Moria Casán: de su lucha por ser libre a su relación con Pato Galmarini y la sorpresa que se llevó con Jorge Marrale

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No para. Acaba prácticamente de terminar la temporada 34 de Brujas en Mar del Plata, con una respuesta de público impresionante, y ya está a punto de subirse nuevamente a un escenario con una obra que seguramente dará qué hablar. En una decisión riesgosa, de esas que tanto le gusta tomar, desde el próximo viernes 30 de mayo Moria Casán será Jade, una mujer que le ha escondido un “pequeño gran secreto” a su marido durante 30 años de matrimonio: el de su identidad sexual. ¿El incauto? Jorge Marrale, el prestigioso actor con quien compartirá rubro teatral por primera vez, y que aquí se pone en la piel de un candidato a jefe de gobierno. ¿La obra? La comedia francesa Cuestión de género, de Jade-Rose Parker, que en París protagonizó nada menos que Victoria Abril (la “chica Almodóvar” de Tacones lejanos, Átame y Kika) en el Théâtre de la Renaissance y que acá, con dirección de Nelson Valente, desembarcará en el Teatro Metropolitan. Junto a la dupla estelar estarán completando elenco Paula Kohan y Ariel Pérez De María, como la hija adoptiva de la pareja y su novio, a la sazón contrincante político del jefe de familia.

“La obra es un knockout, un verdadero puñetazo. Acá la gente se va a sorprender como nunca, va a estrenar la mandíbula balcón. Tengo amigos que ya vinieron a las pasadas y me dijeron que luego se quedaron hasta las siete de la mañana debatiendo sobre lo que propone la pieza. Algunos podrán estar de acuerdo con el punto de vista de mi personaje y otros con los del marido, pero nadie saldrá indiferente del teatro. Yo creo que la obra va a generar polémica”, resume la actriz en su encuentro con LA NACION.

Ariel Pérez De María, Moria Casán, Jorge Marrale y Paula Kohan forman parte de la obra Cuestión de género, que la diva asegura que va a

—¿Qué es lo que te interesó tanto del proyecto?

Me encantó que me convocaran para hacer de una trans porque toda mi vida fui una constante transgresora. Yo empecé en el teatro transgrediendo mi nombre porque en realidad me llamo Ana María. Mi madre me había querido poner Moria Elizabeth, pero no se lo permitieron. Así que desde el vamos en el teatro habito otro nombre y eso me otorga otra personalidad.

-O sea que vos asociás lo trans con lo transgresor…

Absolutamente. Transgredir la naturaleza, transgredir tu cuerpo… En fin, mucha personalidad y un gran sentido de la libertad como para luchar contra todo y todos.

-Digámoslo claro: en Cuestión de género interpretás, concretamente, a una mujer transexual.

Sí, hago de una transgénero. ¿Cómo decirle no a esta propuesta, si es algo que tiene que ver con mi vida? Pensá que yo debuté en la revista haciendo de hombre, porque el primer striptease que me tocó protagonizar fue vestida como Carlitos Chaplin, con el bigotito, el bombín y sus zapatos tan característicos.

-¿Debiste interiorizarte mucho en el tema para encarnar el personaje? ¿De qué manera?

No, jamás me interiorizo de los vericuetos del personaje. Yo quiero llegar pura al estreno, virgen, a mí me desvirga el escenario y el público. Si es eso lo que querés saber, te digo que no estuve horas analizando ni nada por el estilo. Partí de mí, de mi lucha de siempre por la libertad para no ser manada; algo que no me costó demasiado porque de chiquita ya tenía esta personalidad y esta fuerza. Después todo se fue dando como si lo decidiera el universo. Fijate: nunca en mi vida hice un casting y entré al teatro, al cine y a la televisión sin habérmelo propuesto. Así que siempre fui una mujer muy angelada. Lo que me formó fue el escenario y el contacto con el público y ver a los grandes de la revista, entre patas. A la semana de haber ingresado al teatro El Nacional me incorporé a todos los cuadros musicales que había; y me empezaron a elegir todos los cómicos para participar en sus sketchs: desde Adolfo Stray y Dringe Farías hasta Alfredo Barbieri y Don Pelele.

-En tu época de vedette, ¿tuviste compañeras transexuales?

No, no eran muy comunes en aquella época, pero sí conocí a todos los travestis habidos y por haber. La mayoría trabajaron conmigo en La Revista y hoy me llaman desde Río de Janeiro, donde aún trabajan. ¡Qué épocas! Aún recuerdo a una rubia impresionante que me llevaba a su camarín y me mostraba cómo se trucaba. ¡Ay, mi amor! Ellos morían conmigo… Me decían que mi cara tenía mucho candor y que mi cuerpo era una bomba, pero siempre sentí que, por mi personalidad, era… No tenía nada que ver con el resto de las mujeres, nada de nada.

¿Conocés muchas mujeres transexuales?

-Sí, mi gran amiga Ana Lupez es transexual. En los 70 vivía en mi casa y de ahí, salía todos los días escondida bajo el piloto de Carlos Sexton -por entonces mi pareja- porque sino la levantaba la Policía en la calle. Finalmente, decidió operarse. Se fue a hacerlo a Marruecos y a Chile. Estuvo presente en primer casamiento y me ha hecho ropa para varios espectáculos. Fue mi bailarín en la primera revista en la que participé, en el teatro El Nacional. Otro bailarín que me acompañaba en los cuadros de esa revista se convirtió en Vanessa Show, pero creo que ella no se operó. También tuve una asistente, monísima, que era transgénero, y no me había dado cuenta, ¿podés creerlo?

Milei, “Pato” Galmarini, Menem y La Kabalah

Moria Casán está de novia con el Pato Galmarini, desde mediados de 2021

-¿Qué opinión te merece la actitud del gobierno actual con respecto a la diversidad sexual?

Mirá, yo no quiero hablar del actual gobierno porque he decidido flexibilizarme y adaptarme a las circunstancias, y no quiero entrar en un plan de nada; y mucho más ahora, que formo parte de una familia de políticos. Yo no soy de ningún gobierno y nunca he dependido de la teta del Estado. Respeto lo que ha elegido la mayoría y creo que, en mis casi 80 años, he atravesado todos los gobiernos y he visto de todo, pero de todo, todo, ¿eh? A mí, por ejemplo, me prohibió el kirchnerismo cuando estaba por entrar a la tevé pública y nunca me victimicé. Tampoco, nunca, saqué provecho de nada. Por eso a mí solo me interesa opinar sobre mi relación con el público y luchar, sin ningún cargo, por la gente que es marginada por sus elecciones sexuales. Yo siempre estaré junto a ellos, siempre seré pro diversidad sexual…

– En Cuestión de género estás casada con un político. ¿Podríamos decir que la obra se mete con la política y los dobles discursos?

Sí, yo estoy casada con un militante. A él no le gusta que le digan político. Fue Secretario de Deportes de la Nación durante el gobierno de Menem y después Ministro de Seguridad en el de Eduardo Duhalde. Es un santo, se la pasa militando.

-Yo me refería al personaje que interpreta en la obra Jorge Marrale, pero ya que trajiste a la conversación a tu actual pareja, Fernando “Pato” Galmarini, te pregunto: ¿y él, es una excepción o se maneja con dobles discursos?

-En cuanto a la obra, ya vas a ver lo que es mi maridito, Francisco Braulio Sanguinetti… [risas]. Y con respecto a Pato, no, él no se maneja con ningún doble discurso ni dobles mensajes. Nunca vi a un hombre más leal a sus ideas que él. Pato ha sido un peronista de raza, de Perón-Perón, no sé si de Perón-Evita.

-¿Y del de los Kirchner?

-¡No! Por eso estuvo con Menem, que era un Perón liberal. Hoy, a sus 82 años, lamentablemente se la pasa despidiendo amigos. Los que lucharon con él, durante su juventud, o desaparecieron o se van muriendo, día a día. Todas las semanas va a algún cementerio a despedir a alguno. Por eso está algo triste, procesando tantas partidas. Igual está espléndido, con una cabeza maravillosa y sin signos de deterioro físico. Otros, a su edad, tuvieron un ACV o padecen Alzheimer. Él sigue teniendo una mirada luminosa sobre lo que es la política y dice que eso es porque es peronista.

-¿A través de los cuatro años de relación ha logrado inculcarte un poco sus ideas?

-Mmm… no. Digamos que yo tuve un crush con mi profe de Historia. Un día Galmarini me llama y me ofrece un premio dedicado al Deporte y la Cultura. A mí me dio alegría que me llamara porque lo recordaba como un tipo guapo y simpático. Luego fuimos a tomar un café y a partir de ahí me empezó a enviar todos los días artículos en blanco y negro de Perón y Evita, tipo Canal Volver… [risas]. Esa fue su manera de comunicarse y de enamorarme, pero a mí es muy difícil adoctrinarme. Yo tengo un pensamiento muy libre y soy casanovística [en relación a su apellido original, Casanova]. Nunca envidié a nadie ni tuve músicos a los que admirar, ni un afiche de alguien que me enamorara de niña en mi habitación. Soy un aparato muy particular. Hoy lo único que estudio es la Kabalah, que me mete en otra espiritualidad.

-¿Ni un poquito logró convencerte?

-Él dice que yo tengo todas las características del peronismo, pero el único momento feliz que yo viví del peronismo fue durante mi niñez. Después, nunca más y yo me quedo con eso y punto. Mi padre era radical y mi madre, peronista. Mi tía estaba en la Fundación Evita y su marido era guardaespaldas de Perón, así que en mi familia había más una mística peronista que otra cosa. Pero lo único que recuerdo del peronismo es que gracias a ellos yo fui cinéfila de niña. Veía 20 películas por mes, los martes, por ejemplo, tres al hilo. También teníamos un abono en el Teatro Colón, cualquiera en la clase media podía acceder a algo así. Pero después, cuando fui grande, y el general regresó… mucho quilombo.

Marrale, Calabró, Shakespeare y la sortija

Según Moria, la obra plantea dos preguntas clave: ¿hasta dónde un matrimonio se banca el sincericidio?, ¿qué ocurre cuando un integrante de la pareja descubre algo que no quiere aceptar?

-Volviendo a la obra, ¿qué prejuicios deja al descubierto Cuestión de género?

-¡Todos! Para empezar: el matrimonio como institución. Después el percibirse o no percibirse y cómo nos ve el otro. En un momento le digo a mi marido: “Vos no te preguntás si sos feliz, solo te interesa ver si la gente piensa que lo sos; manejás tu vida como si se tratara de una encuesta, guiado por la opinión ajena”. En cambio, mi personaje es lo contrario. Por eso yo destapo todo, como en la vida real, bah… [risas]. Dos preguntas que plantea la obra son: ¿hasta dónde un matrimonio se banca el sincericidio?, ¿qué ocurre cuando un integrante de la pareja descubre algo que no quiere aceptar?

-¿La obra se plantea la reflexión sobre estos temas o solo los expone para provocar la risa?

Cuestión de género es una obra dramática que seguramente producirá muchas risas, pero no sé si esa es su finalidad. Yo creo que su objetivo es provocar, y sus planteos terminarán en debate.

-¿Es de las llamadas “comedias inteligentes”?

No sé si ponerle un rótulo. Yo creo que todos los rótulos responden a un estereotipo. Y a mí me parece que esta obra rompe con todos ellos. Digamos, en todo caso, que es performática.

Moria Casán y Jorge Marrale compartirán por primera vez un escenario.

-Esta es la primera vez que trabajás junto a Jorge Marrale, ¿no?

Con él coincidimos en el programa Doble vida [telenovela de 2005, emitida por América TV], pero no compartimos escenas. Así que sí, podemos decir que esta es la primera vez que trabajamos juntos. Y para mí es una grata sorpresa porque si bien todos sabemos que es un gran actor, aquí la gente lo va a conocer en otro rango. Su labor como comediante es desopilante.

-¿Qué tal resulta la química entre ustedes? ¿Cómo es la relación arriba y abajo del escenario?

Nuestra química es impresionante. Nunca tuve un compañero hombre con el que me lleve tan bien. En realidad trabajé poco con hombres, solo con Juan Carlos Calabró y Emilio Disi, y no fueron buenas experiencias. Con Calabró había cero química; no, menos diez. Hicimos Bendita clase media, de Hugo Sofovich, en el Teatro Liceo, con Disi y Claribel Medina. Al comienzo de la obra tenía como 20 páginas de diálogo con Calabró y él no podía arrancar, se le hacía una laguna. Imaginate… él era un gran tipo, muy profesional, pero así la comedia no podía funcionar. Acá, lo nuestro con Marrale es completamente distinto: impresionante. Desde la primera lectura de la obra, nunca tuvimos un problema. No somos actores “calesiteros”, no damos vueltas y vueltas. Aquí hay verdad y oficio. Somos de los que van por la sortija y se dejan de joder.

-También es tu debut con un director como Nelson Valente, especializado, justamente, en “comedias inteligentes”.

-Ay, Nelson Valente es lo más. Es un canchero, un regio. No te quiere pigmalionizar ni moldearte a su antojo como si fueras arcilla. Es lo que yo considero un verdadero director: el que te deja hacer y después te da herramientas para dotar de mayor efectividad lo que hacés. Tenemos una química increíble, es cero retuerce, y siente amor y pasión por lo que hace. Es muy relajado y saca lo mejor de cada uno. Siempre te mira con una sonrisa, nunca se enoja. En fin, es un placer trabajar con él. Es mi primera vez juntos y ya lo adoro.

-En los últimos años parece haberse corrido el velo entre los actores populares y “los prestigiosos”. ¿En algún momento te pesó esa diferenciación?

Para mí no hay nadie más prestigioso que un actor popular. El otro, el de escuela, el que viene con todo un mambo, en realidad es un fake. El medio te hace creer que eso es prestigioso, pero no lo es. No conozco a ninguno de esos llamados “prestigiosos”, que no tengan un mambo raro. Jorge Marrale es una excepción, es un actor prestigioso extraordinario y no tienen ningún mambo raro. Yo creo que a esos actores el mismo rótulo de “prestigiosos” se les convierte en una mochila que les termina provocando una gran inseguridad. Por otro lado, siempre dije: yo puedo hacer Shakespeare en el San Martín; pero no creo que ninguna actriz del San Martín pueda hacer revista.

Moria Casán, en la piel de Julio César, en la  versión que hizo José María Muscari del clásico de William Shakespeare

-Después de haber protagonizado Julio César, de Shakespeare, en el Complejo Teatral de Buenos Aires, ¿te sentís parte de ambos grupos?

No me interesa ser parte de ningún grupo porque soy libre. Nada que me interese menos, ¿me entendés? Yo empecé en la revista, un género que siempre fue devaluado; hasta ahora, que en el Teatro Cervantes le están haciendo un homenaje. Así que desde entonces no busco el reconocimiento de nadie. Pero, ojo, hoy me alegro que revaloricen la revista, porque tiene linaje, tiene historia. La Merello hizo revista, la Bozán hizo revista, la Pons hizo revista. ¿Y yo? Ni hablar. Y prácticamente sin haber recorrido todo el escalafón. Empecé como bailarina, sí, pero enseguida pasé a media vedette y de ahí a primera vedette. Eso fue puro angelamiento. Así que no quiero ningún rótulo, ni de popular ni de prestigiosa. Yo soy libre, yo soy Moria. A lo sumo que me rotulen como extraterrestre. Sí, soy extraterrestre.

-¿Por qué?

-Porque nunca me enfermé, porque nunca falté al teatro en más de 50 años y porque tengo una memoria prodigiosa: en dos días me aprendí todo el libreto de Cuestión de género, incluidas las líneas del resto del elenco. En todo caso, el único que tiene derecho a ponerme un rótulo es el público, que es quien me consume hace medio siglo y lo hace cada vez más. En fin, la única opinión que me interesa es la de la boletería.

Tras un éxito como el de Brujas me imagino que cuesta no caer en las comparaciones. ¿Aquel fenómeno te suma presión a la hora del estreno de Cuestión de género?

No, lo que me suma presión es que todo es nuevo. Hasta hace poco estaba acostumbrada a la mística grupal de Brujas, ahora estamos ante el nacimiento de algo, muy distinto por cierto. De todos modos, cuando yo dejo algo no hago duelos; y si los hago, es mientras aún estoy en esa instancia; trátese de una obra de teatro como de una pareja. Cuando sé que me estoy por separar de una pareja, mantengo todo hasta el fondo, hasta que aparece un salvavidas. Y cuando algo finalmente está terminado, te repito, no me quedo duelando. Tampoco me quedé instalada en el síndrome del nido vacío cuando Sofía [Gala, su hija] se fue a vivir sola muy jovencita, ya que nunca esperé que se quedara a vivir conmigo mucho más. Cero reproche porque yo nunca dejé de hacer nada por mi hija. No caigo en las generales de “yo por tu culpa dejé de hacer teatro”. No, al día siguiente de parirla le acepté a Guillermo Bredeston una propuesta para volver a la revista. En todo caso, duelé Brujas durante los 90 días que hicimos temporada en Mar del Plata y me alegra que nos hayamos despedido con la obra bien arriba. Hoy estoy en otra cosa, no extraño nada de lo anterior ni espero que lo nuevo se parezca a aquello.

Luisa Kuliok, María Leal, Graciela Dufau, Nora Cárpena y Moria Casán, las cinco damas de la escena nacional que celebraron la permanencia récord de Brujas este verano. Luego, se despidieron de la pieza

-Hoy, a los 78 años, sos una actriz todo terreno. ¿También te seguís sintiendo un ícono sexual?

Me lo hacen sentir los hombres, fundamentalmente los jóvenes. Hay mucha mirada penetrante, sobre todo cuando estoy fuera del país. Acá también está el que de golpe te dice: “Che, Moria, inauguré mi sexo con vos” [risas]; lo cual me parece maravilloso. O “mi papá te miraba” o “mi abuelo te miraba”. Lo mío con el público masculino es como un linaje que atraviesa todas las familias. Lo que más me asombra es lo que les sucede conmigo a los teenagers, tanto chicos como chicas. Por la calle me gritan: “sos lo más, sos una diosa”. En mí ven algo canchero, algo genuino. A ellos no se les puede mentir, te hacen una ecografía del alma que no cualquiera puede resistir. Evidentemente hay algo mío que trasciende los años. Lo mío es de una atemporalidad absoluta.

Agradecimiento: Novotel Buenos Aires.

Para agendar

Cuestión de género. Autora: Jade-Rose Parker. Director: Nelson Valente. Elenco: Moria Casán, Jorge Marrale, Paula Kohan y Ariel Pérez De María. Teatro Metropolitan (Av. Corrientes 1343). Funciones: miércoles a sábados, a las 19:30, y domingos, a las 19:15. Entradas: Plateanet o en boletería.

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