Escándalos y oportunismo en la mejor hora

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Es su mejor hora, pero se la podrían arruinar los escándalos de módica calidad que protagonizan sus propios compinches. En efecto, no hay registro en la historia que consigne que un partido político (La Libertad Avanza en este caso) haya pasado en cuatro años de contar con dos diputados nacionales -en 2021 eran solo Javier Milei y Victoria Villarruel– a los 95 diputados que logró sumar en los últimos días. ¿Son muchos? Son muchos, pero no suficientes. El Presidente tendrá que asegurarse la presencia en el recinto de 34 diputados más para lograr el quorum necesario, que lo obliga a reunir 129 legisladores; ese es el número con el que el cuerpo puede empezar a deliberar. Requerirá sumar a la coalición parlamentaria Pro-radicalismo para acercarse al número mágico, pero todavía le faltarán unos 12 diputados más, que podría conseguirlos mediante acuerdos puntuales con los gobernadores peronistas que tratan de olvidar que alguna vez se arrodillaron ante Cristina Kirchner. La necesidad de nuevos aportes no elimina el mérito del mileísmo de haber crecido exponencialmente como partido político en solo cuatro años. Esa conquista se respalda en una sociedad que reiteró en las elecciones del 26 de octubre pasado su necesidad de un cambio profundo en las políticas públicas. El desafío del jefe del Estado es llevar ahora los trofeos macroeconómicos (superávit fiscal, no emisión espuria e incipiente acceso a los mercados internacionales de crédito) a la microeconomía y a la actividad económica, que es donde vive la gente común. El prestigioso Observatorio Social de la UCA consignó una caída en el nivel de pobreza del país, pero también constató que casi la mitad de los argentinos no llega a fin de mes con sus ingresos. Es un problema serio que afecta sobre todo a la clase media y que provoca un alto nivel de estrés económico, según la conclusión de esa agencia de la universidad católica. En verdad, esos son los conflictos importantes de la administración de Milei, aunque sus funcionarios se entretengan con trifulcas escandalosamente menores.

No es menor, en cambio, un debate embrionario que comenzó en los últimos días sobre la integración de la Corte Suprema, donde hay solo tres jueces de los cinco que integran el cuerpo. La única unanimidad permanente de ese tribunal es que no puede seguir funcionando con solo tres jueces. Cada resolución de la Corte necesita ahora la misma opinión de los tres magistrados porque el cuerpo está legalmente integrado por cinco jueces; tres, que son los que hay, significan la mayoría de cinco. Si alguno de ellos no está de acuerdo con los otros dos (o si cada uno tiene opiniones distintas), el tribunal debe sortear jueces subrogantes entre los presidentes de las cámaras federales. Es una anomalía porque esos jueces no pasaron por los estrictos controles que establecen la Constitución y la ley y porque, además, podrían establecer una jurisprudencia oscilante para significativas cuestiones jurídicas. Los fallos de la Corte Suprema crean jurisprudencia que deben ser acatada por las otros instancias de la Justicia.

El principal obstáculo que la política no pudo esquivar hasta ahora es la necesidad de conseguir los dos tercios de los votos de los senadores presentes (no del total) a favor del acuerdo a los candidatos propuestos por el Gobierno para jueces de ese tribunal cimero. De hecho, en abril de este año la Cámara alta rechazó los pliegos enviados por Milei para que le aprobaran las designaciones del polémico juez federal Ariel Lijo y del académico Manuel García-Mansilla como integrantes de la Corte. La oposición en bloque se unió contra esas nominaciones, sobre todo porque Lijo provocó un estrepitoso debate sobre sus condiciones para convertirse en uno de los cinco jueces más importantes del país. García-Mansilla cayó junto con Lijo porque muchos gobernadores, que no querían alejarse de Milei, les pidieron a sus senadores que votaran en contra de los dos y no solo de Lijo, que era el más cercano a Milei; el cuestionado juez llegó al despacho presidencial propuesto por el expresidente de la Corte Ricardo Lorenzetti. Al revés, ahora varios senadores radicales, de Pro y hasta algunos peronistas, están dispuestos a votar a favor de García-Mansilla, quien no tuvo muchas objeciones cuando se trataron su pliego y el de Lijo. La más insistente crítica a García-Mansilla fue sobre su opinión contraria al aborto, pero el jurista aclaró que él se sentaría en la Corte para hacer cumplir las leyes, no para conformar sus opiniones personales.

La política no es estática y puede cambiar vertiginosamente

Hasta el próximo miércoles, a cualquier gobierno no peronista le sería imposible alcanzar el acuerdo senatorial con los dos tercios sin un acuerdo con Cristina Kirchner, porque ella controla un bloque de 34 senadores, tres menos que la mayoría absoluta y esenciales para lograr los 48 votos que necesitan los dos tercios si todos los senadores estuvieran en el recinto. Pero el bloque del partido que formalmente preside la viuda de Kirchner perdió seis senadores en las elecciones de octubre; quedó solo con 28 integrantes en el cuerpo que se conformará el miércoles. Según la información que trasciende de ese bloque solo entre 10 y 12 senadores responderían ciegamente a ella. El resto de los legisladores peronistas del Senado prefieren escuchar con más atención a sus gobernadores que a una lideresa presa, expuesta dos veces por semana a duras acusaciones sobre supuestos hechos de corrupción en el gobierno de los dos Kirchner. “Es posible darles el acuerdo a los dos jueces de la Corte sin negociar con Cristina Kirchner”, asegura un senador que pertenece al bloque radical. Sucede que a muchos de los senadores peronistas los sorprendió la eventual candidatura de Anabel Fernández Sagasti, una senadora mendocina que es incondicional de la señora de Kirchner. “Es muy simple: Cristina quiere sentarse ella en la Corte”, deduce un peronista crítico de la expresidenta. Se supone que un juez de la Corte es solo un voto y que, por lo tanto, no influye en las resoluciones y fallos del tribunal. Error: un miembro de la Corte tiene varias maneras de poner a dormir los expedientes que llegan a su despacho. No puede influir en la decisión final, en efecto, pero puede postergar hasta la eternidad una resolución del máximo tribunal. Las decisiones de la Corte, sobre todo cuando las causas han sido resueltas por todas las otras instancias, son las que le dan la condición de sentencia definitiva.

El próximo desafío del Gobierno será la nominación de los dos candidatos para integrar la Corte y cubrir las vacantes existentes. Desde la cresta del poder mileísta no trascendieron nombres, pero hay senadores que sostienen que el Gobierno debería presentar ya mismo, en la sesiones extraordinarias, sus candidatos. “Varios gobernadores peronistas solo deslizarán que ellos quisieran poner un candidato a cambio, pero negociarán porque este es un momento de exitismo”, asegura un senador libertario, y agrega: “Milei debería elegir a dos personas irreprochables y reclamar ahora por el acuerdo a ellas”. Otros sectores del Gobierno se inclinan, en cambio, por postergar las postulaciones hasta las sesiones ordinarias del Congreso en marzo próximo. Cuidado: la política no es estática y puede cambiar vertiginosamente. En los últimos días se volvió a hablar de la candidatura de Miguel Nathan Licht, actual presidente del Tribunal Fiscal de la Nación (resuelve los conflictos entre el Estado y los contribuyentes), que sería otra propuesta de Lorenzetti. El extitular de la Corte tiene acceso, según versiones extraoficiales, a Karina Milei más que a Javier Milei. Licht acaba de crearse un conflicto innecesario, porque publicó dos tomos referidos a una interpretación constitucional con el aporte de la ley judía a esos razonamientos, según el propio título del trabajo. Son casi 1200 páginas con citas erróneas de libros o directamente con citas de libros que no existen, como uno que le atribuyó falsamente al actual vicepresidente de la Corte, Carlos Rosenkrantz. Licht justificó sus errores asegurando que escribió esos tomos usando Inteligencia Artificial. Si ese es el progreso que significa la Inteligencia Artificial, es mejor optar por los errores humanos. Licht, que viene de una familia honorable, forma parte de la comunidad judía y presentará sus flamantes tomos el próximo 16 de diciembre en el templo Menora, una organización judía mundial para la juventud. Lorenzetti acaba de presentar su último libro, El liderazgo del caos, en el mismo templo de la religión judía. Asistieron casi todos los jueces federales con despachos en Comodoro Py. Ni que hubieran tomado lista de asistencia. Desde las oficinas del expresidente de la Corte suelen promocionarse la actividad y las posiciones de Licht, que fue secretario letrado de la Corte cuando Lorenzetti era su presidente. Muchos miembros de la dirigencia política y judicial argentina conocen la sincera simpatía del Presidente por el pueblo judío y su religión. Y no pocos buscan encontrar su aceptación frecuentando a la comunidad judía. Antes no lo hacían. Milei debería tomar nota del oportunismo. Nunca hubo un juez de religión judía en la Corte Suprema; es hora de que lo haya, pero debería ser un jurista personal e intelectualmente intachable. Los hay, cómo no. También debería ingresar una jurista mujer a la Corte porque ahora no hay ninguna, pero con el necesario nivel intelectual y la indispensable independencia política. Las hay, cómo no.

A pesar de su significación, esos no son los temas que preocupan al jefe del Estado y sus funcionarios. Si bien se mira lo que sucedió en los últimos días en el servicio de inteligencia del Estado y en el Congreso, puede concluirse que el mileísmo está necesitando con urgencia un gerente de Recursos Humanos en condiciones de discernir entre los buenos y los malos que se amontonan en las puertas del oficialismo. La escandalosa salida del exjefe de la SIDE Sergio Neiffert fue una prueba de ese descalabro dentro de las permanentes peleas internas en el Gobierno. Milei calla, porque seguramente su único interés está puesto en la economía. Pero tantas discordias internas podrían poner en un inservible riesgo a su administración. En las vecindades de Santiago Caputo, padrino del exjefe y del actual jefe de los servicios de inteligencia, aseguran que Neiffert se chifló en los últimos tiempos. ¿Qué más puede pretextar quien lo propuso? Lejos de Caputo se quedan con la versión más constatable: Neiffert nunca tuvo el nivel necesario para tener a su cargo el servicio de inteligencia del Estado. Su antecedente más notable era, antes de recalar en la SIDE, su condición de expresidente del Consejo Escolar del partido de Malvinas Argentinas. Por lo que se sabe, estos últimos tiene la versión más fidedigna de Neiffert. Se necesita carecer de calidad personal y política para protagonizar un escándalo en la puerta de su casa vestido solo con un calzoncillo, según reveló Jorge Liotti en LA NACION y lo confirmaron fuentes conocedoras de lo que ocurrió. Algunos funcionarios sostienen que el jefe de la SIDE que sucedió a Neiffert, Cristian Auguadra, es un contador con escasa experiencia en el espionaje, pero más ordenado y cerebral que su antecesor. Otros proponen directamente la intervención del servicio de inteligencia y la designación de alguien con reconocida experiencia en ese trabajo. No hay muchos, o no hay ninguno.

Neiffert no fue el único espectáculo del oficialismo. Una senadora libertaria electa por Río Negro, Lorena Villaverde, no pudo asumir su cargo y renunció definitivamente luego de que se conociera que había sido acusada de narcotráfico en los Estados Unidos. La causa se cerró en el estado de Florida por el tiempo transcurrido sin que la investigación avanzara, según reveló el periodista Hugo Alconada Mon. En ese listado deben inscribirse las peleas de vecinas entre diputadas libertarias y los escasos antecedentes políticos e intelectuales de varias de ellas. Podrá decirse que el kirchnerismo también frecuenta el ridículo con asiduidad. Es cierto. Pero una mayoría social votó también a Milei para dejar atrás la mediocridad que agobió al país durante demasiado tiempo.

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