Una mujer con una esterilla de yoga en la espalda cruza el portón de acceso con un mate en una mano y el celular apagado en la otra. Más atrás, una pareja consulta la grilla de actividades y un grupo de amigas se saca una foto junto al cartel de bienvenida. Aunque el día recién empieza, algo se percibe en el aire: no es un festival de música, ni una feria comercial, ni un evento deportivo. Es otra cosa.
Es el Bienestar Fest, organizado por LA NACION junto a OSDE, que se lleva a cabo hoy sábado 1 de noviembre y mañana. La propuesta es pausar, respirar, estirar, reconectar. Durante dos días, el Hipódromo de Palermo se convierte en un espacio abierto con actividades vinculadas al autocuidado físico, mental y emocional: yoga, meditación, stretching, charlas, cocina saludable, danza libre, música ambiental y prácticas orientales como taichí y reflexología.
La propuesta, sin embargo, no busca prescribir una fórmula. Más bien, funciona como un laboratorio de experiencias breves —y accesibles— para que cada visitante explore qué le sirve, qué lo mueve, qué lo centra. La consigna general es clara: soltá, sentí, animate. Pero, más que un lema de marketing, en este caso es también una guía para moverse con autonomía por el predio y sus múltiples islas de actividades.
Al predio ya ingresaron más de 2000 personas para esta cita imperdible.

“Oro blanco”: el alimento milenario que ayuda a restaurar la flora intestinal

Movimiento y conciencia: primeros pasos del día
Pasadas las 12, con el césped todavía fresco y el cielo despejado, el escenario “Flux” dio inicio al cronograma con una charla de Daniel Tangona, referente local en entrenamiento físico con una visión integral de la salud. Bajo el título “La salud es el nuevo lujo”, Tangona propuso pensar el bienestar no como un destino inalcanzable sino como una práctica cotidiana, sin mística, sin promesas vacías.
Habló de hábitos, de rutinas, de descanso, y de lo que significa —concretamente— vivir con calidad. “Hoy dormir bien, caminar sin dolor y estar lúcido es más valioso que cualquier objeto de lujo. Pero hay que trabajarlo”, sostuvo.

Minutos después, Agustín Carmuega lideró una clase de Animal Flow, una disciplina de movilidad que combina elementos de yoga, acrobacia y desplazamiento animal. Los movimientos, ejecutados en el suelo, exigen fuerza, control corporal y coordinación.

La propuesta tuvo una alta convocatoria entre el público joven. “Nunca hice algo así, pero me enganché. Sentí músculos que no sabía que tenía”, comentó Tomás, 31 años, diseñador gráfico, que vino con su pareja.

El cierre de este bloque fue una sesión de ecstatic dance guiada por la DJ y performer Sofi Lofi, que desde su consola propuso un set ascendente de música electrónica downtempo. Sin reglas ni pasos preestablecidos, quienes participaron —algunos con los ojos cerrados— fueron improvisando movimientos al ritmo de una música que no pide performance sino presencia.
Respirar, cocinar, descansar
A las 12,30 en el Espacio Inspiración, la nutricionista y facilitadora Pinky Zuberbühler guió una meditación breve orientada a gestionar la ansiedad. “La idea es observar el pensamiento sin pelearse con él”, dijo al iniciar. El silencio era casi absoluto. Apenas un murmullo de viento y los pasos de quienes circulaban por los bordes. “Fue simple, pero muy potente. Sentí que bajé dos cambios en diez minutos”, compartió Luciana, 37, trabajadora social.

Más tarde, la cocinera Karina Gao se puso el delantal para un showcooking saludable: una ensalada tibia con tofu crocante, vegetales encurtidos y aderezo cítrico. La receta, pensada para ser replicada en casa, fue presentada como una herramienta más para incorporar en la rutina. “Me gustó que no vino a hablar de ‘comida buena o mala’, sino a compartir una forma distinta de cocinar sin complicarse”, dijo Micaela, 25, que vino con su mamá.

En la Zona Chill, el DJ JAROC sostenía la atmósfera general con un set de ambient y minimal electrónico. Mientras tanto, en los márgenes del espacio verde, los asistentes se recostaban sobre lonas, tomaban agua de coco o escribían en libretas. “No es un festival donde hay que correr de actividad en actividad. Acá podés parar. Literalmente”, reflexionó Esteban, 45, ingeniero en sistemas.
Yoga, stretching y prácticas funcionales
A las 13 h el escenario principal alojó una práctica abierta de Yoga Flow by Curflex, conducida por Néstor Martínez, que combinó secuencias dinámicas, respiración consciente y estiramientos guiados. El ritmo fue pausado, inclusivo y progresivo. Participaron personas de distintas edades. “Vine sin expectativas y terminé haciendo posturas que pensé que no me iban a salir”, dijo Andrea, 52, que descubrió el evento a través de Instagram.

En las islas propuestas por Megatlón, el público rotaba entre actividades de entrenamiento funcional, stretching, pilates y cardio de alta intensidad (HIIT). Allí, el tono era más activo y la música más marcada. En un rincón, un grupo de mujeres salía de una clase de glúteos con toallas húmedas y jugos naturales en la mano. “Me gustó que convivan las propuestas más físicas con otras más introspectivas”, apuntó Julia, 29, instructora de fitness.
A las 14, el cronograma continuaba con una clase de stretching consciente a cargo de Agustina Echegoyen, y una sesión de hipnosis y reprogramación mental en el Espacio Inspiración, dirigida por Paula Echeverria. También estaban por comenzar actividades como taichí, terapia postural, reflexología y una segunda meditación artística en la Zona Chill.
Primeras conclusiones
Transcurridas las primeras tres horas del Bienestar Fest, la sensación general es la de una propuesta curada con criterio, orientada a públicos diversos y con una logística cuidada. No hay saturación ni colas excesivas. La circulación es fluida. La señalización es clara. Las actividades se respetan en tiempo y forma. Y, sobre todo, no hay una única forma de participar: se puede asistir a clases activas, escuchar charlas, meditar, comer, descansar o simplemente caminar y observar.

En un contexto donde el “bienestar” muchas veces se reduce a un hashtag o a un producto de consumo rápido, la propuesta de hoy tiene otro ritmo, otra escala, otra lógica. Hasta las 14 h, lo que se vio fue una invitación concreta a detenerse, a revisar los hábitos, y a explorar qué pasa cuando uno desacelera sin sentirse improductivo.
La jornada sigue hasta las 18 h, con nuevas actividades, más música y un cierre musical a cargo de Zoe Gotusso. Pero, por ahora, el balance es claro: el bienestar, más que una promesa, puede empezar a experimentarse en el cuerpo. En presente. En un día como hoy. El reloj marca las dos de la tarde pero la sensación es de haber vivido ya varias jornadas.
