Entre los edificios nuevos de San Telmo hay una estructura que casi pasa desapercibida. Envuelta en la vorágine y las fachadas vidriadas, es imposible no distinguirla como una obra arquitectónica particular y ajena a los estilos tradicionales de la Ciudad. Se trata de la Iglesia Sueca de Buenos Aires, una testigo de la unidad y el afecto de la comunidad de ese país escandinavo que eligió asentarse hace más de 100 años en la capital de nuestro país. En conmemoración de su 80° aniversario, LA NACION accedió al templo y dialogó con Erik Ruuth (miembro de la Congregación Sueca en Buenos Aires) y Thomas Stålhandske (Presidente de la Congregación Sueca en Buenos Aires).
De oficiar las misas en la casa de Manuel Belgrano a tener su propio edificio
Stålhandske mencionó que la edificación de la iglesia surgió debido a la inexistencia de un sitio fijo en donde los fieles pudieran profesar su fe luterana protestante. Desde que se asentaron los primeros inmigrantes hace 120 años, oficiaban las misas en las casas de los miembros o en predios alquilados. Incluso, entre 1920 y 1930 rentaron la casa donde 100 años antes había nacido el General Manuel Belgrano.
Por ese entonces la afluencia de suecos fue constante y su presencia en Buenos Aires era mayor que ahora. En especial por la situación económica de Suecia y porque las empresas de ese país enviaban a sus representantes y familias a vivir directamente aquí.
Cabe destacar que la Embajada de Suecia en Buenos Aires dijo a LA NACION que, entre el siglo XIX y primera mitad del XX, 1.3 millones de suecos abandonaron su país y solo un puñado llegó a la Argentina, de los cuales, la mayoría se establecieron en Oberá, Misiones y el resto en la capital nacional. Hoy en día el número de inmigrantes de ese origen se posiciona entre 2000 y 3000 personas, la mayoría llegó entre las décadas de 1970 y 1980.
El gesto del rey Gustavo V y un acto casi milagroso
A finales de 1942, en pleno contexto de la Segunda Guerra Mundial, buques alemanes hundieron cinco barcos suecos que servían como salvoconducto. Por ese motivo, durante un largo período se obligó a siete navíos escandinavos a permanecer estacionados en el puerto de Buenos Aires y dejó a sus marineros desprovistos de un lugar en donde concurrir a misa. Esto sirvió como último justificativo por parte del pastor Nils Bååthe -electo en 1927 y encargado de las comunidades suecas en América del Sur-, para ejecutar un reclamo con peso ante las autoridades gubernamentales y eclesiásticas del momento.
Es así como ese mismo año el pastor recurrió al propietario de astilleros Axel Axelssson Johnson para que hiciera una donación y actuara de intermediario entre otros empresarios y así incentivar la creación de un fondo destinado a construir una iglesia. Gracias a diferentes contactos, intercedió ante el rey Gustavo V y logró que enviara una carta con la aceptación de erigir un templo y 100.000 coronas como capital inicial.
Como casi caído del cielo, una semana antes de la Navidad de 1942, el presidente de la Asociación Sueca -diferente a la Congregación Sueca- y máximo jefe de la empresa SKF, Curt Schenstrom, donó 25.000 pesos. Siete días después, la firma LM Ericsson donó un monto igual. Gracias al apoyo de empresarios y personas de la comunidad, un día antes de Nochebuena, Bååthe compró en un remate el terreno en el que actualmente se encuentra el templo protestante luterano.
El diseño del edificio estuvo a cargo del sueco-argentino Edmundo Klein. El 28 de mayo de 1944 se iniciaron las obras y se enterró la piedra fundacional donde hoy está el altar. Allí se colocaron monedas argentinas y suecas, publicaciones de la fecha del diario La Prensa y La Nación, y los planos.
En la inauguración de la iglesia estuvo presente la princesa María de Rusia, representantes religiosos extranjeros, el Ministro de Asuntos Exteriores de la Argentina y la comunidad sueca en general.
Ya con la construcción en pie, Santiago E. Poggi le dio vida al órgano que en la actualidad está protegido como interés cultural por parte del Gobierno de la Ciudad. Además, el cónsul Fritz Brander donó un facsímil de la Biblia de Gustav Vasa, impresa en 1540. A la par, el artista reconocido internacionalmente, Jorge Beristayn donó una serie de vitraux donde se plasmaron escenas religiosas y hechos de la construcción del templo.
En la actualidad se celebran encuentros religiosos en fechas especiales y se ofician misas aproximadamente cinco veces al año. El 12 de octubre se conmemoraron las ocho décadas de vida de este templo religioso que popularmente se conoce como “Iglesia Nórdica” porque dio cobijo a la iglesia desaparecida de Noruega y ofreció un espacio a la danesa.
La Iglesia Sueca de Buenos Aires es un sitio de interés histórico y cultural para la Ciudad y que marca los lazos entrañables de nuestro país con las comunidades extranjeras. Es el fiel reflejo de que nuestras puertas estuvieron siempre abiertas a las diferentes religiones. Quienes deseen conocer el templo, pueden visitarlo desde el restaurante del Club Sueco, que tiene acceso directo al edificio. Para más información, podés ingresar haciendo clic aquí.