Reseña. La rastra, de Joy Williams

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La rastra es la primera novela de Joy Williams (Chelmsford, Massachussetts, 1944), premiada escritora estadounidense, después de veinte años de silencio en ese género. En ella, la también cuentista vuelve a sus dos temas de siempre: la relación entre madre e hija y la del ser humano y la naturaleza, una como reflejo de la otra. Dividida en tres partes y narrada en primera y tercera persona según el momento del relato, La rastra tiene la estructura antiquísima de las historias episódicas de “aventuras”. El personaje femenino principal, Khisten, viaja de un escenario a otro aunque su viaje no tenga rumbo preciso. Pasa de su casa de infancia al internado al que la manda su madre y, finalmente, a la búsqueda del lago donde cree que va a poder reencontrarse con ella. Cada escenario que cruza tiene características y personajes específicos, pero todos son señales del estado casi terminal en que se encuentra el planeta del que forman parte y todos se abren en escenas intensas y revulsivas.

Con ese esquema temporal simple (la narración avanza en línea recta, excepto por recuerdos o descubrimientos que hablan del pasado), La rastra es, sin embargo, una novela muy compleja, empezando por las citas literarias, artísticas y filosóficas. Williams explora maneras de entender nuestro lugar humano en el mundo incluyendo la relación con lo no humano que nos rodea y lo hace con un humor negrísimo, tan destructivo que, para algunos lectores, puede volverse intolerable, sobre todo porque el libro no ofrece ningún tipo de salida del laberinto.

Williams homenajea la crueldad de varios de los autores y artistas que cita, entre otros, Kafka y Goya. En La rastra, todo es brutal: la situación, la madre de la niña, los profesores del internado y la mayoría de quienes se cruzan con ella. Tal vez, la figura más representativa de ese rasgo sea Frick, cuya carrera “científica” como investigador de animales está “construida sobre incontables extremidades amputadas sin necesidad, cerebros extirpados y cráneos trepanados”. La crueldad de la humanidad contra sí misma y contra la Tierra es el centro de todo lo que pasa y sus consecuencias se ven desde la primera página.

En la traducción de Javier Calvo, demasiado española para los lectores argentinos, la historia de Khristen es un remolino feroz de reflexión sobre un mundo surrealista y terrorífico (un buen ejemplo de eso es el bosque verde sembrado de pedazos de carne envuelta en plástico). La protagonista contempla ese mundo como “personaje testigo” y lo sufre como víctima. La fuerza de las imágenes es impresionante y, sobre esa fuerza, Williams crea un universo irreal y fantasmagórico que, desde el siglo XXI, nos es absolutamente verosímil.

La rastra

Por Joy Williams

Seix Barral. Trad.: Javier Calvo

320 páginas, $ 32.900

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