De un “botiquín” de salud mental a una novedosa app: cómo trabajan las escuelas para prevenir la depresión, la ansiedad y los ataques de pánico

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Desde una aplicación donde los chicos pueden expresar en forma escrita y confidencial sus preocupaciones y padecimientos psíquicos hasta talleres que buscan ponerlos en la piel de quien sufre bullying. De la capacitación de cocineras para detectar en los comedores escolares a los estudiantes que podrían tener ideas de muerte a funcionar como club de jóvenes los fines de semana.

Esos son solo algunos ejemplos de las estrategias exitosas que están implementando, a lo largo y ancho del país, las escuelas que buscan hacerle frente a un drama social creciente: las problemáticas de salud mental en niñas, niños y adolescentes.

“Ponemos mucho énfasis en la importancia de que los chicos sean felices en la escuela. Nuestra prioridad es esa. Porque si desaprueban una materia, van a tener horas de apoyo. Pero para seguir adelante necesitamos que sean felices”, afirma Claudio Peña, director de la secundaria pública Dr. José Vicente Zapata, ubicada en pleno centro de la ciudad de Mendoza, y describe que hay estudiantes con ataques de pánico, fobias y poca tolerancia a la frustración.

En la Argentina, cada 20 horas un niño o adolescente de entre 10 y 19 años se suicida, según reveló una investigación de LA NACION. Por otro lado, los casos de los que sufren depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación y autolesiones, entre otros padecimientos, aumentaron de forma preocupante en los últimos años. En ese contexto, los especialistas coinciden en que la escuela es un lugar clave para prevenir e identificar estos problemas de salud mental. Sin embargo, tal como reveló recientemente una , en la mayoría de los colegios no existen espacios para que los chicos pongan en palabras lo que sienten, los docentes no están preparados para reconocer señales de alerta y los equipos de orientación escolar son insuficientes. Mientras que a nivel nacional no existe una ley ni políticas públicas que determinen cómo se deben abordar estos temas en el aula.

Pero aún con recursos muy escasos, hay colegios que están haciendo un esfuerzo fuera de lo común para dar respuestas. “No podemos quedarnos con los brazos cruzados. Hay casos muy graves”, resume Evangelina Acuña, secretaria general de la escuela Unidad Institucional N°1 Riveras del Valle, de Catamarca, donde a principio de año un estudiante de 14 años se suicidó.

Un grupo de chicos dibujan en la Técnica N°7 de Parque Patricios, donde los sábados funciona como club de jóvenes

Riesgo de suicidio: dónde recurrir en busca de ayuda

“Buscamos generar espacios de escucha”

En la ciudad de Mendoza, la escuela Dr. José Vicente Zapata tiene más de 100 años y 1000 alumnos. Claudio Peña es su director desde hace 14 años. A partir de la pandemia y como pasó en todos los colegios, los docentes notaron un cambio grande en las emociones y la salud mental de los estudiantes. “Hubo un aumento de situaciones de ataques de pánico, fobias y poca tolerancia a la frustración”, detalla Peña.

En 2021 empezaron a desarrollar distintas líneas de acción, con proyectos institucionales que se renuevan cada año. El de 2025 se llama “Conectados” e incluye distintas patas. Una de ellas consiste en un “botiquín de salud mental”: una serie de actividades y talleres lúdicos semanales que buscan, con ejercicios vinculados a la respiración, la expresión, la comunicación y el juego, darles a los chicos herramientas que los ayuden a transitar crisis emocionales.

“Vemos que los estudiantes, sobre todo los más chicos, no están preparados para afrontar fracasos: desaprueban y para ellos es lo peor. Por eso empezamos a trabajar el proyecto de vida de cada uno y a fortalecerlos. Esa es una de las formas efectivas de prevenir”, asegura Peña. Para esto, trabajan de forma articulada con las universidades del Aconcagua y la de Mendoza, con estudiantes próximos a recibirse de la carrera de Psicología.

En la ciudad de Mendoza, la escuela Dr. José Vicente Zapata tiene más de 100 años y 1000 alumnos.

“Buscamos generar espacios de escucha, donde los chicos puedan manifestar qué les está pasando y sentirse escuchados. Creo que esa es la mejor solución que podemos ofrecer”, agrega el director. Por otro lado, cuando se detecta que un alumno necesita acompañamiento, desde el Servicio de Orientación Escolar (SOE), formado por psicólogos, psicopedagogos, trabajadores sociales y especialistas en educación, se hace un primer abordaje.

Además, se articula codo a codo con el centro de estudiantes. Desde ese espacio, organizan una serie de talleres vinculados a la salud mental, generalmente de la mano de la Municipalidad de Mendoza. También se promueven “días temáticos”, donde se involucra el arte, el baile y la música como formas de expresión. Emma Fernández y Catalina Seguy, presidenta y vicepresidenta del centro de estudiantes, coinciden en un punto clave: “En la vida de un adolescente, la escuela ocupa la mayoría de tu tiempo. Por eso tiene que ser un lugar cálido, donde tengas a quién acudir y creemos que ese es nuestro rol como centro”.

Pero hay más. La escuela Vicente Zapata fue la primera de su provincia (hoy ya son cinco) en adoptar Qaizen, una aplicación creada por un mendocino de 17 años, Valentín De Antonio, junto a un grupo de compañeros. El objetivo es que los estudiantes puedan manifestar de forma escrita y confidencial las problemáticas que están atravesando: desde casos de bullying hasta otras que afectan de forma directa su salud mental.

Emma Fernández (de blanco) y Catalina Seguy (azul), presidenta y vicepresidenta del centro de estudiantes.

“Ayuda sobre todo a los más tímidos o a los que les cuesta expresarse. Desde sus casas o en la escuela, pueden mandar un texto contando qué les está pasando. El único que puede leer esos comentarios soy yo, el director, y a partir de ahí se decide el abordaje”, detalla Peña. Por semana, llegan entre 10 y 15 comentarios. Para el director, el éxito se vincula a que el feedback es siempre inmediato: “De esa forma ya estás haciendo prevención”.

Cocineras en alerta

A comienzos de este año, a la escuela Unidad Institucional N°1 Riveras del Valle, al sur del centro de la ciudad de Catamarca, la sacudió la tragedia: uno de sus estudiantes, de 14 años, se suicidó.

“Nos shockeó a todos. Empezamos a buscar estrategias para contener a docentes y a sus compañeros de quinto año”, cuenta Evangelina Acuña, la secretaria general de esa escuela que tiene nivel inicial, primaria y secundaria. “Solicitamos profesionales en los ministerios provinciales de Educación y Salud para que nos acompañen a sobrellevar el proceso de duelo y empezamos con una serie de talleres”, agrega.

Acuña explica que están ubicados “en un contexto sumamente vulnerable, de asentamientos”. La mayoría de los padres tienen la primaria incompleta. “Hay muchas problemáticas de violencia intrafamiliar y familias completas que consumen”, señala Acuña. “Nosotros contenemos mucho a los chicos con el comedor, que nos ayudó a sostener la matrícula porque antes faltaban un montón”.

Aún con recursos limitados, desde la escuela hacen malabares por atajar las problemáticas de salud mental que se dispararon entre los chicos, sobre todo en la secundaria. Para esto, buscan generar red con distintos actores. “Desde el año pasado empezamos a trabajar con el Mini Hospital Carlos Bravo: siempre recurrimos a sus trabajadores sociales”, detalla Acuña.

Catamarca es la provincia con la tasa de suicidio adolescente más alta del país, según los últimos datos oficiales. En 2023, 14 chicos de entre 10 y 19 años se quitaron la vida, lo que da una tasa de 20 adolescentes cada 100.000. Ese indicador triplica el promedio del país, que durante 2023 registró 438 suicidios de adolescentes.

“Es un tema que realmente arde dentro de las escuelas”, asegura Carolina Álvarez, psicóloga y directora de Prevención, Promoción y Abordaje Comunitario en Salud Mental, un área que depende del Ministerio de Salud de Catamarca. Para abordar esta realidad, se está realizando un trabajo interministerial con la cartera de Educación y otras áreas clave. Todo enmarcado en la Estrategia Provincial de Prevención del Suicidio que comenzó a implementarse en mayo del año pasado.

Una de las patas son capacitaciones a docentes. Además, Álvarez cuenta que desde el Ministerio de Educación se generó un espacio de posvención institucional desde el cual se trabaja con los docentes a partir de los casos de intentos o suicidios consumados. Eso fue lo que ocurrió con la escuela Riveras del Valle.

En la escuela técnica N°7 de Parque Patricio apuestan al deporte como espacio para detectar problemas emocionales

Tras el suicidio del estudiante, hicieron foco en aquellos chicos que hubiesen tenido anteriormente intentos (eran cinco) o que hubiese expresado ideas de muerte (siete). Actualmente se está articulando con el Ministerio de Educación, desde donde se hace un seguimiento de las familias.

Por cada suicidio pueden existir entre 10 y 30 intentos, según advierte estudios de la Organización Mundial de la Salud y otros informes de riesgo suicida. Los expertos en suicidología explican que ese efecto de imitación se neutraliza cuando se genera un espacio para que los chicos y las familias puedan hablar.

“Hablamos con los papás. Muchos tienen predisposición para recibir ayuda pero por su contexto no se acercan a los hospitales y les cuesta mucho conseguir turnos. Entonces nos piden a nosotros que les consigamos los turnos con psicólogos”, cuenta la directora. No es nada fácil: los profesionales son pocos y los consultorios están desbordados.

“No tenemos equipo psicotécnico, tenemos que trabajar en red con el Mini Hospital, con el Ministerio de Educación y la Secretaria de Familia porque tuvimos muchos casos de violencia y abuso”, suma la directora.

Después de que tuvieron la primera jornada de capacitación sobre suicidio, Acuña cuenta que las cocineras “empezaron a detectar en el comedor a chicos que veían raros”. Y detalla: “Los convocamos para charlar y uno nos dijo que había intentando suicidarse tres veces. Tiene 13 años. El otro me dijo: ‘Yo me siento muy solo’”.

También ven casos de autolesiones. “Las cicatrices son visibles. Necesitamos trabajar más en red con los otros ministerios y necesitamos urgente tener equipos de gabinetes psicotécnicos en las escuelas, que puedan atender salud mental. Nosotros no tenemos”, se lamenta Acuña.

El consumo de drogas es otra problemática que afrontan a diario. Por iniciativa de una docente, lanzaron un proyecto llamado “Te abrazo”, que busca abordar esta realidad, trabajando codo a codo con una organización social dedicada a la rehabilitación.

“Además, con el área de políticas juveniles del Estado, empezamos con un proyecto de fútbol itinerante los sábados, para integrarnos con otras instituciones, acompañar y contener a los alumnos. Los chicos no compiten, comparten. Les dan charlas, el desayuno. Mediante el juego se busca detectar, por ejemplo, si alguno consume”, asegura Acuña.

Abiertos los sábados

La Escuela Técnica N°7 Dolores Lavalle de Lavalle es una secundaria con 753 estudiantes. Está en el barrio porteño de Parque Patricios y un 30% de sus estudiantes vive en la villa 21-24 y Zavaleta. Diego Barón es su director desde febrero del año pasado y explica que en los últimos años, dos de las problemáticas que observaron con mayor preocupación fueron el bullying y las apuestas online.

La Escuela Técnica N° 07 Dolores Lavalle de Lavalle, en Parque Patricios.

“El primer caso que me encontré cuando llegué a la escuela y me afectó muchísimo fue de ciberbullying. Lo detectamos cuando una chica, que era buena alumna, estuvo tres días sin venir a la escuela: esa fue la primera alerta”, detalla Barón.

“Al principio no quería contar qué era lo que pasaba. Pero una de la psicopedagogas del equipo de orientación escolar empezó a indagar un poco más y ahí saltó todo. Antes el bullying se daba durante el horario de clases. Ahora, con las redes sociales, es las 24 horas, los siete días de la semana. Esta chica no tenía paz. También había víctimas de otros cursos”, cuenta.

En este contexto, se pusieron en contacto con el Ministerio Público Tutelar de la ciudad de Buenos Aires, que ofrece talleres a escuelas, clubes y otras instituciones sobre ciberbullying, violencias en general y problemáticas en salud mental, entre otras temáticas. Organizaron un taller (primero con el curso al que iba esa estudiante, pero después se sumaron otros) donde, de forma lúdica, los chicos se ponían en la piel de los que sufren violencia.

Diego Barón (izq.), el director de la escuela Lavalle de Lavalle, junto a Adrián Romero (der.), coordinador del club de jóvenes que funciona los sábados en la institución.

“El impacto fue maravilloso y a partir de ahí la cosa cambió. Vamos a seguir con los talleres: no vamos a esperar a que haya otro caso”, resume Barón.

Los sábados y como parte de una iniciativa del Ministerio de Educación porteño, la escuela funciona como club de jóvenes: se organizan desde campamentos hasta juegos de ajedrez y todo tipo de deportes. Barón cuenta: “Esto creció mucho desde el año pasado. Trabajamos codo a codo con el coordinador del club, Adrián Romero, para que podamos tener informes mensuales de los chicos que asisten, y que recibirán los tutores de cada uno para tener un mejor seguimiento”.

Otra problemática en los chicos estaba vinculada con la ansiedad y la poca tolerancia a la frustración cuando rendían mal. “Nos pasa especialmente con los de segundo año, que tiene que definir su especialidad, o con los que están terminando la escuela y no saben qué hacer después”, señala el director. En ese marco, a fines de este mes van a lanzar el “Proyecto de Vida”, con el objetivo de “bajar el nivel de ansiedad y trabajar la orientación vocacional en los chicos, para que puedan descubrir sus talentos”.

Un grupo de estudiantes juegan al básquet un sábado por la tarde en la escuela Lavalle de Lavalle.

Pero, además, la escuela se planteó otra iniciativa: “Todos los años, antes de que los chicos arranquen la secundaria, hacemos juegos y actividades con los profes de educación física para detectar problemas emocionales o a los chicos más introvertidos. De esa forma se busca ir individualizándolos para conversar con la familia y el departamento de orientación. A través de lo lúdico, se busca ver qué le está pasando al alumno”, concluye Barón.

Más información

  • Si querés saber más sobre los signos de alerta y cómo actuar cuando un adolescente tiene ideas de muerte o pensamientos suicidas, podés entrar a esta guía para padres que LA NACION armó con un equipo de especialistas.

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