Claudio Avruj: “La argentinidad es ese nacionalismo sano que nos identifica cuando nos vamos al exterior”

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“La lectura es la pausa necesaria a la locura de lo inmediato con la que convivimos”(Crédito: Facebook Claudio Avruj)

Dicen que detrás del hombre de Estado, del funcionario, siempre hay un escritor. Claudio Avruj fue secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación y subsecretario de la misma cartera de la Ciudad de Buenos Aires. También director de Relaciones Institucionales de CABA y director de la DAIA. Hoy se desempeña como Presidente del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI). Pero ahora muestra otra faceta, la del narrador, la del novelista, con su primera novela.

Para siempre se titula esta historia publicada por la Editorial Del Dragón. Es una novela que recorre, con nostalgia y sensibilidad, la memoria de un bodegón desaparecido en el barrio porteño de Villa Crespo, donde un grupo de hombres comunes forjó vínculos profundos en torno a la amistad, la identidad y el sentido de pertenencia. La historia transcurre en un espacio invisible para la mayoría, pero muy vívido.

Quienes habitan el bodegón forman parte de una comunidad marcada por el judaísmo askenazí y sefaradí que deja huella en el entramado social del barrio. Entre evocaciones de encuentros, rituales cotidianos y la fuerza del recuerdo, el relato rescata la esencia de un tiempo perdido que, sin embargo, sigue vivo en quienes lo compartieron. A continuación, la conversación de Avruj con Infobae Cultura.

—¿Cómo surgió la idea de escribir este libro, su primera novela? ¿Cómo fue el proceso?

—La idea surge de una riquísima experiencia de vida de muchos años, que tiene varios protagonistas y lugares, la mayoría reales y otros imaginarios, que sentí no podían quedar solo en el recuerdo de quienes lo vivieron para ser luego, con el tiempo, simplemente olvido. Para siempre es una ficción en torno a un equipo de fútbol de veteranos de la comunidad judía. Amigos, con sus coincidencias y diferencias. Donde la identidad heredada con sus tradiciones se pone de manifiesto permanentemente, como los amores a los colores futbolísticos, e incluso al barrio de donde se es. Quise dejar testimonio de esto, de una forma de vivir en la cual los valores de la solidaridad, la amistad, la cultura del encuentro, el reconocimiento a los mayores, se muestran constantemente. Fluyen en la naturalidad de una manera de ser y vivir que merece ser contada. El proceso fue la observación y dar rienda suelta a la imaginación. Aprovechar el encierro y la soledad a la que nos enfrentó la pandemia y decirme: es el momento. Fue un tiempo que disfruté mucho. En el que me reí, emocioné y sobre todo donde me desafié cada día. Escribo desde siempre, así como leo. Aprendí que no hay escritura sin lectura. Si busco un momento especial, me encuentro en la escuela secundaria, en el tercer año del Comercial 9, José Ingenieros. Fue la profesora Peteira quien me estimulaba a hacerlo. Tiempos en que las “composiciones” eran la tarea y/o pruebas sorpresas. Este paso, mi primera novela, sin duda se viene gestando desde allí.

—¿Qué lugar ocupa la ficción en su vida? ¿Recuerda los primeros libros que leyó, las primeras historias que lo maravillaron?

—A todas luces ocupa un lugar fundamental. Procuré siempre encontrarme con libros que me sacudían, que me emocionaban, haciéndome imaginar en esos diálogos y situaciones. De los primeros libros de la infancia que me preguntas, los que más recuerdo, incluso el momento en que los leí sobresalen Corazón, de Edmundo e Amicis y también las Aventuras de Tom Sawyer de Mark Twain. Llegarán después Mi Planta de Naranja Lima de Vasconcelos y más adelante Demián de Herman Hesse junto al Diario de Ana Frank que por supuesto no es ficción pero que da cuenta de una historia de vida real llena de valores y enseñanzas. Luego son infinidad de libros hasta hoy, donde destaco autores como Elie Wiesel, Albert Camus, Fernando Aramburu, Almudena Grandes, Leonardo Padura, Ruiz Zafón, Fernández Díaz, Milan Kundera Khaled Hosseini, Julia Navarro, Marcelo Birmajer y tantísimos otros. Lo último que leí estos días fue Demasiado Lejos de Sacheri. Una novela que, como se lo hice saber “me tomó y conmovió” enormemente. Ahora estoy leyendo a Silvia Plager en Simale.

—En la novela sobrevuela la idea de identidad y, por consiguiente, de argentinidad. ¿Qué significa para usted esa palabra? ¿Qué peso tiene hoy la idea de patria?

—Sin dudas es así. Como dije antes, la identidad ocupa un lugar central en Para siempre. La da el pasado a través de los inmigrantes y el presente en la continuidad y el reconocerse en lo que se es. La identidad la da el barrio, en este caso Villa Crespo, como lugar emblemático donde confluyen distintas culturas, ese encuentro que deja ver el mosaico de identidades que somos, y de clases sociales. Donde el club Atlanta junto al bodegón son los grandes catalizadores de “la argentinidad”, eso que nos es propiedad tanto de los que nacimos aquí y de los que decidieron que fuera este su lugar. La argentinidad es esa cultura que subyace, creada por nosotros, que nos cruza y une con sus modismos, lenguaje puro y deformado, sus códigos que solo nosotros sabemos reconocer y que saber de qué se trata incluso en los silencios. La argentinidad es ese nacionalismo bien entendido, sano, puro, que nos identifica cuando nos vamos al exterior y con lo que nos reconocen los que llegan al país. Patria es eso, lo que realmente sentimos como propio. No es una palabra que usemos mucho, pero sí, la vivimos. Es ese apasionamiento que tenemos los argentinos por lo nuestro y que se manifiesta tantas veces y en tantas cosas. Con eso nosotros hablamos de Patria.

—En tiempos de redes sociales y velocidad, ¿qué importancia crees que tiene la lectura y la literatura?

—Soy un defensor de la lectura, un amante del libro impreso. Pararme en cuanta librería pueda a mirar, hurgar. Me encanta buscar y observar bibliotecas en las casas. Hay distintos mundos que conviven en las redes sociales. El que te hace mirar rápido y pasar al siguiente posteo sin más, el que te obliga a ignorar porque se planta en el insulto y la agresión, y también el que te invita a pensar, que sorprende con una imagen o una frase y llama a recurrir a la lectura, para saber más, para investigar, para fugarte en la imaginación. La lectura es fundamental en nuestras vidas, es la pausa necesaria a la locura de lo inmediato con la que convivimos. Leer nos hace encontrar con nosotros en un tiempo distinto, de calma. Sabemos que leer hace volar la imaginación, y así nuestra posibilidad de crecimiento es infinita.

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