A 160 kilómetros de la ciudad de Córdoba, a 65 de Merlo (San Luis) y a orillas del río Quillinzo está Villa Cañada del Sauce. El pueblito solo tiene 130 habitantes permanentes y en verano suele triplicar su población con turistas que llegan para disfrutar de su tranquilidad. De esos visitantes ocasionales, muchos eligen volver o hacer de este lugar su hogar. Si bien no hay cifras concretas, en la comuna estiman que la población está compuesta por un 50% de personas nacidas en este rincón del sur cordobés y un 50% que lo adoptó como su hogar.
Muchos comercios y restaurantes solo abren en verano. Tal es el caso del restobar Barba Negra, el bar Lolita o Lo de Tuti, un almacén donde venden pizzas, empanadas y más.
“Esta villa serrana está rodeada por el río Quillinzo, el más grande que tiene la zona de Calamuchita. Nosotros vendemos paz y tranquilidad. Toda nuestra actividad gira en torno del río y es un lugar elegido justamente por eso. Acá se puede practicar también mountain bike y senderismo. La zona se mantiene virgen todavía”, cuenta Mauricio Acosta, jefe comunal de Villa Cañada del Sauce y agrega que el total de plazas hoteleras es para 200 personas entre complejos de cabañas, casas de alquiler y camping.
A esto se pueden sumar algunos atractivos como playas públicas y varios miradores: Elpidio Acosta, en la zona céntrica del pueblo cerca de la Biblioteca Pública; Don Venancio, a orillas del río es uno de los lugares permitidos para bañarse y Julio Leuthold, justo en frente del tanque de agua del pueblo.
Los primeros turistas que llegaron a Villa Cañada del Sauce alrededor de 1944 venían desde Buenos Aires. “En ese entonces le decían ‘la villa porteña’ porque eran el 90% de sus visitantes. Hoy llegan de Rosario, Córdoba, Villa María y más. De viernes a domingo viene mucha gente que vive cerca y tiene sus casas de fin de semana”, explica Acosta.
Antes de la actividad turística, la villa era una zona donde se criaba ganado vacuno y caprino. En ese entonces empezó a funcionar una escuela tapera que hoy es la Escuela Adolfo Alsina, una de las dos del pueblo y que está a punto de cumplir 122 años. “Yo diría que Villa Cañada del Sauce tiene como 130 años. Nuestra intención es poner la fecha fundacional del pueblo tomando la escuela como referencia”, agrega Acosta, siguiendo un estudio y reconstrucción sobre la historia del pueblo que está llevando adelante el municipio.
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El punto de encuentro
Sobre la costa del río se encuentra el club de pueblo que en verano también funciona como balneario con baños, asadores, mesas y estacionamiento. Es el lugar donde locales y turistas se encuentran y disfrutan de actividades. “El pueblo mantiene mucho la naturaleza, tiene un turismo controlado y se conserva el bosque nativo. A pesar de ser un municipio chico, se hace mucho: se mantienen las calles, se hacen actividades, hay una biblioteca, una planta potabilizadora, electricidad. Ahora tenemos un buen servicio de internet”, detalla Francisco López, que nació en San Martín de los Andes, viajó por el mundo y hoy tiene la concesión del club de Villa Cañada del Sauce.
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Francisco estudió Arquitectura en Rosario y se mudó a Buenos Aires para hacer una maestría en Economía Urbana. Trabajó en empresas, como investigador en una fundación y, gracias a su formación, viajó por Estados Unidos y varios países de Europa.
“Me iba muy bien, pero decidí hacer un cambio de vida. Siempre me gustó la montaña, el bosque y me parecía que Córdoba tenía todo eso que me gustaba y que me recordaba a San Martín de los Andes”, cuenta.
Al pueblo lo conoció por internet y encontró en él lo que soñaba: una comunidad chica con sentido de pertenencia y colaboración. “Acá la gente se conoce y se ayuda. Sabemos que entre todos podemos construir una comunidad y mantener un lugar bien conservado y muy atractivo. La gente puede hacer turismo, puede edificar pero siempre buscando que se preserve el bosque nativo”, expresa.
Otra de las cosas que lo maravilló fue la posibilidad de estar en contacto con la naturaleza y lo cerca que queda de otros lugares: hasta Rosario hay 446 kilómetros y a Buenos Aires 741 aproximadamente. “Yo me despierto a la mañana y, desde mi casa, se ve el valle, las montañas. Básicamente amanezco en el bosque”, comenta.
Hoy, de los casi 160 kilómetros que separan al pueblo de Córdoba capital, solo quedan 11 de ripio consolidado lo que hace que sea mucho más accesible.
Si bien el pueblo cambia en verano, Carla Pozzi, oriunda de Francisco Álvarez (provincia de Buenos Aires), asegura que “no pierde su esencia de paz”.
“Cada año llega más turismo en verano. Se nota que el pueblo tiene otro ritmo, se ven más autos a la vera del río, mucha gente caminando, pero no pierde la paz. Podría decirse que la villa se vuelve un poco más bulliciosa”, expresa Pozzi que trabaja administrando dos complejos de cabañas, dos casas de alquiler y en un restaurante los fines de semana.
Ella llegó por primera vez a Villa Cañada del Sauce hace 23 años cuando su familia decidió visitar a su padrino en Semana Santa. Desde ese momento, les gustó tanto el lugar, que volvieron cada verano que pudieron. Carla eligió al pueblo como su casa hace tres años.
“Me mudé a Villa Cañada del Sauce por la calidad de vida. Es un lugar muy tranquilo, con mucha paz y su entorno natural tiene un encanto muy particular. Acá uno puede desconectarse y no tener las preocupaciones que hay en las grandes ciudades. Además de que el ritmo de vida es más tranquilo, uno aprende a tomarse el tiempo con calma y disfruta de las cosas pequeñas”, expresa.
Como parte de su trabajo, Carla suele recibir a muchos turistas y contarles cuáles son los principales atractivos del lugar. “La villa tiene un encanto natural. Estamos rodeados de monte nativo y del río. Hay un pequeño centro, con una plaza de juegos, cancha deportiva, biblioteca, destacamento policial y edificio comunal”, agrega.
Además de las playas y sus vistas panorámicas. “Es un lugar calmo, para desconectar, donde pareciera que el tiempo se detiene y uno se pierde en un pueblito escondido”, finaliza Pozzi.