Milton de la Canal, el nene de Montecristo y Kamchatka que vive en San Marcos Sierra y sueña con volver a actuar

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Empezó a trabajar con apenas seis años, de la mano de Ricardo Darín y Cecilia Roth en la película Kamchatka, y luego dio que hablar en Montecristo, donde jugó escenas con Pablo Echarri, Paola Krum y Joaquín Furriel. Pero en la adolescencia, Milton de la Canal se alejó del medio hasta que se dio cuenta de que su destino es la actuación. Sin embargo, hace dos años sintió que necesitaba escaparse del caos de la ciudad y se mudó a San Marcos Sierra, en Córdoba, junto a su pareja, la también actriz Belén Asensio. LA NACION conversó con De la Canal sobre los recuerdos de sus inicios, la decisión de dar un paso al costado y su nueva vida lejos del mundanal ruido.

Sus días en San Marcos Sierra son tranquilos. Tiene un emprendimiento de impresiones 3D y hace juguetes, souvenirs y llaveros que vende a los turistas en la feria comunitaria del pueblo. Y también hace teatro con su compañera desde hace seis años: “Queremos presentar una obra acá”, dice. Se conocieron estudiando en Andamio 90. “Ella estaba haciendo el profesorado y yo la carrera de actor, compartíamos muchas materias, nos hicimos muy amigos y después nos enamoramos. Vivimos en CABA, también en Merlo, donde está la familia de ella, y en Isidro Casanova, donde está mi familia”, detalla.

Milton de la Canal vive hace años con su pareja en San Marcos Sierra, donde lleva una vida apacible

-¿Por qué decidieron cambiar su vida?

-Decidimos huir del caos de la ciudad y venir a San Marcos, que ella ya conocía. También pensamos en Chascomús, porque tengo familiares, y en Lago Puelo, donde vive una de mis hermanas. La idea era buscar un poco de tranquilidad y probar también lo artístico, alejados de la ciudad.

-¿Y se adaptaron rápidamente o les costó?

-Apenas llegamos, nos fascinamos y la gente nos recibió muy amablemente. Acá hay tiempo para todo, para saludar al vecino, conversar un rato y esas cosas tan valiosas de la rutina cotidiana. Hicimos voluntariado en hostels, después alquilamos una casita y seguí con el emprendimiento que ya tenía en Buenos Aires junto con un amigo y mi suegro, y funcionó. Y poco a poco retomé la actuación. Estamos bien, pero extrañamos a la familia y los amigos. Y extrañamos el teatro, la diversidad que hay en Buenos Aires. En el pueblo hay un solo teatro y un centro cultural y allá hay diversidad de voces y gente. Por ahora vamos a seguir acá, agradecemos estar en San Marcos, nos encanta, salimos a andar en bicicleta y es hermoso. Pero no descartamos volver a Buenos Aires o ir a otro lado. Lo evaluamos todo el tiempo. Nos ponemos objetivos cortos, por el momento.

-Empezaste a trabajar de muy chico e hiciste trabajos que quedaron en la memoria colectiva de los argentinos, como la novela Montecristo o la película Kamchatka. ¿Cómo fue ese inicio en el medio?

-Sé más por lo que me cuentan mis padres que por mis recuerdos (risas). Las que empezaron a hacer publicidades fueron mis hermanas más grandes, Daiana y Melina. Una vez acompañé a una de ellas al rodaje de una publicidad por la inauguración del shopping del Abasto, y el director le dijo a mis padres si podía yo también hacer una toma. Me acuerdo que tenía que estar en la calesita y saludar, y me gustó. Entonces pedí ir a hacer castings como mis hermanas. Estuve en publicidades y lo primero más conocido que hice fue Kamchatka. A partir de ahí empezaron a llamarme, hice Son amores, las películas Hermanas, Morir en San Hilario.

Perfeccionismo

-¿Qué recuerdos tenés de esas primeras ficciones?

-Disfruté mucho de Kamchatka, y para mí era un juego. Recuerdo divertirme y al mismo tiempo ser profesional porque me estudiaba la letra de pe a pa; soy muy perfeccionista y detallista desde chico, y aprendía mi letra y la de los demás. Tenía muy buena onda con Cecilia Roth y Ricardo Darín, me trataban muy bien. Cada vez que vuelvo a ver la película recuerdo el doblaje que hicimos; fue una linda experiencia. Y en Montecristo tenía 10 años y me acuerdo que se me escuchaba a pesar de mi edad y me tenían en cuenta a la hora de opinar sobre las escenas que compartía escenas con Paola Krum, Pablo Echarri y Joaquín Furriel, quienes tenían un trato muy lindo, como si en realidad fueran mis padres.

-¿Volviste a ver la novela?

-La estamos viendo en Netflix, con mi compañera. Soy muy autocrítico, pero me gusta y, sobre todo, me da mucha ternura verme. Entonces, me permito no criticarme tanto.

-¿Por qué te alejaste del medio cuando fuiste adolescente?

-Porque estaba en la secundaria y se complicó un poco. Además, tenía acné y no me gustaba; no quería hacer castings. También me cansé un poco después de tanta revolución con la novela, aunque me gustaba que la gente me saludara en la calle; siempre recibí el cariño con mucho amor.

Milton de la Canal con Pablo Echarri en sus roles de Matías y Santiago, en la novela Montecristo

-¿Pensabas que ya no querías ser actor o nunca fue un planteo?

-Terminando la secundaria decidí que quería retomar y volví a hacer castings, y estuve en algunas publicidades. Quería estudiar dirección de cine, pero me di cuenta de que lo que me interesaba era la actuación y me propuse animarme a hacer teatro, algo que me habían ofrecido de chico y decía que no por miedo o vergüenza. Hice la carrera de actor en Andamio 90, y disfrutaba todas las clases prácticas y teóricas.

-¿Y cómo te ganabas la vida?

-Con changas; trabajé como repositor en una empresa de luces, fui verdulero y, claro, tuve la ayuda de mis viejos que me bancaron la carrera. Y tuve también amigos que me bancaron y cuando terminaba me quedaba a dormir en alguna casa, para no volver a Casanova. Trabajé ayudando con escenografías en el mismo teatro, pintando casas y con todo lo que surgiera.

-¿Queres volver a actuar?

-Claro que sí. Ahora estoy haciendo teatro en el pueblo y estamos viendo posibilidad de presentar una obra con mi compañera. Ser actor es lo que quiero y lo tengo claro. En algún momento quizá vayamos a otro lado, para probar. Amo actuar y mi compañera también. Somos dos bichos de teatro.

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