero yo nunca iba a verlo al motorhome y lo filmaba de lejos.
-¿Qué pasó cuando volvieron a verse cara a cara?
-Lloramos, nos abrazamos. Fue una experiencia muy hermosa que al final nos atravesó a todos. Se juntaron muchas cosas buenas al mismo tiempo y yo dejé que todos jugaran, eso fue lo más lindo.
-¿Habrá más Menem en el futuro? ¿Otra temporada?
-Ojalá que sí. Todos los quedamos con ganas de seguir explorando la historia de Menem. Hay mucho más para contar. Ahora todo es una cuestión de tiempo. Sé que la serie está haciendo unos números increíbles en la plataforma.
-¿Te hubiese gustado agregar o sumar algo más a la primera temporada?
-Me hubiese encantado contar el episodio de los viajes a la estratósfera o el encuentro con los Rolling Stones. Claro, después de que se te ocurren te das cuenta que a lo mejor no tienen que ver con la época que estás mostrando, pero hay miles de historias dando vueltas para seguir desarrollando. Hay que explorar y charlar, y después ver si están dadas las condiciones.
-Contaste la historia de Guillermo Coppola y la de Carlos Menem, dos figuras de los 90. ¿Hay algún personaje más de esa década que te atraiga lo suficiente como para imaginar el cierre de una posible trilogía?
-Creo que hay una historia espectacular atrás de Gerardo Sofovich. El tipo que inventó la picaresca y tantas otras cosas. Ojo, no estoy diciendo que voy a seguir con las biopics, simplemente que son cosas que sucedieron juntas y que, como personaje, Gerardo es interesantísimo. Debe haber mucho material por ahí y testimonios de gente que lo conoció. Tuvo una vida alucinante.