En el año 1965 los jugadores de rugby del Club Universitario de Buenos Aires alcanzaron una hazaña jamás igualada: todas sus categorías, de la primera a la quinta, se consagraron campeonas del torneo organizado por la Unión Argentina de Rugby.
El jueves pasado, 60 años después de ese hito único en la historia de la ovalada, aquellos campeones de entonces volvieron a reunirse en la elegante sede que tiene el club en la calle Viamonte al 1500 con objeto de rememorar la proeza y revivir aquellos viejos tiempos.
Antes de ingresar al lugar para disfrutar de la comida por el glorioso aniversario, los más de 40 exrugbiers presentes, todos mayores de 75 años, se ubicaron en el elegante salón del primer piso de la entidad, de espaldas al hogar a leña, con el fin de tomarse una foto grupal para LA NACION, único medio invitado al evento.

Mientras el fotógrafo iba logrando la difícil tarea de acomodar a los presentes en ese ambiente para que entraran todos en su lente, uno de ellos le gritó: “Apurate, que envejecemos más”.
Es apenas una de las primeras bromas de una noche donde la camaradería profunda de esos excompañeros se percibe en cada diálogo y en cada recuerdo de aquel pasado excepcional.
“Un hecho extraordinario”
“La alegría de encontrarse y abrazarse con tanta gente que hace tanto tiempo no veía es impagable”, dice emocionado Daniel Bracht, inside de la cuarta división campeona de CUBA, organizador, entre otros, del encuentro y uno de los protagonistas de aquel logro que recordará a lo largo de la noche.

“Fue un hecho extraordinario. Único en el mundo”, dice el reconocido abogado Carlos Fontán Balestra, presidente de Telefe durante una década, un hombre que ganó cinco campeonatos en la primera de CUBA, uno de ellos en aquél inolvidable 1965, con 23 años. Además, ese mismo año, Fontán Balestra fue el técnico de la cuarta división del club, también campeona. “Las seis categorías fueron campeonas. Dos de ellas, invictas”, precisa.
Una de ellas, todos coinciden, es la quinta categoría. Sin embargo, sobre la otra invicta, hay versiones encontradas: unos dicen que fue la tercera, mientras otros sostienen que fue la reserva. A decir verdad, a esta altura del festejo -y de sus vidas- poco importa.
Fue así. En septiembre de 1965, Club Universitario de Buenos Aires se consagró campeón en primera, intermedia, reserva, tercera, cuarta y quinta. En total, unos 117 jugadores vistieron esa temporada la casaca azul y negra en la suma de las seis divisiones. Los números que registran la hazaña son tan fríos como categóricos: todas las categorías jugaron 114 partidos, CUBA ganó 105, empató tres y solo perdió seis.
El secreto, la amistad
“El secreto de haber ganado en todas las divisiones fue la semilla que nos pusieron nuestros jugadores mayores, que nos hicieron amigos”, dice Domingo Segura, hooker y capitán de la cuarta categoría, que fue la última en consagrarse campeona. La amistad, el sentido de pertenencia, y el legado que pasa de generación en generación son conceptos que se repiten a lo largo de la noche.

“Hay una forma de interpretar el deporte y la amistad que es para toda la vida”, dice Luis Ugarte, wing de la reserva campeona del 65. Y detalla: “Muchos somos padrinos de los hijos de nuestros compañeros. Incluso, hay hijos de algunos muchachos que se casaron con las hijas de sus compañeros de equipo. Es una verdadera familia”.
Además, hay un compromiso también con el club que prosigue con los años: “Muchos seguimos juntándonos los lunes a almorzar acá, muchos hemos participado de la Comisión Directiva, también hicimos la Fundación CUBA que fue un logro importantísimo y ya lleva casi 20 años”, añade Segura, que proclama estar “orgulloso del club, sin ninguna duda”.
La foto de los campeones
Los hombres que supieron poner en lo más alto el nombre de CUBA lucen en el reencuentro con estilo formal. Abundan los trajes y las corbatas. Algo similar a lo que pasó 60 años atrás, cuando los flamantes campeones se reunieron en el gimnasio de la calle Viamonte para eternizarse en una foto que, exhibida luego a las nuevas generaciones, daría testimonio de la historia grande del club.

“Crecimos en Viamonte y en Villa de Mayo con ese cuadro en la pared con todos los campeones”, dijo, en un discurso de bienvenida a los comensales, Segundo Pinto, titular de la Capitanía de Rugby del Club.
“Fue parte de nuestra infancia, es un faro también para nosotros, que tratamos de continuar ese legado, para poner el club por encima de de todo. Quería simplemente agradecerles, para mí es un honor y un orgullo. ¡Siempre CUBA primero!“, concluyó.
Las cuestiones de la memoria son así. Los “cubanos” reunidos pueden rememorar jugadas y momentos clave de los partidos disputados, pero no saben a ciencia cierta cuál fue el día exacto de la consagración.
Es que, en realidad, no ocurrió todo en una misma jornada. Cuatro categorías festejaron primero y el último fin de semana se alzaron con la copa la reserva y la cuarta, que fue la última en dar la vuelta olímpica, el domingo 26 de septiembre por la mañana.

La cuarta completa la hazaña
“El nuestro era el último partido que faltaba para completar las divisiones. Todas las demás habían salido campeonas. Faltábamos nosotros. Era una responsabilidad muy grande, todo el mundo estaba afuera de la línea de touch mirándonos”, recuerda aquel partido decisivo Daniel Bracht. Y revela divertido: “Por suerte ganamos. Si no, nos hubieran puteado en arameo”.
El encuentro se disputó en Villa de Mayo, la casa de CUBA, y el rival era La Plata Rugby Club, que necesitaba un empate para consagrarse campeón. Bracht recuerda un momento trascendente de aquel encuentro: “Hubo un scrum cerca del in-goal. El entrenador nuestro, Carlitos Fontán, le pegó un grito al apertura, que era Luis Zorraquín: ‘No se la pasés a nadie’. Bueno, el gordo Zorraquín hizo caso, bajó el morro, encaró… después de unos topetazos, hizo el try, que fue el definitivo”.

Sobre el final del match, La Plata hubiera empatado el cotejo si lograba una última conversión, pero el tiro fue errado y el match terminó 8 a 6 en favor del local. “Tuvimos suerte. Confieso que ellos tenían mejor equipo que nosotros, pero no ganó el mejor equipo, sino el que tuvo más suerte”, señala Bracht.
“Pero como decía (Carlos Salvador) Bilardo: ‘Los goles no se merecen. Se hacen’”, dice, a su lado, Juan Carlos ‘el Gordo’ Gascón que jugó aquel partido, pero del lado de La Plata, y fue un convidado especial de este encuentro entre cubanos. “Para mí fue un honor que me hayan invitado a esta cena”, dice el exjugador platense que resalta la camaradería de aquella clase del 47.

“Particularmente nosotros, de la cuarta, éramos un equipo de jugadores más o menos, no éramos cracks, ni mucho menos. Ganamos porque estaría todo el club atrás nuestro. Igual te digo, no sé si éramos grandes jugadores, pero éramos grandes personas, realmente”, acota por su parte Domingo Segura, capitán de aquella cuarta campeona.
“Traían champagne para festejar su campeonato”
“Éramos un equipo invencible, esa es la sensación que yo tenía”, cuenta Jorge Huergo, back de la quinta invicta de CUBA de 1965. Luego aclara que, más allá de esa sensación, llegaron a enfrentar a un rival muy fuerte en la fecha definitoria. “Era el San Luis de La Plata”, informa el ‘cubano’, y agrega: “Era un equipo de bastante envergadura, y tenía tremendos gorutas, dos o tres tipos de 120, 130 kilos. Si nos vencían, eran campeones ellos, pero nos sobrepusimos y ganamos nosotros”.
Al recordar a aquel rival, hay un detalle que no pasó desapercibido y que el exrugbier recuerda rigurosamente aún seis décadas más tarde: “Los vimos bajar de los autos con bolsas. Traían botellas de champagne para festejar su campeonato. Eso nos estimuló para redoblar esfuerzos. Terminamos festejando con la bebida que ellos trajeron. Estaba muy buena”.

Huergo recuerda aquellos tiempos de “toda alegría”. “A los 16 años, no es otra cosa. Éramos Superman”, define. De ese partido final, que terminó 6 a 3 en favor de CUBA, el back apunta que le tocó participar en el marcador, “con un try de toda la cancha que todavía recordamos”, dice.
El exjugador de la quinta se toma su tiempo para mencionar y agradecer a sus dos entrenadores de entonces: “Uno era Alberto Dumas, fanático enfermo del rugby que nos juntaba y nos daba manija. El otro, Alejandro Álvarez Amuchástegui, también un tipo que sabía mucho de rugby. Ellos juntaron a un grupo de tipos que jugaban bien, y nos hicieron creer en nosotros. Compartir el mismo rumbo nos hizo mejores”.

Para el libro Guinness
“Puedo decir que la reserva nuestra, la A, fue, de todas las divisiones que salieron campeonas, la de mejor performance”, dice, con orgullo, Luis Ugarte, wing de la reserva de CUBA.
“Tengo revistas de esa época donde se ve que tuvimos un solo try en contra. Es como si en un campeonato de fútbol nos hubieran hecho un solo gol”, añade.
De inmediato, el exjugador de reserva enumera las razones que hicieron de aquel equipo una formación casi invulnerable: “Teníamos un buen grupo de forwards, que eran capitaneados por Hugo Miguens, que después fue capitán de Los Pumas. Teníamos un medio scrum creativo, Guillermo ‘la Negra’ Blaksley, que improvisaba constantemente. Y teníamos uno de los tres cuartos, Ernesto Núñez Monasterio, al que le decíamos ‘Nolo’, abreviación de ‘No lo pisen’, porque era muy chiquito. Para colmo, el otro wing era yo, que me decían ‘Pulgarcito’… yo siempre pienso que el contrario nos veía y se reía de los enanitos de enfrente. ¡Pero éramos dos liebres!“.
Ugarte dice que lo que hicieron de las seis categorías campeonas hay que mandarlo para el libro Guinness de los récords. “No creo que mundialmente haya pasado. Además de tener buenos jugadores, hay que tener un poco de suerte”, asevera.

Al hablar de lo que significa para él esta reunión con sus excompañeros y amigos, el campeón se quiebra y dice: “Yo te diría que siento alegría, emoción, recuerdos y después, sobre todo decís: ‘¡Qué rápido pasó la vida!’. Después, siento mucho agradecimiento, porque tuve una buena familia, de siete hermanos, buenos colegios, buenos clubes, buenos deportes, todo lo bueno, los amigos… entonces, verdaderamente somos bendecidos”.
La primera contra Los Pumas
La primera de CUBA se consagró campeón una fecha antes de que concluyera el campeonato, el 12 de septiembre de 1965, con un triunfo contundente de 14 a 0, de visitante en Don Torcuato, contra Buenos Aires.

“Merecida victoria de Universitario, en un encuentro en que dominó en las dos etapas -en especial en la primera- y en el que Buenos Aires poco pudo hacer ante la neta superioridad de los forwards visitantes”, decía la crónica de LA NACION al día siguiente del gran logro.
Claudio Teloni, uno de los protagonistas de esa gesta, tenía 22 años en el 65, pero prefiere contar una anécdota que ocurrió después del campeonato. Y que tiene que ver con la formación, justamente ese año, de un seleccionado de rugby de la Argentina que fue bautizado como Los Pumas.
“Es el año que debutan Los Pumas, que van y ganan en Sudáfrica -cuenta Teloni-. Éramos todos amigos. Cuando vuelven fuimos a los premios Olimpia, que eran en el Luna Park. Nosotros les tirábamos miguitas de pan y los desafiamos. Les decíamos: ‘¿Qué van a ganar ustedes?’. Jugamos un partido y te digo que fue ahí hasta el final… ¿Y sabés qué fue lo más divertido? ¡El tercer tiempo! Porque éramos todos amigos».

La época de oro
Los jugadores de las seis categorías también guardan un respetuoso recuerdo de los que ya no están. “De nuestra división, la cuarta, se murieron siete. Así que fijate, de la categoría que eran 18 o 20, siete es un montonazo. Es triste”.
“Quedamos unos cuántos todavía. Algunos, lamentablemente, partieron”, se conduele Segura, que también resalta que los 60 años desde el 65 pasaron “rapidísimo”, pero que hay que agradecer a Dios “lo que nos ha podido brindar. Entre otras cosas, este club”.

Para subrayar sus recuerdos y sentimientos, Huergo asevera que aquella fue la “época de oro de CUBA”. Segura, por su parte, dice con vehemencia: “60 años después, te puedo decir que mis mejores amigos están acá”.
Y Bracht redondea toda la épica de aquellos tiempos con lo que era la rutina de entonces en el club: “No había tantas divisiones como hay ahora y éramos más juntos. Los lunes veníamos acá al bar, todos. Entonces, vos que eras de la cuarta veías a los de la primera y era ver a un ídolo que estaba al lado tuyo tomando un whisky y que te daba bola, y que te contaba cómo habían salido. Era muy lindo. Después, todo eso se ha perdido, pero bueno…”.

El encuentro termina. Los protagonistas abandonan de a poco la sede Viamonte de CUBA. Por ahora, terminaron las risas y las anécdotas. El silencio y la oscuridad copan el lugar, pero la hazaña ya está escrita en la historia. Y la gloria permanece.

