MADRID.– Para la experta en moda Patricia Eguidazu (39 años), cuando una persona quiere saber cómo es su relación con la ropa debe preguntarse si usa cada prenda al menos 30 veces, si no compra más de cinco al año y si dentro de su armario no tiene muchas más de 40. En el caso de no cumplir estos límites, la autora de El día que dejé de comprar ropa (editorial Destino) advierte que su consumo poco sostenible no solo contribuye a que el sector del textil sea una de las industrias más contaminantes, sino que a menudo también refleja un comportamiento compulsivo muy habitual en nuestros días. En el libro cuenta cómo consiguió ella misma “desengancharse” y explica a otros cómo conseguirlo, sintiéndose mejor con su cuerpo delante del espejo.
–¿Qué significa que ha dejado de comprar ropa?
–He dejado de comprar ropa de forma compulsiva, como respuesta a la ansiedad, al aburrimiento o a la necesidad de entretenimiento. Además, desde hace cinco años, no compro tampoco ni moda rápida ni moda ultrarrápida.
–¿La gente compra más ropa de la que necesita?
–Muchísima más. Con un armario equilibrado, una persona no necesita comprar mucho más de entre cinco y ocho prendas al año. Obviamente, dentro de todo esto hay circunstancias y también excluiría todo lo que tiene que ver con ropa interior o ropa de deporte, que a lo mejor se puede desgastar con más facilidad.
–Considera que habría que intentar usar cada prenda al menos 30 veces.
–Sí, como mínimo, 30 veces, para que la existencia de esa prenda haya merecido la pena. Hay mucha ropa que se usa solo una vez o ninguna. Hay basurales que están llenos de ropa con etiquetas.
–¿Hoy en día resulta más sencillo comprar ropa nueva con un teléfono celular que buscar qué ponerse en el armario?
–La cuestión es el clic. Todo esto no tiene nada que ver con lo que llega, sino con el clic de la compra en internet. Es la posesión, la dopamina, el momento en el que le das al clic y tienes la seguridad de que esa prenda es tuya. Pero eso dura unos instantes, a partir de ahí ya empieza a bajar la emoción y te empiezas a plantear las preguntas que no te hiciste antes. Por eso te vuelve a salir la ansiedad y vuelves a querer comprar más.
–También defiende que en el origen de este consumo irracional está no entender quiénes somos ni tener pensamiento crítico sobre lo que vemos.
–En el cuerpo existe una proporcionalidad y no quedan bien todas las prendas. Al final, la sostenibilidad emocional viene de que la mujer, conociendo su cuerpo, los patrones que van con ella, cómo mezclar colores, termina comprando menos. Y encima aprende a gestionar sus emociones y su frustración enfrente del espejo. De repente, haciendo las cosas mejor, te ves bien, y entonces, ya no crees que la prenda que está fuera va a solucionar tu problema, al revés, crees que lo que tienes es lo que te da la seguridad para saber que vas bien. Es entonces cuando dejas de comprar, automáticamente dejas de comprar.
–¿Qué piensa cuando ve esos titulares que dicen: 20 faldas que no puedes dejar de ponerte esta primavera?
–Me pongo nerviosa, porque pienso automáticamente en la cantidad de mujeres que se van a creer eso, que se van a comprar un par de las faldas que vienen ahí recomendadas y que se van a sentir fatal, porque se da por hecho que les tienen que quedar bien y eso les va a generar mucha frustración.
–¿Qué es una colección cápsula?
–Una tontería, una herramienta de marketing. ¿Qué les pasa a las marcas? Que como fabrican prendas de tan mala calidad, entonces no pueden promocionar las propiedades de la ropa y se tienen que inventar herramientas de marketing, como los cambios de temporada y el armario cápsula [con las prendas supuestamente esenciales que hay que tener].
–¿Por qué no hay más talles de ropa?
–Las marcas suelen tomar como referencia medidas estándar. El proceso para conseguir talles superiores e inferiores se llama escalado y se puede hacer para dos o tres talles de diferencia. A partir de ahí, si queremos seguir subiendo talles, debemos rehacer el patrón y requiere un costo mayor. ¿Qué hacen las marcas? Focalizar en los talles del centro.
–Aparte de por su fabricación y los tejidos, el impacto ambiental de la ropa depende mucho de cuánto se lave al usarla. ¿Se lava hoy en día demasiado la ropa?
–Sí, hay que lavarla menos. Está el problema de los microplásticos que suelta la ropa al lavarse, sobre todo, las que tienen fibras de origen sintético. Yo soy una firme defensora de que hay que lavar la ropa interior, o sea, calcetines, bragas, calzoncillos y sujetadores, y el top o la camisera que te pones y que sudas mucho. Más allá de eso, no hay que lavar todo, todo el tiempo.
–¿Cuánto hay que lavar unos jeans?
–Casi nunca. El dueño de Levi’s no los lava desde hace 10 años. Un pantalón de jean 100% algodón no necesita lavarse para nada. Si tiene una mancha, cepillito. Si huele mal, a la ventana. Si huele realmente mal, lo plancho para que se evapore todo el olor. Si te metiste en el barro hasta las cejas, bueno, ahí no te queda más remedio.
–¿Por qué recomienda vender la ropa que no se utiliza en el mercado de segunda mano?
–Mi primera vez fue por una apuesta con mi prima. Yo había hecho limpieza de armario y había llenado seis bolsas de basura enteras. Me las iba a sacar de encima donándolas o regalándolas porque es la manera en la que desaparecen rápido de tu vida. Mi prima me contó que estaba vendiendo su ropa en una aplicación, y apostamos a ver quién sacaba más dinero. La sorpresa fue el esfuerzo que cuesta vender esa ropa. Ahí tomé conciencia de todo lo que acumulamos.
–Recomienda no solo reducir los armarios, sino también dejar de cambiar la ropa con las estaciones.
–Los armarios son espacios de capacidad reducida y si no vemos todo lo que tenemos, no lo utilizamos. Pero, además, dejas de tener toda tu ropa a la vista. Con lo que está pasando con el clima, de repente en un mes fresco hace calor y te compras algo. Luego, bajas la ropa del estante y dices ‘ay, pero ya tenía un vestido de flores’.
–Su mensaje no le debe gustar a las marcas.
–Por supuesto, mi mensaje resulta incómodo para las marcas. Cuando daba clases de diseño de moda, recomendaba a los alumnos que pensaran en las mujeres reales, pero luego había 27 profesores que decían que había que ser superestéticos, aunque luego no hagan ropa práctica que favorezca a la mujer. Las marcas deberían producir muchísimo menos, deberían codearse más con el tipo de personas para las que producen, dar información de para qué tipo de mujer es su ropa o, incluso, en una misma colección, de qué prendas son para unas personas u otras.