PARÍS.- Más de 30 años después del fin de los ensayos de armas nucleares en Estados Unidos, Donald Trump ordenó al Ministerio de la Guerra el jueves pasado “proceder inmediatamente a la prueba de las armas nucleares estadounidenses en igualdad de condiciones. (…) debido a los programas realizados por otros países”. Una decisión que desató temores planetarios sobre la posibilidad de un retorno a la escalada nuclear.
“Las suspendimos hace años, muchos años”, dijo Trump a los periodistas en el Air Force One, de regreso de Corea del Sur, en referencia al hecho de que la última prueba explosiva estadounidense de un arma nuclear fue en 1992, durante el gobierno de George H. W. Bush. “Pero si otros están haciendo pruebas, creo que es apropiado que nosotros también lo hagamos”.
Salvo que los demás no lo hacen. La única nación que ha realizado pruebas con regularidad en el último cuarto de siglo es Corea del Norte, y la última fue en septiembre de 2017. Trump dijo también a los periodistas que no incluía a China en esa lista de naciones. La última prueba explosiva china fue hace 29 años, aunque hay indicios de que el país ha hecho preparativos en Lop Nur, donde Mao demostró por primera vez las capacidades nucleares del país en la década de 1960.

Moscú, por su parte, no ha realizado ninguna prueba desde hace 35 años, en los últimos días de la Unión Soviética. En todo caso, la declaración de Trump no es clara y contiene varias afirmaciones falsas. En primer lugar, dijo que Estados Unidos “posee más armas nucleares que cualquier otro país”, lo cual es falso ya que el primer país es Rusia. También afirmó que la modernización completa del arsenal nuclear estadounidense se llevó a cabo durante su primer mandato, que tampoco es cierto: se trata de un esfuerzo a más largo plazo. Finalmente, no es el Ministerio de Guerra el que se encarga de las pruebas nucleares, sino la Agencia de Seguridad Nuclear Nacional (NNSA) que depende del Departamento de Energía.
Pero, como es habitual en el presidente norteamericano, puede haber confundido las pruebas de armas nucleares con la reciente declaración de Rusia de que había probado dos exóticos vectores de armas nucleares: un misil de crucero de propulsión nuclear y un torpedo submarino, llamado Poseidón, que podría cruzar el Pacífico y golpear la costa oeste de Estados Unidos. Ambos están diseñados para eludir las defensas antimisiles estadounidenses, que buscan las cabezas nucleares de los misiles balísticos intercontinentales cuando atraviesan el espacio a toda velocidad.

Trump no detalló tampoco a qué se refería con “pruebas”. Según Héloïse Fayet, investigadora en el Centro de Estudios de Seguridad del Instituto Francés de Relaciones Internacionales (Ifri), hay cuatro hipótesis:
“Primero, probar misiles sin carga nuclear, como acaban de hacer los rusos con el misil Burevestnik o posiblemente con Poseidón. Pero eso Estados Unidos ya lo hace, como lo demuestra la prueba del misil Minuteman III hace varios meses. La segunda opción consistiría en hacer pruebas nucleares ‘subcríticas’, es decir, explosiones que utilizan una cantidad de material fisible insuficiente para provocar reacciones en cadena. Estados Unidos no las realiza desde 1992 tras la firma —aunque no la ratificación— del Tratado de Prohibición Completa de Ensayos Nucleares, el TPCEN. Además, los cinco países poseedores del arma nuclear se han comprometido a no hacerlas. En caso contrario, la NNSA lo haría”.
A juicio de Fayet, Donald Trump tal vez quiera aliviar la norma estadounidense de pruebas “cero rendimiento”. Es decir, sin ninguna energía generada durante las pruebas.
“Pero las ganancias científicas serían muy inferiores a las pérdidas estratégicas. Finalmente, y esta es la hipótesis más preocupante, se trataría de reanudar las pruebas nucleares subterráneas como las que hubo en los años 70-80. El último país en hacer una fue Corea del Norte en 2017. Tengo dudas de que Trump haga lo mismo. En cualquier caso, su declaración sigue siendo muy importante”, afirma Fayet.

Según los especialistas, si Estados Unidos optara por esta última opción, el proceso sería muy lento y muy costoso. E incluso la NNSA considera que no es necesario hacerlo. Lento y costoso porque habría que rehabilitar sitios que no están en condiciones desde hace años. Además, Estados Unidos ha desarrollado, como Francia, todo un sistema de simulación matemática y física que permite continuar la modernización del arsenal sin realizar pruebas.
Estrategia incomprensible
¿Qué pudo motivar entonces la declaración de Donald Trump, pocos minutos antes de reunirse con su homólogo chino Xi Jinping en Corea del Sur? ¿Fue un mensaje dirigido a Rusia, a China o a ambos? Como todo lo que hace el jefe de Estado norteamericano, su estrategia —si en verdad existe— no es comprensible. Por eso los expertos internacionales esperan que su posición sea detallada rápidamente por su administración.
“¿Es una reacción hacia los rusos? ¿O más bien hacia los chinos, que tienen una práctica de pruebas nucleares que roza los límites de lo aceptable? ¿Más aún porque Trump sabe que los chinos tienen muchas armas nucleares, que el programa de Pekín es exponencial, con un objetivo de 1000 cabezas nucleares en 2030, comparadas con las 600 de la actualidad?”, analiza Jean-Marc Le Page, doctor en historia e investigador.
Donald Trump habla mucho de desnuclearización, está claro que no le gustan las armas nucleares, como lo demuestran los ataques estadounidenses en junio pasado contra tres sitios iraníes. Sin embargo, su decisión parece contradecir la estrategia que ha adoptado hasta ahora. Aunque también se sabe que algunos de sus asesores abogan por la reanudación de las pruebas nucleares o al menos para que el presidente prepare los sitios ad hoc.
“Sobre la nuclearización, Donald Trump no tiene doctrina. Normalmente, un presidente estadounidense publica durante su mandato una revisión de postura estratégica sobre el tema. Lo hizo en 2018, pero no es seguro que publique una esta vez. Y si Estados Unidos reanuda sus pruebas, sería únicamente con fines políticos y estratégicos y no con la intención de avanzar en el arsenal”, opina Le Page.
También se sabe que el tratado New Start entre Rusia y Estados Unidos, firmado en 2010 con el objetivo de relanzar la dinámica de no proliferación de armas nucleares, expira el 5 de febrero de 2026. Y, en ese sentido, el anuncio de Trump puede verse como una mano tendida a Vladimir Putin. Lo nuclear se convierte entonces en un objeto de negociación como cualquier otro, del que se puede hablar sin precaución en las redes sociales.
“Porque, si el tratado New Start no se renovara, entonces podríamos esperar que ambos países desplieguen más armas nucleares en sus misiles”, asegura Fayet.
En todo caso, el regreso del tema nuclear en las relaciones internacionales es un tema persistente en los últimos tres años. El mundo está sumergido en ello y las palabras de Trump se inscriben en la línea de una retórica nuclear cada vez más animada y afirmada, aunque hasta ahora más bien del lado ruso. Prueba de ello fue la última intervención del estratega más influyente de Vladimir Putin, Serguéi Karaganov, en la televisión rusa.

“Es hora de adoptar otra táctica y estrategia. Ahora se trata de infundir el terror y el temor a Dios en los aliados europeos de Estados Unidos y de demostrar a las élites estadounidenses que, si persisten en apoyar la guerra contra Rusia como lo hacen hoy, nuestra paciencia tiene límites. Que los golpeará rápidamente y que actuaremos de manera decidida, primero contra sus aliados y luego contra sus bases y otros activos. Hasta ahora hemos dejado relativamente al margen de nuestro gran juego lo que es nuestra principal ventaja: el arma nuclear. Hay que subir más rápido y más alto los peldaños de la escalada militar. Recientemente hemos dado los primeros pasos en ese sentido, con una demostración estratégica. Pero es solo el primer paso”.
“Además de infundir terror en las opiniones públicas, Moscú solo espera eso. El Kremlin, que revocó en 2023 su ratificación del TPCEN, se prepara desde hace años para la reanudación de las pruebas nucleares, aunque siempre ha dicho que no será el primero en abrir la brecha”, agrega Le Page.
Y justamente, el Kremlin matizó el jueves sus recientes anuncios sobre las pruebas de un dron submarino y un misil rusos con capacidad nuclear, subrayando que “no se trataba de ensayos nucleares” propiamente dichos.
“En cuanto a las pruebas del Poseidón y del Burevestnik, esperamos que el presidente Trump haya sido informado correctamente. Esto no puede considerarse un ensayo nuclear”, declaró el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov. “Todos los países se ocupan del desarrollo de su defensa”, pero estas últimas pruebas “no constituyen un ensayo nuclear”, insistió.
En las últimas semanas, el presidente estadounidense ha subido el tono contra el Kremlin mientras sus esfuerzos para poner fin al conflicto ucraniano, en curso desde hace más de tres años y medio, no han dado ningún resultado concreto. Washington y Moscú siguen vinculados por el tratado de desarme New Start, que limita a 1550 ojivas estratégicas ofensivas desplegadas para cada parte y prevé un mecanismo de verificaciones, interrumpidas desde hace dos años. Vladimir Putin propuso a principios de octubre prorrogar ese acuerdo por un año, pero no mencionó una posible reanudación de las inspecciones de los arsenales.
