Si bien durante 2024 se rompió el récord de elecciones en un mismo año calendario –casi la mitad de la población mundial debió dirigirse a las urnas– el índice de democracia de la Unidad de Inteligencia de la prestigiosa revista The Economist registró un retroceso en la calidad democrática del mundo. Este alcanzó el nivel más bajo desde su creación, en 2006: la puntuación promedio cayó de 5,23 en 2023 a 5,17, reflejando una preocupante tendencia global de estancamiento o reversión democrática.
Cada año, The Economist Intelligence Unit mide el estado de la democracia en el mundo y clasifica a los países en función de cinco categorías: proceso electoral y electoralismo, funcionamiento gubernamental, participación política, cultura política y libertades civiles. Además, divide a los Estados analizados en cuatro tipos de regímenes según su nota global: democracia plena, democracia imperfecta, régimen híbrido o régimen autoritario.
Según el informe, el 45% de la población mundial vivió en democracia durante el año pasado, mientras que el 39% estaba bajo un régimen autoritario y un 15%, en sistemas híbridos que combinan elementos democráticos con tendencias autoritarias. Solamente 25 países fueron considerados democracias plenas, mientras que 46 quedaron en la categoría de democracias imperfectas.
Los países mejor posicionados en el ranking, en orden descendente, fueron Noruega, Nueva Zelanda, Suecia, Islandia, Suiza, Finlandia, Dinamarca, Irlanda, Países Bajos y Luxemburgo, con Nueva Zelanda como el único no europeo en el top 10. En el extremo opuesto, Afganistán se mantiene como el peor calificado, seguido por Myanmar, Corea del Norte, la República Centroafricana, Siria, Sudán, Turkmenistán, Laos, Tayikistán y Chad.
En América Latina, de los 24 países de la región incluidos en el índice, 17 obtuvieron una puntuación peor que el año anterior (encabezados por Jamaica, Colombia y Brasil), y otros cinco la mejoraron, liderados por República Dominicana y México, mientras que dos permanecieron igual. Los únicos dos países catalogados como democracias plenas de América Latina fueron Uruguay, en el puesto 15 (con una puntuación de 8,67) y Costa Rica, en el 18 (8,29), tras perder los dos una posición con respecto a 2023.
La Argentina fue incluida en la lista de los países con democracias imperfectas o defectuosas obteniendo una puntuación de 6,51. Tras el primer año del gobierno de Javier Milei, el país se mantuvo en la misma posición que el índice de 2023. El informe señaló la postura confrontativa del Gobierno con los medios de comunicación y la oposición, y destacó las mejoras en la protección de la propiedad privada.
El retroceso registrado en 2024 no fue impulsado por más democracias, sino por un deterioro de los regímenes autoritarios cuya puntuación promedio siguió cayendo. En lugar de responder a las aspiraciones populares con reformas democráticas, los líderes autocráticos refuerzan su control y reprimen con mayor dureza cualquier forma de disidencia. Estos regímenes no solo intensifican sus tácticas represivas de manera individual, sino que también aprenden unos de otros, intercambiando estrategias para afianzar su poder y neutralizar la oposición.
El informe señala que el sistema de partidos no logra representar adecuadamente las demandas de una población cada vez más polarizada, lo que crea un terreno fértil para el auge del populismo, tanto de derecha como de izquierda, con discursos antiestablishment. Además, destaca que las alianzas bilaterales y multilaterales de los autoritarios para conseguir sus fines han ido consolidándose de manera cada vez más evidente en el mundo, produciéndose una escisión crecientemente preocupante entre las democracias y el autoritarismo.
La democracia en el mundo enfrenta importantes obstáculos y no menores interrogantes que la ponen en jaque como pocas veces en su historia, en gran medida debido a que los partidos políticos democráticos, de principios republicanos, no son capaces de atraer a los votantes, a menudo por la ascensión de sectores populistas. La participación activa y comprometida de la ciudadanía en defensa de los valores democráticos es fundamental para detener y erradicar los avances totalitarios.