O la CGT está desesperada o tiene pocas opciones. Según trascendió, integrantes de la conducción de la central gremial invitaron a Sergio Massa para que los ayudara a encontrar una estrategia tendiente a “frenar la reforma laboral” que promueve el Gobierno. Ojo que puede que el problema sea otro: que tenga muchas opciones, pero que ninguna sirva.
Algo muy parecido a lo que nos pasa como simples usuarios de servicios. Claramente no tenemos que decidirnos entre Massa, Kicillof, Máximo o Cristina para que nos aporten una solución, pero estamos igual o más complicados.
Por ejemplo cuando el correo nos envía un aviso para decirnos que la tarjeta de crédito está en viaje hacia nuestro domicilio y que llegará en una franja horaria que excede incluso las horas de vigilia. No importa. Apechugamos y pegamos la oreja al timbre. No vaya a ser cuestión de que no escuchemos cuando llegue. Pero el correo no aparece. A cambio, nos manda otro aviso diciéndonos que concurrió a nuestra casa y que ¡no estábamos! cuando estuvimos haciendo guardia cual granadero petrificado por el frío del invierno. Y agrega -sin el menor pudor- que, si queremos la tarjeta, vayamos a buscarla al banco. Decidimos reclamar al número de reclamos -¿a cuál si no?-, pero atienden de 8 a 17, de lunes a viernes. Son las 21 y mañana es sábado.
El sábado se corta la luz. Hay un 0800 al cual llamar, pero “todos los operadores están ocupados. Por favor, corte y vuelva a llamar en otro momento”. Sorry, señor proveedor, pero es ahora que no tengo luz. El bot ni siquiera brinda opciones. ¿Cómo no compadecernos de los amigos sindicalistas cuando se quejan porque Massa no les resuelve nada?
Menos mal que conservamos el teléfono fijo. Sin luz, la batería del celular tiene menos volumen que el bloque de diputados nacionales del radicalismo. Un sarpullido se nos sube desde el pecho a la cara. Deben ser los nervios, pensamos. Eso nos recuerda que el lunes tenemos que pedir turno con el médico.
Es lunes y en la centralita de la prepaga “todos los operadores están ocupados. Deje su número de celular que lo llamaremos”. Mientras esperamos esa comunicación futurista –de concretarse, nos dará turno para dentro de dos o tres meses-, tratamos de despejar la mente imaginando dónde ir de vacaciones.
Mala idea. Llevamos velando al celular desde hace tres días y, como no hay internet, tampoco podemos navegar buscando ofertas para pisar otra arena que no sea la de la obra en construcción de la vereda de enfrente.
Vuelve la electricidad –¡eureka!-, pero el modem no responde. Tiene menos luces que un árbol de Navidad en mayo. Llamamos a reparaciones. “Si su servicio no funciona, marque 1”. Lo hacemos y nos da cinco opciones de por qué no estaría funcionando. Ninguna es la que necesitamos. Entonces aparece la posibilidad de hablar con un operador marcando cero. “Esta conversación puede estar siendo grabada”, nos avisan”. Marcamos cero. Se cortó. Qué lástima. No le pudimos dejar grabado el mensaje de todo lo que estábamos pensando en ese momento… Vuelta a empezar.
Ahora que lo meditamos, la CGT se queja de vicio. Al menos, alguien la visita de verdad, aunque no le sirva para nada.