La literatura policial tiende últimamente al éxito multiplicado por las series, pero no en todo tiempo fue así: en las épocas del pulp, algunos libros de Dashiell Hammett (El halcón maltés) y Raymond Chandler (El sueño eterno) llegaron al celuloide, pero más fue lo que penaron. Aquellos días tienen también sus autores de culto, como John Franklin Bardin (1916-1981), que en los años cuarenta del siglo pasado publicó sin ninguna repercusión una insólita trilogía de novelas negras: El percherón mortal (1946), El final de Philip Banter (1947) y Al salir del infierno (1948). La primera es, con su insólita trama y vueltas de tuerca, la mejor.
Algunas insinuaciones sobre el argumento pueden dar una idea de su originalidad. El doctor George Matthews recibe al último paciente del día, un tal Jacob Blunt. El joven, que parece perfectamente sensato, sugiere, poco menos que con alegría, que está loco: no ve sino que “le pasan” alucinaciones. Lleva en el pelo un hibisco y, cuando el doctor lo interroga, dice que un “hombrecito”, un leprecheun llamado Eustace, le paga para que use una flor distinta cada día.
Un psiquiatra no debería meterse en esas cosas, pero Matthews termina por aceptar ir a conocer al tal Eustace. La peripecia se complica cuando el liliputiense –que en efecto existe– induce a Blunt a llevarle a una actriz un caballo percherón en medio de la noche neoyorquina y en un andén de subte el doctor es atacado para despertar en el hospital… con otro rostro. Son solo detalles de una psicológica obra maestra.
El percherón mortal
Por John Franklin Bardin
Impedimenta. Trad.: César Aira
222 páginas, $ 30.500