A veces, las grandes historias comienzan de la forma más inesperada. Así le ocurrió a Gastón Stocker, el alma detrás de Tren Bakery, un proyecto que nació de su pasión por la cocina casera y cobró forma en un contenedor. “Arranqué con la panadería de masa madre hace dos años. Antes era instructor de snowboard, tengo una marca de skate, en realidad vengo de otro palo completamente diferente”, cuenta Gastón entre risas. Sin embargo, desde pequeño la gastronomía siempre estuvo presente en su vida; su padre tiene restaurantes y él creció rodeado de cocinas, aromas y sabores. Tal vez por eso, cuando descubrió la panificación artesanal, no dudó en volcar toda su pasión en ese camino y decidió emprender su propio proyecto. Un camino que se vio acelerado el 16 de octubre de 2024, cuando comenzó a documentarlo en TikTok. En pocos días, el video alcanzó más de un millón de visualizaciones y desde entonces su historia no hizo más que crecer. Hoy, tiene seguidores de todo el mundo que, emocionados por el proyecto que siguieron durante meses, planean con ganas su viaje a Bariloche para poder ver de cerca ese sueño hecho realidad.
La micro panadería: encontrar un buen pan
La aventura no comenzó con un plan largo ni predeterminado, sino con una necesidad personal: encontrar un buen pan. “No lo encontraba en ningún lado y empecé a hacerlo yo mismo”, recuerda sobre sus comienzos. Así, autodidacta y curioso, se sumergió en el mundo de la panificación artesanal. “Siempre me gustó cocinar y la masa madre me atrapó. Miraba videos en internet, investigaba. No soy muy de hacer cursos, necesito buscar algo puntual y probarlo por mi cuenta, así que esa fue la forma que encontré para dar mis primeros pasos. Fui haciendo, practicando, y de repente quería seguir probando más, pero claro, no podía comerme todo lo que hacía porque iba a explotar. Entonces empecé a vender en el barrio y ahí vi que había un negocio. Ya hacía tiempo que venía buscando algo diferente, algo que me hiciera sentir más vivo, que no castigara tanto a mi cuerpo”, cuenta Gastón que siempre fue fanático de la montaña, la misma afición que comparte con su mujer Tania Martin.
Con el entusiasmo de quien descubre una nueva pasión, Gastón empezó a vender panes en su barrio. La demanda creció rápidamente, y con ella, la idea de llevar el proyecto a otro nivel. Pero no de cualquier forma, quería un espacio propio, hecho a su medida. De esta manera nació el sueño de tener su propia panadería. La búsqueda de ese espacio estuvo marcada por la necesidad de algo más que un simple negocio. “Una gran motivación era no tener que subirme al auto para ir a trabajar. Quería salir de mi casa, caminar 20 metros y estar en mi propio lugar”, explica. Por eso, decidió instalar la panadería en el mismo terreno en el que vive. Ubicada en La Avutarda 69 (kilómetro 11,500) en Bariloche, Tren Bakery ocupa un rincón tranquilo rodeado de naturaleza y árboles frutales que se roban todo el protagonismo. “Las ventanas dan al ciruelo, es hermoso”, describe Stocker, orgulloso de su elección.
Gastón, su esposa y su suegro: el equipo emprendedor
La construcción del local fue también un proyecto familiar. Durante cinco meses, Gastón, su esposa y su suegro trabajaron juntos para convertir un contenedor en un cálido refugio para el pan. “Fue mucho de intuición y sentido común”, cuenta Gastón. “Mi mujer diseñó todo: la estética es completamente de ella, tiene buen gusto. Yo puse manos a la obra”. La visión compartida de crear un espacio único y funcional fue lo que impulsó este proyecto en el que cada detalle cuenta. Sin embargo, de manera inesperada, el primer gran impulso vino de las redes sociales. Gastón subió un video a TikTok documentando la transformación del contenedor, y la respuesta fue inmediata. “Se viralizó el primer video y eso me motivó muchísimo. No era el motor principal, pero ver a tanta gente interesada fue un incentivo enorme”. Desde ese momento, se comprometió a seguir compartiendo el proceso completo en redes, no solo para mostrar su avance, sino también para ofrecer información útil a otros emprendedores. Y es que Tren Bakery no solo vende pan, también inspira. Gastón decidió compartir detalles sobre el equipamiento, métodos de construcción y procesos de producción, todo sin patrocinadores ni marcas detrás, simplemente para ayudar. “Es para gente como yo, que emprende, que apuesta todo a un sueño”, dice. Esta filosofía abierta y generosa es uno de los pilares del éxito del proyecto, generando una comunidad que no solo compra, sino que también aprende junto a él.
Un mes más tarde…..
Hoy, a poco más de un mes de su apertura, la panadería ya tiene sus favoritos entre el público. Los roles de canela son los más pedidos, seguidos por un pan de queso que, según cuenta Gastón, “la gente viene específicamente a buscar”. Sin embargo, la creatividad no se detiene ahí: Stocker cambia las recetas, prueba combinaciones nuevas y se propone innovar una vez por mes para ofrecer siempre algo nuevo. “Hay tantas opciones que me dan ganas de hacer un montón de cosas. Además, sino me aburro de hacer siempre lo mismo”, confiesa con una sonrisa.
El trabajo en Tren Bakery es intenso. Gastón comienza sus días a las seis de la mañana y se enfrenta a una producción diaria que requiere de su máxima concentración. La cocina de una panadería exige eficiencia, y si algo se atrasa, todo el proceso se ve afectado. “En una cocina, la efectividad es clave. Si me atraso en algo, después se me complica. Pero los días que hago todo bien, capaz termino una hora antes”, dice, reflejando la disciplina con la que lleva adelante el negocio.
Más allá del esfuerzo físico y mental, encontró en su panadería algo más que un trabajo, descubrió su verdadera pasión. “Cada mañana me levanto con ganas de ver qué me voy a encontrar. Para mí es como un laboratorio, sigo perfeccionándome todo el tiempo”, dice con entusiasmo. Detrás del mostrador, su esposa Tania también es parte esencial del proyecto, ayudándolo en las ventas mientras su hija Lou está en la escuela. De hecho, fue la pequeña quien, sin saberlo, le dio el nombre a la panadería. “Le preguntamos qué nombre pondría, y dijo ‘Tren’. Nos pareció perfecto: corto, fácil de recordar, y pegadizo. Estaba todo dicho”.
No obstante, ser el único responsable de la panadería tiene sus desafíos. “No me puedo enfermar, directamente. Si no estoy, no se abre el local”, reconoce, sabiendo que el éxito depende de su constante presencia. Aun así, la satisfacción de ver su sueño hecho realidad supera todos los obstáculos. “Estoy disfrutando un montón. Encontré lo que me gusta hacer”, afirma.
En una ciudad donde la naturaleza marca el ritmo de vida, Tren Bakery se integra perfectamente con su entorno. Gastón siente una conexión profunda con los árboles frutales que rodean su panadería, y ya tiene planes para el futuro. “Me motiva mucho pensar que la fruta de mis propios árboles va a ser parte de los productos que venda”, dice con orgullo. Para el próximo verano, planea usar las ciruelas, frambuesas y manzanas de su propio jardín para crear nuevas delicias.
Cada pan en Tren Bakery tiene una historia. Y cada historia, como la de Gastón, habla de sueños que se amasan día a día, con pasión, trabajo y mucho corazón. En este pequeño rincón de Bariloche, el pan no solo se hornea, sino que también se comparte, se vive y se disfruta.