Es un día de semana cualquiera. Bueno, cualquiera no: supongamos que es martes. Y que estamos mirando un entrenamiento de chicos de 12 o 13 años. Dejemos en que tienen 13. Y por eso ya juegan en cancha grande, 15 contra 15. Además, pueden usar el pie, aunque pocos lo hacen. Pero hay uno parado siempre como apertura, un poco más alto que el resto, que mientras se está resolviendo el ruck mira el horizonte, como si estuviera buscando algo. Recibe la pelota y ya procesó la información de lo que vio. Su sistema nervioso está mucho más avanzado que su capacidad intelectual para explicar lo que vio. Pero eso no importa, o sólo sirve a los efectos de este texto.
Pone una patada larga, como si fuera un sombrero. Si tuviéramos que decir qué tipo de sombrero sería uno de cowboy, porque sube considerablemente pero yendo hacia adelante, hacia ese horizonte que vio. El mismo horizonte largo que veían los cowboys que usaban esos sombreros. Y como ellos, se larga a cabalgar, superando en la carrera a todos los adolescentes a su alrededor para llegar a domar la pelota que pica perfecta hacia sus manos, como si fuera una mascota de departamento que siempre quiere volver a ser acariciada por esas manos conocidas. El horizonte que había visto nuestro protagonista era un espacio vacío. Era la posibilidad de probar algo que intuye le sale bien. Era el ejemplo perfecto de este juego: una persona tomando decisiones basada en la información que se le presenta.
Llamativamente, algún entrenador le reprocha la decisión. Le dice y le insiste en que deje de patear. Parece una conversación entre personas que hablan diferentes lenguajes. El autor del try no entiende. No entiende básicamente por qué debería dejar de hacer algo que le da resultado, algo que es mucho mas profundo para él que un try un martes en un entrenamiento. Para él, aunque todavía no lo sabe, por esa cuestión de que todavía no desarrolló recursos intelectuales para elaborar un pensamiento que pueda argumentar lo que le está pasando. Si pudiera diría que está forjando su propia identidad, que en el juego está descubriendo que tiene cierto talento para algunas cosas, y le gustaría fomentarlas porque eso va a tener mucho peso en cómo se va a desenvolver en la vida. Deberíamos pensar bien y creer que el entrenador está tratando de decirle que también sería interesante que probara jugar con pase, porque este juego se trata de conectar acciones que confluyen en un logro colectivo. Lo más fácil, en este momento del artículo, sería caerle al entrenador. Pero me voy a tomar la licencia de no hacerlo, como si yo también estuviera tomando una decisión con estas líneas.
Puedo identificarme con los dos. Yo también tuve 13 años y a esa edad también podía mirar el horizonte y ver cosas que me abrían un mundo de posibilidades. Ver espacios en la defensa sumado a tener bastante velocidad no es solamente la oportunidad de hacer un try. Es un puente hacia un futuro donde estás un poco más seguro de quién sos. Así de básicos somos. Así de complejos.
También me identifico con el entrenador. Es el rol que me toca desde hace rato, a partir de que mis piernas no son tan rápidas y de que las ganas montaron un cambio de vestuario. En un entrenamiento miles de veces pasa por mi mente la idea de decir lo que debería hacer el jugador. Y más de una se me escapa la palabra, hago lo que no quiero ni creo que debería. Tampoco tengo todo tan claro, pero sí un poquito más entrenado el control de mis impulsos y cierto arsenal de palabras que puedo ordenar para que el mensaje ayude al menos al jugador a ver un minihorizonte, seguramente con varias piedras, árboles y animales en el medio.
Este es el momento de la columna donde el foco de atención tiene que ir hacia otro lado, no a ver el horizonte sino a levantar la cabeza al cielo. Supongamos que es una noche en el medio del campo. Lo que vemos es un grupo de estrellas lejanas. Entre ellas vemos espacio. Vacío. Nos gusta jugar a que vemos figuras. O buscamos las Tres Marías y la constelación de la Cruz del Sur. Haya más o menos luz vemos eso cada una de las noches en que levantamos la cabeza. Vemos más o menos el mismo orden. Pero es simplemente un punto de vista, donde estamos parados. Lo que en realidad vemos es caos ordenado. Ese caos está destruyendo y creando a la vez este universo donde vivimos. Por ejemplo, nuestro planeta no es exactamente producto de un solo hecho lineal, sino que es el resultado de múltiples situaciones que permiten que esta esfera dé vueltas alrededor del sol, y por ahora es el único conocido donde las condiciones son favorables para la vida.
Volvamos a traer nuestro foco de atención al pequeño pero fascinante mundo del rugby y del coaching deportivo, en el que parece que algunos, por leer literatura relacionada con la teoría de la complejidad o con ciencias del deporte, entendieron que un juego de equipo es una representación de eso que burdamente intenté explicar en el párrafo anterior. Uno de esos es Eddie Jones, el entrenador nacido en Australia que participó en tres finales de mundiales con tres seleccionados diferentes. Pero no son solamente su recorrido y esos logros lo interesante, aunque de alguna manera avalan sus argumentos al hablar de métodos de entrenamiento. Tanto en su autobiografía como en su libro más reciente, Leadership, Jones profundiza en la teoría del caos y el orden como los actores principales del juego. Además, siendo docente y director de escuela, es un estudioso de las estrategias de aprendizaje basadas en las ciencias del comportamiento. Aquello de lo que se dio cuenta es que si el juego es caótico, por lo tanto, es impredecible. Y para afrontar lo que no podemos predecir, no podemos practicar siempre lo mismo.
El rugby es un juego de situaciones. Esas situaciones tienden a ser similares, pero nunca iguales. El método que usa Eddie Jones se llama “periodización táctica” y no es un invento suyo, sino que es lo que creó el profesor portugués Vitor Frade. Frade se basó en el postulado de que un juego de equipo, en su caso el fútbol, no puede pensarse de manera únicamente no lineal y compartimentada, ya que es la misma complejidad del sistema donde hay muchas personas involucradas lo que lo hace imprevisible. Este método de entrenamiento tiene como máximo objetivo emular el juego que pretende desarrollar un equipo. Para eso debe variar entre elementos de componente cerrado (en los que se ejecuta la técnica sin oposición, para su comprensión y su internalización) y componentes de juego, en que lo que prima es la toma de decisiones bajo presión en diversos escenarios. El primero en adoptar este método de “entrenamiento situacional” fue José Mourinho. Vitor Frade, su asistente, era la mente que lo pensó.
¿Qué pasa en Argentina?
Hace rato que en Argentina escucho a dos personas hablar de esto. La primera fue Luciano Monti, en el SIC, uno de esos entrenadores curiosos e innovadores que influyeron enormemente en mi manera de ver el juego. Me contó por primera vez del método hace varios años y le encontré mucho sentido. Para mí el entrenamiento estático en que sólo hay ejercicios produce jugadores que no desarrollan creatividad. Hago un punto en esta última palabra, que quedó picando en la mente del lector. La creatividad se estimula. Es la capacidad de tomar decisiones a partir de los recursos disponibles. En deporte, es crear tiempo y espacio. Messi es el mejor porque es creativo, porque siempre crea más tiempo y espacio que los demás. Ante una situación como el pase a Nahuel Molina frente a Países Bajos en los cuartos de final de Qatar 2022, Messi tiene más tiempo para ver que el lateral entra por un lugar que nadie puede ver, salvo él, y entonces creó espacio para el gol.
La otra persona que habla continuamente del entrenamiento situacional es Martín Gaitán, ex jugador y entrenador de los Pumas y actualmente formador de entrenadores de la UAR, desde la que continuamente capacita a lo largo y lo ancho de nuestras latitudes. Aunque quizá no lo dice con esa definición, siempre habla de que la responsabilidad del entrenador es crear entornos en los que se pase del componente cerrado (la técnica sin presión) a un escenario de toma de decisiones. En definitiva, tenemos que estimular al sistema nervioso para que pueda adaptarse a situaciones. Ésta última definición me fue dada por la tercera persona que mas escuché hablar sobre esto, el profesor Lisandro Digiuni, preparador físico hoy en Olivos y ex entrenador de fútbol y posteriormente de pesistas olímpicos en Colombia, que estudió directamente con Frade en Portugal.
Sus aportes me ayudan a pensar esta columna, pero principalmente a pensar la preparación del jugador para el partido. Quizá deba dejar la conclusión abierta para la próxima columna picando como una pelota al fondo en un espacio vacío. Tal vez, debería quedarme pensando en si entrenamos para el próximo partido únicamente o en realidad siempre estamos entrenando para el futuro. Para las próximas situaciones de caos en las que los jugadores tengan que tomar una decisión que algún día puedan poner en palabras, cuando ya sean entrenadores y la compartan en algún lugar de internet con un foro interesado por el deporte.