En el libro del escritor, matemático y editor Hervé Le Tellier (París, 1957), titulado tolstoianamente Todas las familias felices (Seix Barral, $ 29.900, con traducción de Pablo Martín Sánchez), los lectores se enterarán de que el autor francés no usa el apellido de su progenitor sino el del su padrastro (“solo mis amigos lo sabían en ese entonces, pero yo vivo con este apellido desde los diez años”); que su “planeta familiar” gravitaba en torno al abuelo materno; que, desde que era un niño, su madre se caracterizó por mentir y tener arranques de ira, que su compromiso político comenzó al ver Noche y niebla, película de Alain Resnais, en la adolescencia y que la ciencia ficción representa para él un camino hacia la sabiduría. Es la primera obra documental del autor que se publica en español.
Cuando se lanzó en Francia en 2017, antes del éxito de La anomalía, por el que ganó el Premio Goncourt en 2020, alcanzó a vender diez mil ejemplares; la reedición posterior al Goncourt vendió setenta mil. ”Sería un escándalo no haber querido a tus padres”, confiesa Le Tellier en la primera línea de Todas las familias felices.

El autor desembarcó en Buenos Aires luego de su paso por Santiago de Chile y Montevideo, con una tos que atribuye al aire acondicionado de Buquebus. El jueves a la tarde, en el Liceo Franco-Argentino, habló con los estudiantes sobre cómo se había convertido en escritor, luego de pasar por la matemática y el periodismo, de la relación de la matématica y la literatura; además, como buen presidente a cargo del grupo de experimentación literaria Oulipo, les hizo hacer ejercicios con las restricciones y pautas oulipianas. Luego, en el Auditorio del Malba, conversó con el escritor Martín Felipe Castagnet.
Hoy a las 18, en la sede la Alianza Francesa (avenida Córdoba 946), dará la clase magistral “Entre creación, verdad, y ficción: la literatura frente a los nuevos desafíos” (actividad libre y gratuita con inscripción previa en la página web de la Alianza, presentada por Diego Chotro y con traducción simultánea) y este sábado a las 18, conversará con la escritora francesa Neige Sinno en la librería franco-argentina Las Mil y Una Hojas (avenida Córdoba 960).
“Es mi tercera vez en Buenos Aires -dice Le Tellier a LA NACION-. Vine hace doce años por primera vez para una reunión de los oulipianos, por invitación de Eduardo Berti, que luego ingresó a Oulipo. En el tiempo libre, voy a recorrer la ciudad y reencontrarme con lugares que ya conozco. La mayoría de mis amigos argentinos está en Francia”.
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-¿Hay escritoras en Oulipo?
-Por supuesto. Aunque al principio era solo un grupo masculino, ahora hay diez escritores y cuatro escritoras: una oulipiana por cada dos oulipianos. No conocí a Raymond Queneau, tenía diecinueve años cuando él murió, ni a Georges Perec, pero cuando Italo Calvino murió, yo tenía veintiocho años. Era mi escritor favorito y ya había ido a escucharlo a dos o tres conferencias. Aunque no lo conocí personalmente, su muerte me afectó muchísimo. Estaba en Marsella cuando él murió, a los 62 años; ese día comprendí que nunca más iba a leer un libro de Calvino.
-¿Todas las familias felices es su primer libro de memorias?
–Mi definición es que es un relato familiar, no una autobiografía o un autorretrato. Es simplemente un relato que explora las relaciones entre un adolescente y su familia disfuncional. Comienza a principios del siglo XX, con la historia de mi abuelo materno, así que no es para nada una autobiografía porque yo no nací en ese año. Él fue obrero, mecánico, luego tuvo que ir a la guerra; cuento la historia de mis antepasados y, en la última escena, aparezco cuando tengo veintitrés años.
-¿Tenía en mente algún modelo previo a la hora de escribirlo?
-No, pero me beneficié de la posibilidad de ir leyendo algunos capítulos del libro en las lecturas públicas de Oulipo. Eso me dio cierto carril para seguir escribiendo, porque sentí que había encontrado el tono y el color de la narración.
-¿Aún se considera un monstruo por la distancia afectiva que hubo entre usted y sus padres?
-Narrativamente, la figura del monstruo fue muy eficaz. Un poco describía la manera en que viví esta relación con mis padres, que puedo llamar monstruosa, porque había mucha distancia. Era un vínculo que no se basaba en la confianza; al contrario, se basaba en la desconfianza. El libro me permitió comprender quién había sido mi madre, qué función había cumplido en su vida y en la mía y en quién se había transformado, y me permitió escapar de las presiones que tenía para alcanzar ciertos logros que ella sacaba de hombres que había admirado, como mi abuelo. El libro surgió de una investigación que hice en mi familia, con entrevistas con mi tía, mis primos, sin saber que iba a transformarse en un libro; a medida que llevaba a cabo la investigación, terminé dándome cuenta de que era algo digno de ser contado.
-¿Su hijo, a quien está dedicado el libro, lo leyó?
-Diría que fue escrito para mi hijo; se publicó cuando él tenía veinte años, y en realidad es un testimonio para que él pueda entender la relación compleja que tuve con mi madre y con mi padrastro. En cierta forma, también terminó siendo un libro reparador para él, al adentrarse en la lectura de un libro que puedo llamar iconoclasta y liberador. Lo leyó de a pedacitos, no lo quiso abordar todo junto. No tuve la intención de escribir un libro de venganza o agresivo, ni un ajuste de cuentas; casi todos los que aparecen en él están muertos.
-¿Su madre aún vive?
-Murió un año y medio después de la aparición del libro. Como tenía alzhéimer, no podía más que concentrarse en leer dos o tres renglones. Sabía que no la dañaría, pero me sirvió mantener con ella algunas conversaciones. Lo interesante es que después de la publicación me escribieron muchas personas que me conocían para agregar elementos adicionales. Voy a dar un ejemplo divertido: mi padrastro era profesor de inglés, y los dos integrantes del grupo Daft Punk me contaron que había sido su profesor de inglés; ellos leyeron el libro y me escribieron para contarme anécdotas alucinantes sobre el modo en que Guy daba clases. No descarto una reedición con estos elementos adicionales; sería una pena no incluirlos.
-¿Qué representó para usted el éxito internacional de La anomalía?
–La anomalía cambió completamente las cosas después del Goncourt; de hecho, fue el premio Goncourt más vendido de la historia hasta ahora, con un millón seiscientos mil ejemplares, solamente en Francia. Fue realmente una locura. No hablemos mas de amor tuvo cierto éxito en Alemania y en Inglaterra, pero sin comparación con La anomalía. Y Todas las familias felices se vendió mucho más luego del Goncourt que al momento de su publicación.
-¿Qué opina de las adaptaciones de libros al cine, las series y el teatro, cada vez más habituales?
–Estoy totalmente a favor de que los libros se transformen en otra cosa. Tengo muchos que se transformaron en obras de teatro. Lo que pasa es que el libro dura cuatro o seis horas de lectura y la obra, a lo sumo una hora; hay una reducción del texto que genera un gran duelo para el que lo escribió. Me gusta mucho que La anomalía se vaya a convertir en una serie; los derechos audiovisuales fueron comprados antes del Goncourt. Me gusta porque lo concebí como un libro muy cinematográfico; lo veía como una película cuando escribía ciertas escenas. No hablemos más de amor también fue concebido así. Las reseñas en The Washington Post y The New York Times comparaban esa novela con una película típica de Woody Allen, y mi editora estadounidense me llevó al bar Carlyle, donde él toca jazz, con la intención de que le diera un ejemplar a Allen y le dijera que tenía que hacer una película con él. Pero el encuentro nunca sucedió.
-¿De qué trata su nuevo libro, El nombre en el muro, que acaba de publicarse en España?
-Ese libro habla de un miembro de la resistencia comunista, André Chaix, que nace en 1924 y muere en 1944, y cuyo nombre está grabado en la piedra enfrente de mi casa. En 2023, decidí escribir un libro para el centenario de su nacimiento y rendirle homenaje. En una caja archivé todo lo que había tenido que ver con su vida. Iba a ser un relato íntimo pero también político, porque es un libro claramente antifascista, por el personaje. Me puso muy contento porque escribir un libro después del Premio Goncourt es muy difícil y la recepción de la crítica fue muy buena. Un relato histórico no siempre es fácil para el público y a la gente le gustó muchísimo. En Francia tenemos un partido político fascista que surge de la historia del colaboracionismo con los nazis, el Frente Nacional, así que aproveché para hablar en el libro del origen del partido de Jean-Marie Le Pen, para recordar que los miembros originales fueron nazis. El libro se convirtió en un documental producido por France TV que voy a presentar la semana próxima en un festival de cine documental e histórico.
-¿Cuál es su posición política?
-No escondo ni nunca escondí que soy abiertamente de izquierda. De hecho, me sorprendió que durante lo que sucedía en Gaza no fui objeto de mail bombing, luego de haberme expresado a favor de Palestina y en contra de los ataques de Benjamin Netanhayu. Desde hace mucho pertenezco a un grupo de judíos antisionistas que siempre se mostró opuesto a la colonización de Palestina y al relato histórico que confunde el antisemitismo con el antisionismo, lo que me genera rechazo porque lo considero una falsificación histórica. El clima político en Francia ha cambiado hace seis meses, porque hubo una suerte de toma de conciencia de personalidades y de intelectuales judíos sobre lo que pasa en Gaza. Al porncipio era imposible criticar a Israel, y así se pudieron matar a sesenta mil palestinos sin que nadie levantara un dedo para impedirlo.
-¿Qué libros suyos le gustaría que se tradujeran al español?
-Dos libros: Je m’attache très facilement [No me apego tan fácilmente], de 2007, una pequeña novela, casi minúscula, que escribí en quince días y resultó muy exitosa en Alemania e Italia, una autoficción que no lo parece a simple vista, una suerte de berretín amoroso, y Le Voleur de nostalgie [El ladrón de nostalgia], de 1992, que fue mi primer libro, por eso le tengo tanto afecto, y es un homenaje a Calvino. Y hay otro libro, muy fácil de traducir, que es Contes liquides de Jaime Montestrela [heterónimo creado por Le Tellier].
-Participó hace poco de las Jornadas Borges. ¿Qué podría decir sobre él?
-Lo que puedo decir como lector de Borges es que tiene mucho más humor de lo que su imagen proyecta. Para una obra de teatro que escribí, Moi et François Mitterrand, me basé en su cuento “Piere Menard, autor del Quijote”. Otro aspecto que admiro de Borges es su amor por la erudición, muy cercano a lo que sucede en Oulipo.
-¿Su formación como matemático influyó en su literatura?
-No estoy seguro. Como matemático amo lo que tiene que ver con el lenguaje formal y la lógica, y esto me ha transformado en un escritor lógico, que mantiene una relación muy precisa con el idioma.
-¿Cuál su opinión sobre la inteligencia artificial (IA)?
-Pienso lo mismo que muchos: que es un peligro a corto y mediano plazo, tanto por la pérdida de empleo social como por la autonomía de la humanidad. Incluso creo que hay un riesgo casi existencial. Pero sobre la relación entre la IA y la literatura hay varias respuestas. La primera: es falso decir que la IA nunca va a igualar a los escritores. Ya empezó a hacerlo, y va a terminar haciéndolo tan bien como ya iguala a los matemáticos, a los programadores o a los médicos. Va a terminar, gracias a su capacidad de absorber todo lo que existe en materia de creación humana, desarrollando una capacidad de recrear y producir cosas completamente originales. ¿Como lectores, estamos dispuestos a leer libros escritos por IA para entretenernos? ¿No queremos saber que el libro que leemos fue escrito por un ser vivo, un ser humano con sus alegrías, sus penas, sus dolores, su vida, su humor, esa encarnación que marca la diferencia con una IA? Y la otra cuestión si los escritores vamos a recurrir a la IA para crear. Yo creo que sí. Por ahora estamos en un comienzo, en una manipulación todavía muy inicial de estas herramientas por parte de los escritores. Pero sospecho, viendo lo que producen las inteligencias artificiales en términos de sugerencias de escritura, que muchos van a empezar a usarlas. De todos modos, mientras haya un ser humano atrás, va a haber capacidad de reescritura, de poner vida en algo que, por ahora, sigue siendo un objeto inanimado.
