En la actualidad, casi un tercio de la población no puede dormir de 7 a 9 horas por noche, recomendado por la Fundación del Sueño de los Estados Unidos. Según un estudio, el 31% de los adultos duerme menos tiempo del recomendado por los especialistas en medicina del sueño.
El doctor Daniel Pérez Chada (MN 47.085), presidente de la Fundación Argentina del Sueño y consultor del servicio de Neumonología y director de la Clínica del Sueño del Hospital Universitario Austral, expresó en una nota reciente en Infobae: “El déficit de sueño crónico lleva a múltiples efectos negativos en la salud, que abarcan desde problemas cardiovasculares, deterioro cognitivo, debilitamiento del sistema inmunológico, y un incremento en el riesgo de obesidad y diabetes tipo 2″, señaló el experto.
Un nuevo estudio confirmó estas consecuencias y cómo se manifiesta la falta de sueño en distintas zonas del cerebro. En el metaestudio, realizado por investigadores del Instituto de Neurociencia y Medicina Jülich, Alemania, demostraron que las regiones cerebrales implicadas en las afecciones del sueño a corto y largo plazo difieren significativamente. Los resultados del estudio se publicaron en la revista JAMA Psychiatry.
“La falta de sueño es uno de los factores de riesgo más importantes, aunque modificables, para las enfermedades mentales en adolescentes y personas mayores”, afirmó el doctor Masoud Tahmasian, investigador de Jülich y profesor, quien coordinó el estudio. Por el contrario, los trastornos patológicos del sueño a largo plazo, como el insomnio, la apnea obstructiva del sueño, la narcolepsia y la privación del sueño a corto plazo, se localizan en diferentes partes del cerebro.
Gerion Reimann, uno de los autores principales del estudio, señaló que los síntomas de la falta de sueño son similares durante el día. “Cualquiera que haya dormido mal o no haya dormido lo suficiente sabrá que a menudo se siente un poco malhumorado o incapaz de realizar bien las tareas debido a una disminución significativa de la atención y el tiempo de reacción”.
Y añadió que los trastornos crónicos del sueño y la falta continua de sueño también son factores de riesgo para diversas enfermedades mentales.
Las consecuencias de no dormir bien
La falta de sueño puede afectar tanto si se duerme mal una noche como si duerme poco de forma habitual. Estos son sus efectos:
- A corto plazo, la falta de sueño afecta el estado de ánimo, el juicio y la capacidad de concentración. Si no se duerme bien, se pueden tener dificultades para recordar cosas y ser más propenso a cometer errores en actividades escolares o laborales.
- A largo plazo, la falta de sueño se asocia a problemas crónicos de salud como diabetes, hipertensión, ataques cerebrovasculares, obesidad, depresión y enfermedades cardíacas y renales. La falta de sueño también aumenta el riesgo de sufrir lesiones, como accidentes de tráfico.
Cómo la falta de sueño afecta el cerebro
La investigación se realizó con datos que se obtuvieron de 231 estudios en los que se compararon distintos grupos: sujetos con alteraciones del sueño frente a individuos sanos, y personas bien descansadas frente a quienes habían sido privadas de sueño. Los resultados evidencian diferencias neuronales claras entre los grupos examinados.
Según los hallazgos analizados por los investigadores de Jülich, se identificaron cambios neuronales en áreas específicas del cerebro, como la amígdala derecha, el hipocampo y la corteza cingulada anterior, en personas que padecen trastornos crónicos del sueño. Estas regiones están asociadas al procesamiento de emociones, la memoria, la toma de decisiones y las sensaciones.
Reimann explicó que las anomalías propias de los trastornos crónicos del sueño “reflejan síntomas comunes que se presentan durante el día, como agotamiento, problemas de memoria, cambios de humor e incluso depresión. Queda por ver si los cambios en el cerebro son la causa o una consecuencia de los trastornos crónicos del sueño”.
En cambio, la privación de sueño a corto plazo se asoció con cambios en el tálamo derecho, una región cerebral responsable de la regulación de la temperatura, el movimiento y la percepción del dolor. “Esto se corresponde con los síntomas de la privación de sueño a corto plazo: se está menos atento, se restringen las acciones y, a menudo, se resfría con mayor facilidad”, detalló Reimann.
“Así, pudimos demostrar por primera vez que no hay superposición de regiones cerebrales entre los dos grupos”, afirmó el experto. “Esto es importante para futuros estudios. Ahora podemos centrarnos en las regiones y redes estructurales y funcionales precisas que son representativas del trastorno del sueño respectivo”, enfatizó.
“Anteriormente, los trastornos del sueño individuales se consideraban por separado. Ahora también podemos abordar cuestiones sobre los trastornos crónicos del sueño en estudios transdiagnósticos; es decir, podemos examinar varios hallazgos simultáneamente”, añadió Tahmasian.
Los nuevos hallazgos también podrían facilitar el camino para terapias más específicas y medidas preventivas. “Muchos pacientes que sufren de insomnio —o trastornos crónicos del sueño en general— también presentan un mayor riesgo de depresión, ansiedad y otros trastornos mentales, así como de Alzheimer y otras formas de demencia», señaló Reimann.
“Ahora que sabemos qué regiones del cerebro están implicadas, podemos investigar con más detalle los efectos de las terapias no farmacológicas, como la terapia cognitivo-conductual o la terapia de presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP), en comparación con los tratamientos farmacológicos para diversos trastornos del sueño”, concluyeron.