“Victoria Villarruel contra las tropas de Javier y Karina Milei” o “La interna sin fin”. Cualquiera sea el elegido, los títulos describen el auténtico estado de guerra fría que se vive en el Senado entre la vicepresidenta y el nuevo y potenciado bloque de senadores oficialistas que responde a la Casa Rosada y que presidirá Patricia Bullrich.
Por el momento las peleas se circunscriben a cuestiones pueriles, pero los codazos y zancadillas entre ambas partes amenazan con ir escalando y anticipan futuros encontronazos que podrían afectar la agenda legislativa inmediata que planea impulsar la Casa Rosada y que tiene a la reforma laboral como principal gema de una corona que incluye el presupuesto nacional, la sanción de un nuevo Código Penal y cambios en el esquema tributario y fiscal.
El último episodio de esta pelea tuvo como eje el reparto de despachos para los nuevos senadores que asumirán sus mandatos el próximo 10 de diciembre. Motivo de controversia, discusiones y arbitrariedades cada dos años, Villarruel decidió tomar el toro por las astas y, en un intento por anticiparse al caos, emitió un decreto, el 488/25, por el cual se arrogó la facultad de administrar el reparto de las oficinas de aquellos legisladores que abandonan la Cámara alta.
Sin embargo, como suele ocurrir en casi todas las actividades de la vida política de este país, la tarea que encaró la vicepresidente dejó un tendal de hijos y entenados y, por lo tanto, muchos senadores molestos por el trato recibido por parte de la presidencia de la Cámara alta.
Entre los más molestos figuran los nuevos senadores de La Libertad Avanza, que se consideran perjudicados por los despachos que les tocó en suerte y ven detrás de esa elección la mano y la intención de la vicepresidenta de hacerles pagar sus alineamientos con Karina Milei, archienemiga declarada de Villarruel.
Los apuntados parecen ser dos senadores en particular: le neuquina Nadia Márquez y el fueguino Agustín Coto, quienes serían los más perjudicados con la cantidad de metros cuadrados de oficina asignados en comparación con otros legisladores, incluso de algunos kirchneristas que habrían sido beneficiados por Villarruel.
Pero entre los nuevos senadores libertarios también reconocen que el resquemor es recíproco, que la orden de la Casa Rosada es tratar de hacerle el vacío a la vicepresidenta, que deben evitar por todos los medios entablar relación con Villarruel.
Al menos así lo admitió uno de las nuevos legisladores cuando este diario le preguntó si, como hicieron otros de sus compañeros de bloque que consiguieron mejores despachos, había intentado hablar con Villarruel. “No podemos sacar los pies de plato”, fue su respuesta, dando a entender que para la Casa Rosada no está bien visto la confraternidad o el buen trato con la vicepresidenta.
Un colaborador del futuro bloque libertario abundó en detalles que permiten entender un poco mejor la interna de los despachos. Los que se animaron “a sacar los pies del plato” y pedirle a Villarruel una oficia en el Palacio Legislativo fueron el neuquino Pablo Cervi y el porteño Agustín Monteverde, un “radical con peluca” y un economista, es decir dos “outsiders” que no tributan al esquema de poder que maneja con mano de hierro Karina Milei.
El clima frío que impera en la relación entre los senadores oficialistas con la vicepresidenta quedó plasmado hace dos semanas atrás, cuando la nueva bancada libertaria se reunió con la vicepresidenta en su despacho en un encuentro que la mayoría coincidió en definir como “protocolar” y que duró apenas 20 minutos que alcanzaron para una ronda de café y para que los nuevos legisladores se presentaran.
Que las disputas son, por ahora, por temas triviales también lo marca el incidente del pasado 28 de noviembre, cuando al final de la sesión de jura de los nuevos senadores Villarruel se aferró a un acuerdo de jefes de bloque para no darle la palabra a Patricia Bullrich, que quería quejarse porque una senadora kirchnerista había entrado al recinto con 9 acompañantes mientras que a los oficialistas se los había limitado a tan solo tres invitados.
La única puja política real, por poder, se dio hace tres semanas atrás, en el primer encuentro personal entre Villarruel y Bullrich. Todas las fuentes coincidieron en destacar que el diálogo fue cordial y que nadie mencionó los encontronazos públicos que habían tenido a lo largo del año por la sesión del Senado autoconvocada por la oposición y por la detención del gendarme Nahuel Gallo en Venezuela.
Sin embargo, al término de esa reunión la exministra de Seguridad emitió un posteo en la red social X en el que dejó en claro cuáles serán los términos de la relación entre la vicepresidenta y el Gobierno, al menos en el Senado, a partir del 10 de diciembre próximo.
En el tercer párrafo de su posteo, Bullrich sostiene que durante el encuentro “la vicepresidente se mostró totalmente dispuesta a colaborar dentro de su rol institucional”. Y no conforme con esto, subrayó: “Y es importante distinguir la construcción de una mayoría, que es tarea mía como Jefe de Bloque de La Libertad Avanza, con la función de la Presidente del Senado, que debe garantizar el orden parlamentario y el buen funcionamiento de la Cámara”. Como dice el refrán, al buen entendedor, pocas palabras.
