La balacera contra el frente del hospital municipal de José C. Paz el fin de semana pasado no fue la excepción. Los hechos de violencia en los centros de salud se fueron instalando en el territorio bonaerense con los años y, hoy, la entidad que nuclea a los médicos que ejercen en la provincia de Buenos Aires denuncia que son “una constante” y “aumentan día a día”. Tanto escaló que se volvió, con lo económico, en un motivo de renuncia laboral o búsqueda de trabajo en otro país.
“La indefensión del personal de la salud es total”, afirman en el Colegio de Médicos de la Provincia de Buenos Aires (Colmed). Así lo hicieron saber en la reunión de hace dos meses con autoridades del Ministerio de Seguridad provincial. Tras los disparos contra la fachada del Hospital Rubén Caporaletti, en la intendencia a cargo de Mario Ishii (PJ), la entidad expresó por escrito su “repudio enérgico a tales acciones criminales que ponen en riesgo la vida” de pacientes y el personal.
Los hechos de violencia, que van desde maltrato verbal e insultos hasta ataques más o menos virulentos, como sucedió hace un mes en el Hospital San Roque, de Gonnet, se repiten. A mediados de marzo pasado, una paciente cansada de esperar por una ecografía en un hospital de La Plata, lanzó un matafuegos contra el vidrio de la puerta de un consultorio. En accesos a hospitales, personal de ambulancias compartió con LA NACION más de una historia de barrios a los que llegan y son agredidos o insultados. En las guardias, la demora en la atención o dar un diagnóstico o comunicar una muerte desatan reacciones. La lista de episodios no termina.
También están los asaltos al personal alrededor del lugar de trabajo, como parte de la inseguridad con la que convive el resto de la población. Un médico que iba en moto a tomar la guardia y lo asaltaron en el camino aún no termina de recuperarse de los dos disparos que recibió en el límite entre Morón y La Matanza. Hay hospitales en los que se registran robos oportunistas de fentanilo u otros fármacos –datos que toda autoridad sanitaria es reacia a proporcionar– o familiares de pacientes que venden droga, de acuerdo con los relatos que aceptaron compartir profesionales que trabajan a pesar de ese contexto, sobre todo en el conurbano.
“Hace tiempo que estamos con violencia intrahospitalaria en la provincia”, sostuvo Julio Dunogent, vicepresidente del colegio médico bonaerense. Son agresiones, insultos, acoso, lesiones, asaltos, robos, dentro y en el entorno del lugar de trabajo, con pacientes y familiares.
El ministro de Salud, Nicolás Kreplak, consideró que los hechos de violencia suelen ser “muy infrecuentes” en relación con “la enorme cantidad” de consultas y prácticas en la provincia. “Pero, cada vez que suceden es una atrocidad porque se trata de personal que está haciendo un trabajo muy sensible, con cuidado de los demás. Es un ambiente en el que la violencia no tiene que tener cabida”, dijo a LA NACION. Indicó que “son naturalmente las guardias” y las Unidades de Pronta Atención (UPA) donde más se dan porque “ahí suelen estar las situaciones más desesperantes” e insistió en que “muy pocas veces tiene que ver con la atención”.
En la jurisdicción, mencionó que la demanda en el sector público creció hasta un 64% en algunas áreas, con un 12% más de consultas este año por guardia. “Esto hace que tengamos más tensión -dijo-. Casi el 70% de los [profesionales] que ingresan al sistema de residencias en la provincia son mujeres y las situaciones de violencia hacen que no quieran tomar guardias, lo que genera un círculo vicioso.”
Dunogent preside uno de los distritos en los que se organiza la institución que otorga la matrícula provincial. Es el que abarca las 17 localidades bonaerenses que van desde Chivilcoy hasta, justamente, José C. Paz. Recibieron 28 denuncias por violencia en estos meses, de las que una decena se judicializaron. “Con la feminización de la medicina, hoy más del 70% de los profesionales son mujeres y, frente a una agresión, tienden a responder distinto que los varones. Si escala, dejan de asistir al trabajo o renuncian. Con el nivel de violencia actual, eso alcanza a todos ahora y estamos viendo muchos hospitales que se están quedando sin médicos, sin especialistas en áreas de formación que llevan años y dinero”, agregó.
En cuatro meses, firmó más de 400 certificaciones para presentar en la Cancillería de médicos que se van a trabajar a España, Inglaterra, Alemania y países limítrofes. Lo mismo mencionó Jorge Mazzone, presidente del distrito I del Colmed. que incluye a los partidos de La Plata, Berisso, Ensenada, San Vicente, Brandsen y Magdalena. Son casi 70.000 los médicos con matrícula de la provincia de Buenos Aires.
Un especialista en tocoginecología de 44 años avanza con esos trámites para migrar. Hacía varios años que le daba vuelta a esa idea, y el año pasado llegó la oportunidad en un hospital de Europa. Con reserva de su nombre, contó que necesita tener cuatro trabajos -en dos hospitales, consultorio y una clínica privada- para llegar a un ingreso medio. “Me quiero ir para tener una mejor calidad de vida. Hace 18 años que hago guardia y uno va viendo el cambio del sistema de salud desde lo médico y de la sociedad”, expresó a LA NACION.
En un relato que coincide bastante con el de otros colegas que en la última semana aceptaron compartir sus testimonios con este medio, se refirió a cómo se fueron nivelando para peor las actitudes, el trato, las reacciones y el nivel de comprensión de las indicaciones durante una consulta. “La gente está muy agresiva y reacciona enseguida. También está cansada porque el sistema, público y privado, está agotado. No encuentra una solución: no hay turnos, no hay médico y, la cuarta vez que le pasa, se enoja con el primero que tiene delante. Todo el sistema de salud está colapsado”, señaló el tocoginecólogo. Hace 20 días, como padre, vivió una experiencia similar en la guardia de dos hospitales del noroeste bonaerense.
¿Cuánto pesa la violencia en su decisión de migrar? “Mucho -ponderó-. Tampoco veo que esto vaya a mejorar. El médico está cansado. Las guardias están despobladas y se terminan cubriendo a último minuto si hay quien lo pueda hacer. Falta apoyo al personal. Se desmanteló el sistema, los hospitales se están cayendo a pedazos, la infraestructura es mala, no hay materiales para trabajar y se hace lo que se puede”.
Con los insultos, los gritos y los daños en las instalaciones hay, además, hasta reacciones inexplicables. Uno de esos episodios en el estacionamiento de un hospital de zona oeste quedó grabado en video. Una mujer que había estado en la guardia terminó dañándole el auto a un anestesiólogo porque decía que había visto un gato encerrado y no era así. El personal pidió que se reforzara la seguridad del acceso.
A Carina Havrig, jefa de Guardia de Adultos del Hospital Mercante, de José C. Paz, nunca le pasó que el enojo de un paciente o la familia efectivamente llegara a la agresión o que sufriera algún robo mientras era médica de guardia. Sí que familiares se pusieran violentos e intentaran pegarle cuando salió a comunicarles que un paciente había fallecido. “En nuestro hospital tratamos de que no haya violencia, pero a veces esos episodios suceden”, agregó.
Los motivos, como en otros nosocomios, suelen ser la espera para los traslados por derivaciones cuando no se hace cierto procedimiento o porque no hay cama disponible. Eso puede demandar, también, más o menos tiempo de acuerdo con la cobertura que tiene un paciente. O cuando, como en esta época de infecciones respiratorias, las guardias se llenan de pacientes y, a la par, las áreas de internación, lo que aumenta las esperas. También, como dio cuenta un estudio reciente, hay un alto porcentaje de consultas por guardia que no son urgentes y se pueden resolver en centros de proximidad o de manera ambulatoria. Como hay centros que cerraron sus guardias u operan con horarios limitados, esa demanda termina volcándose al sistema público o los sistemas de ambulancia.
En el Servicio de Neonatología del Mercante, el personal de seguridad está atento al descontrol de algunos padres y familiares que quieren ingresar a ver a las madres y los recién nacidos pasadas las 21. Hay situaciones que se desatan por el aumento del consumo de drogas, que potencia las reacciones, que pueden incluir gritos, insultos y golpes o patadas contra puertas o paredes, cuando personal les indica que no pueden ingresar o se comunica un diagnóstico, de acuerdo con el relato de Julieta Marissi, jefa del servicio. “Llegamos a hacer un listado de acceso para que eso no sucediera. Ahora, está más controlado, con un protocolo de ingreso”, amplió.
En la provincia, no prosperó un proyecto de ley para que se considere un agravante si una agresión es contra personal de la salud. “Ningún gobierno se ocupó conscientemente de este problema. Hay que asumirlo”, agregó el vicepresidente del colegio médico. La comunicación que intentaron con el Ministerio de Salud de la provincia de Buenos Aires fue “sin éxito”, definió al consultarle al respecto.
Kreplak explicó que, entre las medidas adoptadas, están implementando el triage en las guardias para informar el tiempo de espera y, para el cuidado interno en los hospitales, los “guardianes”, personal civil entrenado para ayudar a que, por ejemplo, las personas no deambulen solas por el hospital, además de la presencia policial. Así, según él, “se gana bastante en seguridad”.
“La violencia y la inseguridad son la preocupación permanente entre el personal de salud, dentro del hospital y durante el camino”, dijo Mauricio Eskinazi, pediatra del Hospital Paroissien, en La Matanza. Preside el distrito del colegio médico provincial que también abarca Morón, Merlo, Marcos Paz, Las Heras, Esteban Echeverría y Cañuelas. Señaló que la combinación de ingresos con la carga de destrato, maltrato verbal y lesiones físicas que refieren los profesionales está haciendo que “los médicos no vayan más al hospital o cambien de lugar de trabajo o de provincia”.
Como sus colegas, mencionó que la inseguridad personal y familiar es motivo de ese desplazamiento, incluida la migración. En su distrito, donde trabajan unos 9000 médicos, lo ve también en el personal de las salas de atención o centros periféricos, que son los de cercanía. “Estamos provocando que cada vez haya menos recurso humano”, expresó, y puso como ejemplo cómo en un hospital escuela como el Hospital Sor María Ludovica, de La Plata, quedan sin cubrir y se readjudican vacantes para hacer la residencia en pediatría. “El contexto es violento y agresivo alrededor de la profesión. Los médicos nos transmiten su preocupación y vemos también su miedo y desesperanza”, agregó Eskinazi.
Para Mazzone, la violencia intrahospitalaria sucede tanto en el sistema de salud público como en el privado de La Plata, Berisso, Ensenada, Brandsen, Magdalena y San Vicente. Expresó que los médicos “están desertando” en los cargos, en gran medida por el contexto en el que tienen que trabajar.
“En las guardias, hay horas de demora de espera y no se está pudiendo satisfacer las necesidades de la población, como es la atención rápida y sin espera. Esto desencadena hechos de violencia contra los que no hay que agredir, que son los médicos y el personal de la salud”, manifestó.
Estimó el ingreso mensual de esos profesionales en unos $900.000, motivo por el que tienen otros tres o cuatro trabajos. Consideró que no hay demasiada diferencia con el sistema privado y que no se están consiguiendo médicos para cubrir los cargos. La violencia crece día a día y los directores de los hospitales hacen lo que pueden para contenerla. Me encuentro a diario con una gran cantidad de pacientes que esperan ser atendidos y eso también es exasperante para la gente. Pero, hoy, un médico sale de su lugar de trabajo y el agresor lo está esperando en la puerta”, añadió en relación con un reclamo de hace años para que haya penas de cumplimiento efectivo para resarcir el daño ocasionado, incluidas acciones comunitarias. “Que eduquen”, planteó Mazzone.