Durante más de cuatro milenios, la Gran Pirámide de Giza se alzó como símbolo de perfección arquitectónica y durabilidad monumental. Sin embargo, una reciente investigación reveló una anomalía geométrica que pone en entredicho su supuesta simetría: el monumento no cuenta con cuatro caras planas, sino ocho.
Esta revelación, fundamentada en un análisis geométrico liderado por el físico japonés Akio Kato, ofrece nuevas luces sobre el grado de sofisticación técnica alcanzado por los antiguos egipcios, publicó Muy Interesante.
Una geometría oculta a simple vista
El estudio, publicado en la revista Archaeological Discovery, demuestra que cada una de las caras de la Gran Pirámide presenta una concavidad sutil, casi imperceptible desde el suelo. Esta curvatura divide cada cara en dos triángulos inclinados hacia el centro, transformando el monumento en un poliedro de ocho lados. Según Kato, esta deformación no es el resultado del deterioro, sino una elección arquitectónica deliberada, diseñada para incrementar la estabilidad estructural del edificio.
Aunque ya en 1927 un piloto de la Real Fuerza Aérea Británica fotografió este fenómeno durante el equinoccio de otoño, y arqueólogos como Flinders Petrie lo habían señalado anteriormente, su relevancia fue minimizada durante décadas. Solo bajo condiciones específicas de luz y perspectiva aérea esta concavidad se revela con claridad.
Ingeniería y resistencia estructural frente al tiempo
Según los cálculos del físico japonés, las hendiduras presentan una inclinación aproximada de 11 grados. Este ángulo habría permitido que los bloques se compactaran con el paso del tiempo gracias a la acción de la gravedad y los sismos, fortaleciendo en lugar de debilitar la estructura. Una conclusión que cambia la percepción de la pirámide como una simple acumulación simétrica de bloques, revelando en cambio un diseño adaptativo de enorme sofisticación.
“La meseta de Giza experimentó al menos 500 episodios de lluvias torrenciales desde la construcción de la pirámide”. Esto es especialmente significativo si se considera que buena parte del núcleo de la pirámide está compuesto por piedra caliza, un material susceptible a la erosión hídrica.
Herramientas simples, resultados asombrosos
Uno de los aspectos más desconcertantes del hallazgo radica en cómo lograron tal precisión con herramientas rudimentarias: cuerdas, reglas y niveles de agua. A pesar de estas limitaciones, los constructores egipcios lograron una pendiente constante en cada capa de piedra y diseñaron concavidades simétricas que contribuyeron a la perdurabilidad del edificio.
“De no haberse incorporado la curvatura interna, la Gran Pirámide habría sufrido probablemente un destino similar a otras pirámides”. Este nivel de conocimiento contrasta con otras pirámides de diseño horizontal, como la de Meidum o la escalonada de Saqqara, que sufrieron colapsos parciales a lo largo del tiempo.
Dimensión simbólica y astronómica
Aunque el estudio evita interpretaciones esotéricas, no descarta una posible intención simbólica en el diseño. Dado que la concavidad solo es visible desde el aire, algunos investigadores sugirieron que podría haber estado destinada a ser observada por los dioses o a interactuar con la luz solar durante eventos astronómicos clave, como los equinoccios.
Otra hipótesis plantea que la forma cóncava serviría para canalizar el agua de lluvia, evitando que la erosión afecte las capas internas. También se sugirió que podría tratarse de un efecto óptico diseñado para generar una ilusión de simetría perfecta, reforzando la percepción monumental del edificio desde la distancia.
Sabiduría ancestral revalorada
La investigación de Akio Kato reabre el misterio de la Gran Pirámide desde un enfoque científico riguroso, alejándose de teorías pseudocientíficas para situar nuevamente a la civilización egipcia como pionera del conocimiento aplicado. “Lejos de tratarse únicamente de un símbolo espiritual o funerario, la pirámide revela un dominio técnico y geométrico que rivaliza con la ingeniería moderna”.
Este hallazgo, más allá de su carácter académico, invita a repensar cómo culturas antiguas, con recursos limitados, alcanzaron soluciones arquitectónicas cuya eficacia se mantiene intacta más de 4.500 años después.