A casi un día de la masacre en Villa Crespo existen interrogantes que los investigadores no pudieron responder sobre las circunstancias que rodearon los homicidios de la familia Seltzer Leguizamón, en Villa Crespo.
Si bien para los responsables de la investigación se habría tratado de un triple homicidio seguido de suicidio, presuntamente cometido por la madre de los dos niños y esposa de Bernardo Seltzer, no quedó claro cómo fue que nadie escuchó las alertas sobre la crisis psicológica y psiquiátrica que sufría la mujer y que dicha patología representaba un riesgo para su vida y la de quienes la rodeaban: sus hijos y su esposo.
Hasta el momento, nadie pudo establecer cómo fue posible que no se escucharan gritos en el 6 “A” del edificio de situado en Aguirre 295. Por la revisión de las temperaturas de los cuerpos de Bernardo Adrián Seltzer, de 53 años; de su esposa, Laura Fernanda Leguizamón, de 51, y de sus hijos, Ivo y Ian, de 12 y 15 respectivamente, los homicidios habrían ocurrido a las 6 de la mañana de ayer.
A partir de la reconstrucción del mecanismo que utilizó la agresora para matar a su esposo y a sus hijos se estableció que, por las heridas de arma blanca asestadas a las víctimas tuvo que haber habido gritos. Pero hasta el momento, ninguno de los testigos se refirió a supuestos pedidos de auxilio.
Se sabe, según fuentes de la investigación, que además del derramamiento de sangre provocado por las heridas en áreas vitales de las víctimas, no había señales de la presencia de terceros, ajenos a la familia, en el departamento, donde ocurrió la masacre.
Esta presunción se fundó en que los investigadores policiales y judiciales no hallaron nada revuelto ni ninguna de las dos puertas blindadas o ventanas violentadas. No obstante, todavía se desconoce quién o quiénes tenían llave de acceso al departamento.
Lucía, la empleada que realizaba tareas domésticas en el departamento de la familia Seltzer Leguizamón abrió con una llave una de las puertas. Llegó a las 13.30 al inmueble y al abrir la puerta encontró a Ian, el mayor de los hijos del matrimonio, en el piso del pasillo que desemboca al living, desvanecido y herido.
En ese momento, la empleada, que trabajaba lunes, miércoles y viernes, de 14 a 22, entró en shock y llamó a la vecina del departamento 6 “B”, quien alertó a la Policía de la Ciudad a través del número de emergencias 911 sobre el hallazgo de un menor desvanecido.
Al revisar el resto de los ambientes del departamento, los policías encontraron al niño, de 12 años, en la cocina. En uno de los muebles, había una carta, en la que supuestamente se refería al miedo que tenía de uno de los padres. Sobre esta prueba existe todavía una duda, si fue escrita por alguien que sufría una patología psiquiátrica o alguno de los niños, en estado de conmoción.
Cuando los investigadores hallaron el cuerpo de Bernardo Seltzer, el padre de familia estaba en la cama, con varias heridas de arma blanca. En principio se indicó que tenía el arma homicida en su poder. Pero después esa versión fue rectificada al revisar la escena del crimen. Debido a la distribución de las heridas, los investigadores reforzaron la hipótesis de que estaría dormido en el momento del ataque.
Mientras que en el baño fue hallado el cuerpo de Laura Fernanda Leguizamón. Según fuentes de la investigación, tenía una sola herida de arma blanca, en el corazón. La ausencia de lesiones compatibles con lucha o defensa abonó la presunción de que la mujer se habría quitado la vida después de matar a sus hijos y a su esposo.
Ante el hallazgo del cuerpo de uno de los hijos cerca de la puerta, los responsables de la investigación abonaron la hipótesis que indicaría que el menor trató de huir cuando era atacado por su madre. La presencia de heridas de defensa en ambos cuerpos indicaría que Ian e Ivo lucharon por sus vidas frente al ataque de su madre.
No obstante, nada se sabe por qué Laura Fernanda Leguizamón convivía con su familia si era cierto que, tal como dijo su hermana menor, había sufrido una recaída hace dos meses de una patología psiquiátrica y psicológica que padecía y por la que ya había estado internada.
Se ignoran a casi 24 horas de la masacre los nombres de los profesionales que la atendían y que, supuestamente, no habrían advertido que la mujer representaba un riesgo para su vida y la de terceros.
No trascendió, hasta el momento, si la supuesta agresora consumía medicación psiquiátrica y, en ese caso, si se hallaron medicamentos en la escena de la masacre.
Tampoco se logró establecer cuáles fueron las últimas comunicaciones de la supuesta agresora, de su esposo y de sus hijos. Ni siquiera si habían concurrido al colegio el día anterior a la masacre.
Sin embargo, si se confirma que habrían existido señales previas que alertaron sobre la peligrosidad de la supuesta causante de la masacre: De confirmarse, los homicidios de sus hijos y de su esposo, podrían haberse evitado.