Cuando cruzó por primera vez la puerta de esta propiedad de 100 años en el corazón de Caballito, Yani Ricci, diseñadora de interiores y creadora de @phcaballito detectó inmediatamente el potencial para lo que sería el nuevo destino del espacio. Antiguamente había funcionado allí como hostel, pero Yani no vio paredes descascaradas ni techos deteriorados: imaginó un hogar vibrante y familiar, donde cada rincón contara una historia.

La obra llevó ocho meses de trabajo intenso y una mirada creativa que supo combinar restauración y funcionalidad. Derribaron tabiques, bajaron techos, trasladaron la cocina y revivieron los pisos originales. El resultado fue un PH renovado, luminoso y con ambientes conectados para disfrutar la vida en familia.
Lo que empezó como un proyecto personal se transformó, sin proponérselo, en un fenómeno de redes. “Abrí la cuenta para mostrarle la obra a mi papá y a mi hermana, que viven afuera, ¡y se llenó de seguidores!”, cuenta. Hoy, más de 600 mil personas siguen sus publicaciones, donde comparte consejos, ideas y la evolución diaria de este hogar con identidad propia.

De casa chorizo a hogar contemporáneo
La construcción mantiene el espíritu de las clásicas casas chorizo de principios del siglo XX, con su pasillo largo y los ambientes que se abren uno tras otro. Yani quiso conservar esa esencia, pero adaptándola a su forma de vivir actual: con circulación fluida y espacios bien comunicados.

El acceso, por una escalera que lleva al primer piso, desemboca en un recibidor con un mueble antiguo que alguna vez fue una radio. Desde allí, un recorrido luminoso conecta los distintos ambientes: el playroom de los chicos, el dormitorio principal con baño y vestidor en entrepiso, y el gran espacio social donde todo sucede.
“Mi idea era tener una casa abierta, donde los chicos pudieran jugar cerca mientras nosotros cocinamos o miramos una película”, explica. La cocina, el comedor y el living comparten un mismo ambiente amplio y vital, que condensa el espíritu familiar de la casa.
El corazón social de la casa
El comedor combina piezas con historia y diseño: un aparador heredado, mesas recicladas de oficina convertidas en la gran mesa familiar y una iluminación cálida que invita a quedarse. El living, pegadito, se arma con un juego Chesterfield y sillones mullidos, el escenario ideal para las noches de peli con mantas.

Detrás de unas puertas tipo granero, el playroom se integra visualmente al espacio. Ese sentido de cercanía define toda la reforma: un proyecto pensado para habitar, no solo para lucir.
Cocina con historia y luz
Uno de los mayores desafíos fue trasladar la cocina, que originalmente estaba al fondo. Hoy, integrada al área social, es uno de los espacios más encantadores del PH. Conserva un balcón original, que inunda el ambiente de luz natural.

Las cortinas traslúcidas suavizan la claridad y dejan ver el verde exterior. El blanco y la madera dominan la escena, acompañados por los colores que filtran los vidrios de un vitraux antiguo, joya que Yani rescató y restauró.

Dormitorios con calidez natural
El pasillo central conduce a los dormitorios. En el cuarto de los chicos, una cuna y una cucheta organizan el espacio de descanso y juego. En todos los ambientes se conservaron los pisos de pinotea originales, restaurados y plastificados, que aportan una textura noble y atemporal.

En el dormitorio principal, los tonos neutros y las fibras naturales crean un clima de calma. La cama tiene una cabecera de madera con estantes flotantes, vestida con textiles de lino, lana y pana en tonos suaves. Los cuadros de naturaleza y las plantas naturales terminan de componer una escena simple y armónica.

“Soy fanática de las plantas”, confiesa Yani. Y no hace falta decirlo: el verde está presente en cada rincón, desde la terraza hasta los pequeños arreglos sobre las mesas.

Una historia que continúa
Vivir en este PH es, para Yani, revivir su propia infancia, cuando jugaba con sus hermanas en una casa muy parecida. Hoy, junto a su marido —que también participa de cada arreglo y restauración— y sus hijos, escribe una nueva etapa en esta construcción centenaria.

Entre materiales reciclados, hallazgos de demolición y mucho amor por el detalle, logró convertir un antiguo hostel en una casa viva, familiar y luminosa. Y sobre todo, en un ejemplo inspirador de cómo el diseño puede recuperar el alma de los espacios.

Agradecemos a OHLALÁ! su colaboración en esta nota.
