ROMA.- En su segundo día como 267 Pontífice de la historia de la Iglesia católica, el papa León XIV dejó claro su programa de gobierno, totalmente en línea con su predecesor, Francisco, en un encuentro que tuvo con todos los cardenales -electores y mayores de 80 años-, en el Aula Nueva del Sínodo, a puertas cerradas.
Entonces Robert Francis Prevost, el primer papa estadounidense de nacimiento, pero peruano de adopción, admitió el peso de la enorme responsabilidad que le ha tocado, al que definió: “Es un yugo que claramente supera no sólo mis fuerzas, sino las de cualquier otro”. Asimismo explicó por qué decidió llamarse León XIV y llamó a todos los cardenales a renovar una plena adhesión al camino de apertura iniciado por el Concilio Vaticano II, continuado por su predecesor argentino.
En su primer discurso, Robert Francis Prevost, la gran sorpresa del cónclave, de 69 años, presentó su programa de gobierno, basado en el legado de Francisco. Destacó que fue él, en efecto, quien “ha recordado y actualizado magistralmente” el contenido del Concilio Vaticano II (1962-1965) a través de la Exhortación apostólica Evangelii gaudium, de fines de 2013, de la que mencionó algunos puntos fundamentales. “El regreso al primado de Cristo en el anuncio; la conversión misionera de toda la comunidad cristiana; el crecimiento en la colegialidad y en sinodalidad; la atención al sensus fidei, especialmente en sus formas más propias e inclusivas, como la piedad popular; el cuidado amoroso de los débiles y descartados; el diálogo valiente y confiado con el mundo contemporáneo en sus diferentes componentes y realidades”, aseguró, citando no sólo el documento programático de Francisco, sino también textos clave del Concilio Vaticano II.
“Se trata de los principios del Evangelio que animan e inspiran, desde siempre, la vida y la obra de la Familia de Dios; de los valores a través de los cuales el rostro misericordioso del Padre se ha revelado y continúa a revelarse en el Hijo hecho hombre, esperanza última de todos los que busquen con ánimo sincero la verdad, la justicia, la paz y la fraternidad”, siguió al citar partes de documentos de Benedicto XVI y, otra vez, de Francisco.
“Precisamente, al sentirme llamado a proseguir este camino, pensé tomar el nombre de León XIV”, dijo. “Hay varias razones, pero la principal es porque el Papa León XIII, con la histórica Encíclica Rerum novarum, afrontó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial y hoy la Iglesia ofrece a todos su patrimonio de doctrina social para responder a otra revolución industrial y a los desarrollos de la inteligencia artificial, que comportan nuevos desafíos en la defensa de la dignidad humana, de la justicia y el trabajo”, explicó.
Acto seguido, también mencionó a otro de sus predecesores, Pablo VI. “Queridos hermanos, quisiera terminar esta primera parte de nuestro encuentro haciendo mío ―y proponiéndoselo también a ustedes― el deseo que san Pablo VI, en 1963, expresó en el inicio de su ministerio petrino: ‘Que sobre el mundo entero pase una gran llama de fe y de amor que ilumine a todos los hombres de buena voluntad, allanando los caminos de la colaboración recíproca y que atraiga sobre la humanidad, la abundancia de la benevolencia divina, la fuerza misma de Dios, sin cuya ayuda nada vale ni nada es santo’”, afirmó, aportando más claves de lo que será su papado, el primero de un Papa venido de “dos mundos”, Estados Unidos y Perú.
Al principio de su discurso -que fue difundido pasadas las 13 locales por el Vaticano- León XIV, después de recordar los dolorosos días vividos después de la “pérdida del Santo Padre Francisco” y la enorme responsabilidad que tuvieron juntos, tuvo palabras de agradecimiento para el colegio cardenalicio, a quien le recordó su misión de sostener al Pontífice.
“Ustedes, queridos cardenales, son los más estrechos colaboradores del Papa, y esto me sirve de consuelo al aceptar un yugo que claramente supera no sólo mis fuerzas, sino a las de cualquier otro”, dijo. “Su presencia me recuerda que el Señor, que me ha confiado esta misión, no me deja solo con la carga de esta responsabilidad. Ante todo, sé que cuento siempre, siempre, con su auxilio, el auxilio del Señor, y, por su Gracia y Providencia, con la cercanía de ustedes y de tantos hermanos y hermanas que en el mundo entero creen en Dios, aman a la Iglesia y sostienen con la oración y las buenas obras al Vicario de Cristo”, añadió.
Agradeció luego especialmente al decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Giovanni Battista Re — “merece un aplauso, al menos uno, si no más”, pidió— que, con su sabiduría, fruto de una larga vida y de muchos años de fiel servicio a la Sede Apostólica, nos ha ayudado mucho en este tiempo”. Fue él, con 91, años, quien guió las congregaciones generales, es decir, las reuniones pre-cónclave. “También agradezco al Camarlengo de la santa Iglesia romana, el cardenal Kevin Joseph Farrell —creo que está aquí presente—, por el valioso y difícil papel que ha desempeñado durante el tiempo de la Sede Vacante y la convocación del cónclave”, añadió.
“Dirijo también mi pensamiento a los hermanos cardenales que, por razones de salud, no han podido estar presentes y, junto con ustedes, me uno a ellos en comunión de afecto y oración”, siguió. Llamó la atención que no mencionara al cardenal Pietro Parolin, que como cardenal-obispo de mayor rango, dirigió el cónclave y que era considerado el gran favorito para suceder a Francisco, según la prensa italiana, que hizo una fuerte campaña que probablemente terminó afectándolo.
“En este momento, a la vez triste y alegre, envuelto providencialmente en la luz de la Pascua, quisiera que contempláramos juntos el tránsito del recordado Santo Padre Francisco y el cónclave como un acontecimiento pascual, una etapa del largo éxodo a través del cual el Señor sigue guiándonos hacia la plenitud de la vida”, dijo también León XIV. “En esta perspectiva, confiamos al ‘Padre de las misericordias y Dios de todo consuelo’ el alma del Pontífice difunto y también el futuro de la Iglesia”, agregó. Y volvió a demostrar su alineamiento total con Francisco, que siempre dijo que el poder es servicio. “El Papa, desde san Pedro hasta mí, su indigno sucesor, es un humilde siervo de Dios y de los hermanos, y nada más que esto. Lo han demostrado bien los ejemplos de muchos de mis predecesores, como el del Papa Francisco mismo, con su estilo de total dedicación al servicio y de sobria esencialidad de vida, de abandono en Dios durante el tiempo de la misión y de serena confianza en el momento del retorno a la Casa del Padre”, subrayó.
“Recojamos esta valiosa herencia y retomemos el camino, animados por la misma esperanza que nos viene de la fe”, pidió, otro mensaje claro de hacia dónde quiere llevar la barca de Pedro.