Cuando Alejandra vino a verme, una gran angustia y preocupación se reflejaban en sus ojos, en su cara y hasta en su postura. Le dijeron que tenía la Lipoproteína A (LpA) alta, que es una molécula que tapa las arterias, y que no había nada que hacer. Nada. Que haga lo que haga, coma lo que coma, no iba a bajar, que no había ninguna medicación para dar, que es hereditaria y lo más probable es que lo tengan sus hijos.
Prácticamente una sentencia. Entró a mi consultorio con lágrimas en los ojos.
Hay muchas Alejandras y Alejandros deambulando por los consultorios. Por eso, antes de una explicación más detallada, es necesario conocer dos cosas.
Es cierto que es hereditaria, que uno de cada cinco personas puede tenerla elevada. También es cierto que por ahora no hay medicación, que no baja con hábitos sanos y que puede predisponer a una enfermedad arterial. Pero no es cierto que no haya nada que hacer. La ignorancia es prima hermana del miedo y de la sobre preocupación, ambas son claves del estrés psíquico.
Así que lo primero es tener buena información, para ocuparnos y no vivir preocupados.
En segundo lugar no es una sentencia. Es un factor de riesgo más, una probabilidad algo mayor de tener enfermedad arterial, pero aun siendo cierto que no disminuye con hábitos sanos, va a ser mucho más dañina si la combinamos con hábitos insanos.
Si bien es de raíz hereditaria tenerla alta (por el gen LPA), la epigenética nos enseña que los genes se van a activar según el medio químico, o sea la sangre, con la que rodeamos a nuestras células. Es decir, ni más ni menos que tener buena o mala sangre. Y la LpA no escapa a esa regla de la biología.
¿Puede ser la Lipoproteina A el gran villano entre las grasas que circulan por nuestra sangre?
Analicemos entonces la propiedad de la LpA, comparándolas con las otras lipoproteínas como la LDL y HDL. Cuando hablamos de lípidos nos referimos al colesterol y los triglicéridos, comúnmente llamados grasas. Para circular por la sangre y ser entregados a los diferentes tejidos deben ser trasportados en una estructura proteica, por eso las llamamos lipoproteínas.
Las lipoproteínas son como una flota de “pick ups”, que llevan colesterol y triglicéridos en su caja, y los van repartiendo por el cuerpo a todas las células y tejidos que los necesitan (por ejemplo, para hacer las hormonas sexuales, la vitamina D, membrana de las células, por nombrar solo algunas).
Estas son las comúnmente llamadas LDL, HDL (entre otras). La mayoría (el 80%) de las LDL se fabrican en el hígado, y el resto ingresa por lo que comemos. Y ninguna de estas moléculas, en su justa medida, son perjudiciales para nuestra salud.
Al contrario, son indispensables para que nos mantengamos vivos. No salen del hígado toxicas ni oxidadas, ni para hacernos daño. Todas tienen una función clave en nuestro cuerpo, y pueden quedar atrapadas en la pared de una arteria, cuando se cumplen ciertas condiciones (culturales, sobre todo) que incluyen malos hábitos y alguna asociación de genes indirectos que se despiertan por el pésimo entorno que rodeamos hoy a nuestras células, como alimentos ultra procesados, sedentarismo, sobrepeso, cigarrillo y estrés en dosis alarmantes, que activan y perpetúan la inflamación en nuestro cuerpo.
Recordemos que la ateromatosis es un fenómeno inflamatorio que ocurre cuando las partículas de LDL con colesterol quedan atrapadas en la pared de la arteria. La hipercolesterolemia familiar, en tanto, está vinculada a un gen hereditario (lo tiene mi padre, lo podría tener yo también), pero solo afecta a una minoría de los pacientes. En la mayoría de los casos, esta condición está influenciada por una combinación de factores genéticos que se activan según el estilo de vida que llevemos.
La “pick up” LDL que transporta el colesterol queda atrapada en la pared de la arteria, pero no por el colesterol, sino por su parte proteica, una proteína llamada ApoB, que tiene la llave para entrar en los tejidos y puede quedar atrapada en la pared de la arteria en ciertas condiciones, como cuando se oxida la LDL. Así puede comenzar el proceso ateroesclerótico de obstrucción arterial.
Queda claro entonces, que la LDL no nace tóxica, es una molécula clave, pero que, en su sano recorrido por la sangre, está involucrada en un delito o un asesinato, instigada u obligada por ciertas circunstancias, y que, en un juicio final, terminaría no siendo culpable.
La HDL más pequeña y densa que la LDL, y es otra integrante de la flota de transporte de lípidos, que lleva el colesterol que sobra y no fue usado por las células al hígado para su eliminación. Su parte proteica es más benigna (llamada ApoA1, no tiene nada que ver con la proteína Apo A de la LpA). Asimismo, no participa en el reparto de colesterol en los tejidos y, por ende, no queda atrapada en la pared de la arteria como la LDL.
Desnudando al mayor villano de la película de los lípidos: la LpA
En esta familia de las lipoproteínas, es decir la flota de “pick ups” adaptados para que lleven colesterol y triglicéridos por la sangre, hay una lipoproteína que, si bien transporta colesterol, no tiene una función real en nuestro cuerpo (aunque la pudo haber tenido en épocas ancestrales): es la Lipoproteina A (LpA), que se genera enteramente en hígado.
La LpA es muy parecida (una prima hermana) a la LDL. Aunque es más chica, comparten la misma estructura proteica ApoB. Pero la LpA tiene otra proteína más llamada Apo A (por eso se llama LpA) y ahí está el quid de la cuestión. Si la ApoB que tienen las LDL, puede ser, en ciertas condiciones aterogénica (es decir que tiene capacidad de causar aterosclerosis), las ApoA lo es aún más.
¿Por qué? Porque por un lado la ApoA es muy parecida (en su composición molecular) a una sustancia que destruye coágulos en la sangre, que se llama plasminógeno. Sin embargo, como si fuera un disfraz, se mete en los sitios del plasminógeno ocupando su espacio, generando el efecto contrario: facilita la formación de coágulos.
Y, por otro lado, la LpA traslada también elementos proinflamatorios, como los fosfolipídicos oxidados, que son moléculas que activan la inflamación, y están muy influenciados por el estrés oxidativo. Recordemos que el estrés oxidativo son los productos de degradación de nuestro metabolismo, que, si no se eliminan, se acumulan y dañan nuestras células y tejidos.
Es decir, a diferencia de la LDL, la LpA induce a que haya más coágulos y activa más la inflamación. Por lo tanto, la LpA es la lipoproteína que tiene mayor poder para generar placas de ateroma, es decir, quedar atrapadas derramando colesterol en la pared de la arteria con el consecuente desarrollo de la inflamación que formaran una placa de ateroma Y, además, agrega mayor posibilidad de generar coágulos en su superficie.
¿Siempre que uno tenga una LpA elevada va a ocurrir un infarto?
Comparemos la situación de dos pacientes, Juan y Pedro. Juan no fuma, está en su peso adecuado, hace ejercicio, come sano, no es hipertenso, y tiene armonía interior controlando su estrés con meditación. Pero tiene una LpA alta y resto del laboratorio normal. Pedro tiene la LpA normal, pero fuma, está con sobrepeso, es sedentario, vive y se alimenta de manera inconsciente. ¿Quién tiene más posibilidades de tener un infarto? ¡Pedro!
Nuestro destino esta más ligado a como vivimos que a nuestros genes (salvo que sean de descendencia directa). Si tengo 50 pacientes como Juan, uno tendrá posibilidades de tener un infarto en 5 años. Pero tan solo necesitare 20 pacientes como Pedro para que hagan un infarto en esos mismos 5 años. La LpA es un factor de riesgo más, y es cierto que tiene más riesgo cardiovascular que tener la LDL alta. Pero mucho peor es tener una vida sin consciencia sobre la importancia de cuidar nuestros hábitos.
Además, hoy hay investigaciones muy interesantes con medicamentos nuevos, como por ejemplo con Lepodisiran, que baja de manera muy significativa LpA en sangre y que seguramente en poco tiempo estarán a nuestra disposición.
Aunque es muy prometedora, falta ver si esto se traslada también en una disminución del número de infartos, además de evaluar la seguridad a largo plazo de la droga y el costo. Además, es importante destacar que no todas las LpA son iguales. Hay variantes más aterogénicos que otras. Por ejemplo, el subtipo con Kringle IV tipo 2, son isoformas más pequeñas, que se asocian a niveles en sangre más altos y son las más aterogénicas, y esto no se mide aun en los laboratorios de rutina. Por lo tanto, hoy por hoy, no podemos saber qué tipo de LpA tiene cada paciente que nos viene a ver.
“Tengo la LpA alta y no hay medicación disponible aun … ¿qué hago entonces?”, nos dice Alejandra. Tener la LpA alta no es un sentencia, es un factor de riesgo más, pero tiene mayor riesgo que tener alta la LDL.
Por eso: mantenga, corrija y estimule todos sus hábitos para que sean lo más sanos posibles. Y estar aún más atento si es adulto varón de mediana edad o mujeres post menopausia (períodos de nuestra vida de mayor riesgo).
La importancia de disminuir los componentes inflamatorios de nuestro cuerpo
Si se tiene la LpA alta, más que preocuparse, debe ocuparse de seguir los próximos 10 ítems:
1. No fumar.
2. Hacer ejercicio periódico, no como opción, sino como parte de un estilo de vida y úselo como tratamiento.
3. Aliméntese lo más sano posible
4. Manténganse en su peso adecuado (que le diga su nutricionista cual sería)
5. Controle su presión arterial
6. Disminuya su estrés psíquico (laboral, emocional) y utilice todas las herramientasque tenga a su alcance (mindfulness, meditación, yoga, terapias psicológicas…etc.)
7. Mantenga una armonía interior y así va a rodear a sus células de buena química (¡no se haga mala sangre!)
8. Recuerde siempre que la mayoría de los factores de riesgo son modificables, por lo tanto, guiamos nuestro destino.
9. Si tiene hijos adolescentes con LpA alta es clave que los motive y estimule de chicos a cumplir con hábitos sanos. Lo mismo si Ud. es un adulto joven. Todos deben entender, que les va a ir muchísimo mejor en la larga vida que tendrán, si tienenhábitos sanos.
10. Consulte periódicamente a su cardiólogo.
¿Y qué función tiene la LpA en nuestro cuerpo?
Hoy, ninguna. Entonces, ¿cómo puede ser que una molécula haya quedado tantos miles de años en nuestro cuerpo, sin una función actual, y peor aún, siendo actualmente “tóxica” (proinflamatoria, pro coagulante y pro aterogénica), y que no haya sido eliminada por las generaciones de humamos que evolucionaron nuestra especie?
Es una pregunta muy interesante. Como la LpA tiene efecto proinflamatorio y tiene la capacidad de generar trombos, su función pudo haber sido importante en las épocas que estábamos en la jungla o en la sabana, cuando no existían las curitas ni los antibióticos. La activación de la inflamación combate las infecciones y si sangramos por una herida, es mejor tener una molécula que ayude a frenar la salida de sangre.
¿Y porque sigue estando en el siglo XXI si ya no cumple ninguna función? Porque la especie elimina las moléculas que nos hacen daño durante la etapa reproductiva y no cuando ya le hemos atravesado.
En la actualidad el entorno en el que vivimos, el medio ambiente que nos rodea, el que rodeamos a nuestras células y la cultura actual, potenciaron el efecto, con mayor daño arterial de la LpA que en otras épocas. El aumento del estrés oxidativo, potenciado por malos hábitos, aumenta el efecto pro inflamatorio de la LpA, porque trasporta fosfolípidos oxidados.
El cortisol y la LpA son ejemplos de moléculas que actuaron a favor (el cortisol lo sigue haciendo en su justa medida), pero se ponen en contra por el estilo de vida del homo sapiens actual.
Paradojas de la evolución nuestra especie
*El doctor Martín Lombardero es un reconocido cardiólogo, especialista en imagen cardíaca. Es miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), felow de la Sociedad de Imágenes Cardiovasculares de la Sociedad Interamericana de Cardiología (SISIAC), profesor de la Universidad de Buenos Aires con más 20 años de trayectoria y miembro del comité de revisión de la revista científica internacional RETIC/SISIAC