“En la Argentina hay un ACV cada tres a cuatro minutos”. De esta forma, el neurólogo Alejandro Andersson resaltó la frecuencia de los accidentes cerebrovasculares en el país. En su visita a LN+, el especialista también hizo referencia al caso “Locomotora” Oliveras y compartió una serie de recomendaciones que ayudan a prevenir este cuadro.
“Un ACV es una arteria del cerebro que se tapa o se rompe”, explicó Andersson. «En el 80% de los casos se tapa, lo que representa un ACV isquémico, como el que tuvo Oliveras, también conocido como trombosis o embolia. El otro 20% son hemorrágicos: en ambas situaciones las neuronas no reciben oxígeno ni la glucosa, es decir, el alimento», detalló.
Ante la pregunta sobre cuál es más grave, el neurólogo respondió: “Depende el tamaño. El hemorrágico a veces es más explosivo y el isquémico en muchos casos puede no tener síntomas, pero comprometer un volumen cerebral muy grande que obligue a la intervención quirúrgica. De todos modos, ambos pueden ser graves“.
¿Qué le pasó a “Locomotora”?
“En el caso Oliveras pudo haber influido el entrenamiento muy exigido y los golpes recibidos, que pueden generar disecciones arteriales de la carótida o de las arterias del cuello cuando lo giran rápidamente, como suele ocurrir en el caso de muchos deportistas, como por ejemplo los nadadores que se lanzan al agua en una posición incorrecta”, opinó.
Luego especificó: “En los boxeadores aparece lo que se llama encefalopatía traumática crónica, también denominada demencia pugilística: personas que por recibir cierta cantidad de golpes en la cabeza van teniendo un deterioro motor, al estilo Parkinson y un deterioro del tipo cognitivo”.
“Las arterias son caños que tienen tres capas, y en movimientos bruscos como los del boxeo, se separa la capa media de la capa interna, generando una alteración del flujo que puede decantar en un ACV isquémico”, subrayó.
Según Andersson, otro factor de riesgo en el caso de los deportistas de alto rendimiento “es el consumo de productos anabólicos o esteroides, que aumentan mucho el riesgo de ACV”.
Tips para prevenir un ACV
Para el neurólogo existen diversas etapas de prevención. “Una primaria y elemental, que incluye cuidarnos de la hipertensión arterial, de la diabetes, del colesterol, no fumar o tener una rutina de laboratorio anual. Con todo eso bajas la incidencia y prevalencia del ACV”, apuntó.
“También puede pasar que una persona no tenga síntomas pero sí antecedentes familiares, por ejemplo, de aneurismas, que son dilataciones de las arterias en los lugares de bifurcación porque naciste con una debilidad. En esos casos lo mejor es hacerse una angioresonancia para ver como se tiene las arterias, con una sencilla intervención por cateterismo te ahorras un futuro problema”, detalló.
Por último se dirigió a quienes sufren de cefalea recurrente. “Una cosa es que un día sintamos un dolor llamativo, que me explota la cabeza: ahí tengo que ir rápidamente a una guardia porque puede ser la llamada de atención de un ACV o aneurisma“, puntualizó.
“Ante algún síntoma extraño, hay que saber que existe una ventana terapéutica de cuatro horas. Que te permite ganar tiempo si, por ejemplo, dejas de ver con un ojo o perdés la sensibilidad en la mitad del cuerpo. Nunca debemos olvidar que los ACV son la primera causa de discapacidad neurológica”, concluyó.
Síntomas de un ACV
R.A.P.I.D.O es una herramienta nemotécnica para recordar los síntomas de un accidente cerebrovascular (ACV) en la Argentina, enfatizando la importancia de la rapidez en la búsqueda de asistencia médica. Los signos incluyen:
- Rostro caído
- Alteración en el equilibrio
- Pérdida de fuerza, brazo y/o pierna
- Impedimento visual repentino
- Dificultad para hablar
- Obtener asistencia médica
ACV en adultos jóvenes
Un informe de The Lancet Regional Health publicado en abril advirtió que entre 1990 y 2015 se ha registrado un crecimiento sostenido de accidentes cerebrovasculares en adultos jóvenes, sobre todo en mujeres entre el rango de 15 a 49 años.
Los especialistas señalan varias causas detrás de este repunte. La escasa atención a los factores de riesgo clásicos —hipertensión, diabetes y sobrepeso— emerge como un desencadenante fundamental. Sin embargo, también ganan protagonismo otros elementos, como el estrés continuo, la vida sedentaria, la contaminación ambiental y el consumo de sustancias perjudiciales, que podrían estar alimentando esta tendencia.