En un mundo cada vez más multipolar, Turquía emerge como un actor clave en la geopolítica global. Ubicada en la unión de Europa y Asia y con costas sobre el mar Negro, el Egeo y el Mediterráneo, Ankara no solo ocupa un lugar estratégico geográfico, sino que juega un rol protagónico en múltiples conflictos, alianzas y redes económicas. Su política exterior, ambivalente y ambiciosa, ha convertido al país en una pieza fundamental del ajedrez internacional del siglo XXI.
Para comprender la proyección geopolítica de Turquía, es necesario remontarse a los orígenes de la etnia turca, un conjunto de pueblos túrquicos originarios de Asia Central. Desde las estepas del Altái hasta Anatolia, estos pueblos migraron y fundaron imperios como el Selyúcida y el Otomano. Hoy, su legado se expresa en una vasta comunidad de países con raíces étnicas o lingüísticas turcas: Azerbaiyán, Kazajistán, Turkmenistán, Kirguistán y Uzbekistán, entre otros. A través del Consejo Túrquico —actualmente Organización de Estados Túrquicos— Turquía cultiva vínculos estratégicos que desbordan sus fronteras nacionales y refuerzan su influencia en Asia Central y el Cáucaso.
Del Imperio Otomano a la República de Atatürk
El Imperio Otomano, fundado en el siglo XIV, fue una de las estructuras político-territoriales más poderosas del mundo hasta comienzos del siglo XX. Su lento declive culminó tras la Primera Guerra Mundial, con la partición territorial impuesta por las potencias europeas. Fue entonces cuando emergió una figura determinante: Mustafa Kemal Atatürk.
Atatürk (1881–1938) no solo fue el arquitecto de la República de Turquía fundada en 1923, sino también un brillante estratega militar. Su fama se consolidó durante la Primera Guerra Mundial, particularmente en la batalla de Gallípoli (1915–1916), donde comandó exitosamente las fuerzas otomanas contra la invasión aliada —especialmente británica, australiana y neozelandesa— en la península turca. Su liderazgo, astucia táctica y capacidad de motivación frente a condiciones adversas evitaron una derrota catastrófica y lo convirtieron en héroe nacional.
Veterano de múltiples campañas (Libia, los Balcanes y el Cáucaso), Atatürk fue un militar pragmático, hábil en maniobras defensivas y de enorme claridad táctica. Tras el colapso del imperio, lideró la Guerra de Independencia Turca (1919–1923), derrotando a griegos, franceses y armenios (con acusaciones de genocidio sobre estos últimos), y desafiando los tratados impuestos por las potencias vencedoras de la Gran Guerra.
Una vez establecida la república, impulsó una profunda modernización del Estado. Entre sus principales reformas destacan:
- Abolición del sultanato (1922) y del califato (1924).
- Laicización del sistema educativo y jurídico.
- Reemplazo del alfabeto árabe por el latino (1928).
- Introducción del sufragio femenino (1930–1934).
- Promoción de una identidad nacional turca homogénea.
- Reforma del vestuario y adopción de símbolos occidentales.
Estas reformas, impuestas con firmeza, transformaron radicalmente la identidad política y cultural del país. La figura de Atatürk es hasta hoy reverenciada como el padre fundador de la Turquía moderna.
Turquía y la Guerra Fría: frontera caliente del mundo bipolar
Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, Turquía emergió como un enclave estratégico de primer orden en el incipiente orden bipolar. Su cercanía geográfica con la Unión Soviética y el control sobre los estrechos del Bósforo y los Dardanelos (vitales para el acceso naval desde el mar Negro al Mediterráneo), hicieron del país una pieza clave en la contención del bloque comunista. En este contexto, Ankara abandonó la neutralidad que había sostenido durante gran parte de la guerra y se volcó hacia Occidente.
En 1952, Turquía ingresó a la OTAN, convirtiéndose en uno de los principales aliados de Estados Unidos en Eurasia. Esta alianza le garantizó asistencia militar, inversiones en infraestructura y un paraguas de seguridad frente a posibles presiones soviéticas. La base aérea de Incirlik, construida con apoyo estadounidense, se transformó en un punto neurálgico de las operaciones de la Alianza Atlántica, especialmente durante las Guerras del Golfo, para el reabastecimiento de los Bombarderos de largo alcance B-52 y otras aeronaves.
Las tensiones con la URSS fueron significativas al inicio, pero Turquía también mantuvo relaciones pragmáticas con Moscú en materia comercial. No se unió al Movimiento de Países No Alineados, pero cultivó vínculos diplomáticos con muchas de esas naciones, especialmente en Medio Oriente y África.
Las relaciones internacionales: alianzas y fricciones
Turquía mantiene una estrecha relación con Azerbaiyán —con quien comparte identidad étnica y colaboración militar—, así como con Qatar y Pakistán. Sin embargo, ha experimentado vaivenes con Estados Unidos y la Unión Europea. Su relación con Bruselas es compleja: Turquía es candidata a ingresar a la Unión Europea desde 1999, pero el proceso está virtualmente congelado por diferencias en materia de derechos humanos, el papel del islam en la política y las tensiones geopolíticas.
Con Rusia, la relación es ambivalente: hay cooperación energética (gasoducto TurkStream) y coordinación en Siria, pero también competencia en regiones como el Cáucaso o el Mar Negro. En cuanto a China, Turquía busca posicionarse como un corredor estratégico en la Nueva Ruta de la Seda, aunque sin someterse a una dependencia estructural.
Turquía entre Moscú y Kiev: mediación, estrategia y ambivalencia
Desde el inicio de la invasión rusa a Ucrania en febrero de 2022, Turquía ha desempeñado un rol singular en el escenario internacional: condenó la agresión rusa, apoyó la integridad territorial ucraniana y vendió armamento —notablemente drones Bayraktar TB2— a Kiev, pero al mismo tiempo se negó a aplicar sanciones económicas contra Moscú y mantuvo una relación estratégica con el Kremlin.
El presidente Recep Tayyip Erdogan capitalizó esta ambivalencia para colocarse como un mediador indispensable, explicitándolo al expresar que “es inconcebible establecer la seguridad regional sin Turquía”. En marzo de 2022, organizó las primeras negociaciones formales entre delegaciones rusas y ucranianas en Estambul y facilitó —junto a la ONU— el acuerdo del corredor de granos en el mar Negro. Su diplomacia activa le permitió reforzar su imagen como líder influyente en Eurasia, con interlocución directa con ambos protagonistas del conflicto.
Defensa e Industria de defensa: Turquía como exportador de tecnología bélica
Las Fuerzas Armadas Turcas (TSK) son en la actualidad, una de las estructuras militares más poderosas del mundo musulmán y de la OTAN. Con aproximadamente 800.000 efectivos, cuentan con un alto grado de profesionalismo y tradición nacionalista. Tras el intento de golpe de Estado de 2016, el gobierno de Erdogan produjo una profunda reestructuración y purga interna de su Instrumento Militar.
Paralelamente, invirtió fuerte en el desarrollo de una industria militar autónoma. El sector más destacado ha sido el de vehículos aéreos no tripulados (UAVs), como los Bayraktar TB2 y Akıncı. Estos drones fueron utilizados en conflictos como Nagorno-Karabaj (2020), Libia, Siria y Ucrania, consolidando a Turquía como productor y exportador líder de tecnología militar, incluyendo iniciativas en Inteligencia Artificial y Robótica.
También fabrica vehículos blindados como el Tanque pesado Altay, el BMC Kirpi y el ligero Kaplan en forma conjunta con Indonesia, sistemas de defensa antiaérea de largo alcance, como el SIPER-1 desarrollado por Aselsan y Rokestan, el Steel Dome, similar al Iron Dome israelí, Fragatas Clase Gabya modernizadas con sistemas nacionales, Corbetas Clase Ada (Proyecto MILGEM) enfocadas en guerra antisubmarina, Submarinos Clase Reis (Tipo 214TN AIP) de Construcción local bajo licencia alemana y el desarrollo de su propio caza de quinta generación, el KAAN.
Erdogan: hegemonía y disputa por el futuro
Desde su llegada al poder en 2003, Recep Tayyip Erdogan ha sido la figura dominante de la política turca contemporánea. Tras el fallido golpe de Estado de 2016, consolidó su poder con una reforma constitucional que transformó el régimen parlamentario en un sistema presidencialista.
El principal símbolo de oposición es Ekrem İmamoglu, alcalde de Estambul, quien logró en 2019 una resonante victoria en un bastión vital del oficialismo. Desde entonces enfrentó una agresiva campaña judicial y mediática. En paralelo, Turquía enfrenta una severa crisis económica con inflación, devaluación de su moneda y pérdida de confianza institucional, exponiendo divisiones entre islamistas y laicos, nacionalistas y europeístas.
Turquía hacia 2050: ¿potencia euroasiática?
De cara a 2050, Turquía se perfila como un actor con capacidad de influir en múltiples escenarios: desde el Cáucaso hasta el Mediterráneo oriental, desde Asia Central hasta el norte de África. Su demografía, ubicación geoestratégica, capacidad militar creciente y su rol energético le otorgan ventajas importantes.
No obstante, enfrenta desafíos significativos: tensiones internas, economía volátil, relaciones complejas con Occidente y una creciente competencia con potencias emergentes. Su futuro dependerá de su habilidad para equilibrar identidad nacional, ambiciones internacionales y cohesión interna. Son condiciones necesarias para una Nación con pasado imperial y aspiración de futuro protagónico.