Autores: Alfredo Allende, Sebastián Borensztein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty y Juanse Rausch. Dirección: Pablo Maritano. Intérpretes: Alejandra Radano, Carlos Casella, Marco Antonio Caponi, Sebastián Suñé, Mónica Antonópulos, Javier Marra, Fabián Minelli, Iride Mockert, Fran Andrade, Jerónimo Giocondo Bosia, Romina Groppo, Jessica Abouchain, María Rojí. Con la participación de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea y de la Orquesta del Cervantes. Vestuario: María Emilia Tambutti . Escenografía: Andrea Mercado. Iluminación: Verónica Alcoba. Música: Fernando Albinarrate. Coreografía: Andrea Servera. Sala: Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815). Funciones: de jueves a domingos, a las 20 h. Duración: 120 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Si el buen teatro tiene la capacidad de detener el tiempo, de construir una realidad paralela que se puede parecer a la vida, pero que es otra cosa, una forma de percepción atravesada por la poesía, los símbolos y la no literalidad, el último estreno del Teatro Cervantes es un auténtico viaje a un pasado de plumas, lentejuelas, un mundo art deco que canta, baila, satiriza y reinterpreta algunos de los íconos más fundamentales de la cultura popular argentina. Muchas de las preguntas acerca de ese escurridizo ser nacional y de la identidad pueden encontrarse en el género de la revista porteña, que en un trabajo de archivo y recuperación histórica se invoca en un espectáculo de gran producción, que incluye a más de 50 artistas en escena, una orquesta en vivo y a la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.
La revista del Cervantes, así se llama el espectáculo, tiene cinco autores contemporáneos que trabajaron en el hilo conductor de la propuesta y en las distintas escenas (Alfredo Allende, Sebastián Borensztein, Juan Francisco Dasso, Marcela Guerty, Juanse Rausch) y un director general, Pablo Maritano, pero sin dudas el gran artífice de esta propuesta es el actual director del Teatro Nacional Cervantes, Gonzalo Demaría. Conocer la trayectoria de este escritor, compositor y director implica ver su poética en todos los elementos que componen este espectáculo: la inteligente fusión entre el verso y la prosa, la revalorización de la música y, sobre todo, la recuperación de la tradición y la historia argentina. De hecho, Demaría escribió en 2011 el libro de investigación La revista porteña: teatro efímero entre dos revoluciones (1890-1930), que cuenta con un prólogo de Enrique Pinti. En esa publicación, escribió Pinti: “La revista ha sufrido todas las marginaciones, menosprecios y olvidos. Desde el “index” de la censura hipócrita de la moralina cursi, hasta el olímpico desprecio de las elites seudo intelectuales”.
Desde este espíritu, se puede entender ahora la decisión de presentar una revista en el único teatro nacional que tiene la Argentina, con la intención de revalorizar un espectáculo popular, que forma parte de nuestro patrimonio, pero que muchas veces se lo redujo a su frivolidad. Para este espectáculo, se trabajó en la recuperación de un archivo histórico con números icónicos de revistas porteñas y extranjeras, sobre todo en su época de esplendor en los años 20, aunque los números musicales incluyen un repertorio que data desde 1858, con la opereta “Orfeo en los infiernos” estrenada en París y finaliza en 1987, con el número “Tengan ustedes buenas noches”, presentado en el programa de televisión “Las gatitas y los ratones de Porcel”.
El gran valor emocional de este espectáculo es la aparición de dos hitos del humor político argentino: Enrique Pinti y Tato Bores. En este punto, la obra funciona como un homenaje y el público lo agradece. Alcanza con verlos aparecer por primera vez en escena y escuchar los aplausos y la emoción de espectadores que en esas figuras. Marco Antonio Caponi interpreta a Tato Bores y Sebastián Suñé a Enrique Pinti. Los dos hacen un trabajo de composición notable.
En la trama, Tato Bores y Enrique Pinti se encuentran en una suerte de limbo, porque no pueden acceder al cielo por problemas burocráticos. Entonces la recepcionista, un ángel interpretado por Mónica Antonópulos, debe evaluar si les toca arriba o abajo, de acuerdo con la vida que han tenido. Cuando Tato y Pinti mencionan a “la revista”, ella pide conocer este género particular y argentino y, así, comienza el recorrido por una serie de cuadros musicales y sketches. Además de los artistas mencionados, el elenco de este espectáculo es un verdadero dream team de la escena musical, incluidos Alejandra Radano y Carlos Casella, como las versiones de la comedia y la tragedia, que se preguntan cómo puede hacerse una revista en un espacio con tanto capital simbólico.
Todo en este espectáculo es majestuoso, incluida la puesta en escena con la clásica escalera, el uso del escenario móvil de la sala María Guerrero, el vestuario preciosista, sumado a unas proyecciones oníricas y formas geométricas deslumbrantes. No hay dudas de que cumple con creces el objetivo de revisar y reconocer el valor histórico de la revista en la cultura popular, aunque en esta propuesta que reivindica un género con un fuerte anclaje en el humor político, que trabaja con su época y su territorio, no incluya ninguna lectura a nuestro presente histórico.