“Las mujeres constituyen aproximadamente la mitad de la población; todas las mujeres pasan por la menopausia; las mujeres en edad menopáusica son el grupo demográfico con mayor crecimiento; la mayoría de las mujeres pasan alrededor del 40% de su vida en edad menopáusica, más de tres cuartas partes de las mujeres tienen síntomas cerebrales durante la menopausia. Y todas las mujeres, menopáusicas o no, poseen un órgano que se ha ignorado mayormente hasta ahora: el cerebro”, quien expone estas cifras es Lisa Mosconi, doctora en neurociencia y medicina nuclear, profesora asociada de Neurociencia en Weill Cornell Medicine, y una de las diecisiete científicas vivas más influyentes, según la revista Times.
Atrévete a saber
El cerebro, dice la Dra. Mosconi, es el centro del escenario de uno de los espectáculos hormonales que mayores misterios y confusiones despierta en la medicina: la menopausia y la perimenopausia. La disminución de la hormona del estrógeno influye en todos los aspectos cotidianos del bienestar de la mujer -tanto mental como físico- y puede abrir la puerta al deterioro cognitivo en la última etapa de su vida. Dado el panorama, tal vez sea tiempo de aplicar uno de los principios kantianos fundamentales: Sapere aude, `Atrévete a saber´.
La primera piedra en el camino, sin embargo, trasciende el saber científico. En una sociedad que está obsesionada con la juventud, lo primero que suele suceder cuando alguien menciona la palabra, es que el aire se carga de una sensación de incomodidad, que deriva en un intento de hacer como si la menopausia no existiera, y en su invisibilidad y carga peyorativa, se le teme y hasta se la ridiculiza. El estigma, la confusión que gira en torno a una etapa natural de la existencia, no solo es injusta para las mujeres que atraviesan en soledad situaciones que afectan seriamente su calidad de vida, sino que, en palabras de la Dra. Mosconi, “constituye un importante problema de salud pública de largo alcance”, las cifras mencionadas al comienzo lo dejan en evidencia. En el intento por ocultar su existencia, las consecuencias pueden perjudicar de manera grave a la mujer y, por ende, a la sociedad en su conjunto.
En el marco del lanzamiento en Argentina de su libro Menopausia y cerebro, Lisa Mosconi accedió a una charla con LA NACIÓN, donde pone en evidencia que la negación y ocultamiento histórico (que no solo recae en la menopausia y perimenopausia, sino que afecta todos los ciclos naturales femeninos), impacta directamente en los avances científicos relacionados a la salud cognitiva de la mujer y en su felicidad.
– Lisa, recuerdo sentir vergüenza de adolescente si se me notaba sangre en el pantalón, y el orgullo de aquellas chicas que decían: `Mi humor no cambia cuando me llega´ o `No siento ningún dolor´. En otra escena, vi a una amiga luchar por ser madre y, tras lograrlo, intentar ocultar su angustiante posparto porque sentía que no tenía derecho a llorar, ¡después de tanto desear ser madre! Asimismo, en un popular canal de YouTube, una influencer pidió consejos sobre `volver a la normalidad´ y `arreglar su cuerpo´ (textualmente), ahora que estaba pasando por la menopausia… Planteo estas situaciones y pregunto: ¿por qué crees que el discurso social nos ha inculcado a las mujeres que nuestros procesos hormonales naturales son en realidad algo roto que necesita ser arreglado y, al mismo tiempo, ocultado?
– Porque durante demasiado tiempo la salud femenina se ha visto desde una perspectiva patológica. En lugar de reconocer nuestras transiciones biológicas (menstruación, embarazo, menopausia) como parte de un proceso natural, a menudo se han medicalizado, desestimado o estigmatizado. El mensaje que reciben las mujeres, abierta o sutilmente, es: `Escóndelo. Supera la adversidad. No seas una carga´. Como resultado, aprendemos a internalizar la vergüenza, a minimizar nuestro dolor y a sentir que pedir apoyo significa que algo anda mal con nosotras. Pero no hay nada malo. Estas transiciones son normales y profundamente humanas.
La menopausia se ha enmarcado durante mucho tiempo como un período de decadencia y pérdida, y las mujeres mayores se han vuelto prácticamente invisibles en la sociedad. Si bien la menopausia conlleva desafíos, debemos alejarnos de las narrativas basadas en el miedo y, en cambio, centrarnos en la educación, dar poder y fortalecer a la mujer, y las estrategias de salud proactivas. Las mujeres merecen información precisa y con respaldo científico sobre sus cuerpos y cerebros, en lugar de mitos obsoletos que alimentan el estigma y la vergüenza. En la sociedad, solemos celebrar la pubertad y el embarazo; sin embargo, la menopausia —la tercera transición hormonal importante en la vida de una mujer— se ignora en gran medida o se considera algo que se soporta en silencio. Cambiar esta percepción empieza con conversaciones abiertas, una mejor formación en las facultades de Medicina, más información entre las propias mujeres, acceso a profesionales sanitarios capacitados en el cuidado de la menopausia y cambios en las políticas que apoyen la salud de la mujer en el ámbito laboral y más allá.
“No estás loca”
– Al hablar de síntomas como la ansiedad, la depresión y la pérdida de memoria durante la menopausia, tranquilizas a las mujeres con una frase fundamental: `No estás loca´ y les das herramientas. ¿Qué mensaje puedes dar a quienes acompañan a alguien en la menopausia (y que a menudo, sin querer o intencionadamente, dicen `¡te volviste loca!´) para que también puedan participar y beneficiarse de una mejor manera de transitar esta etapa que todas las mujeres del mundo experimentamos?
– El apoyo puede marcar una gran diferencia en la experiencia de una mujer con la menopausia. Las parejas, amigos y familiares pueden aprender sobre la menopausia para comprender mejor lo que está atravesando su ser querido. El apoyo emocional, la paciencia y la comunicación abierta pueden ser increíblemente valiosos. Los lugares de trabajo podrían brindar flexibilidad, concientización y políticas que se adapten a los desafíos relacionados con la menopausia, al igual que lo hacen con el embarazo. Muchos profesionales de la salud podrían beneficiarse de una educación más específica sobre la menopausia. A muchas mujeres todavía se les dice que sus síntomas son `solo parte del envejecimiento´, `solo están en su cabeza´, que son estrés o incluso ficción, y se desestiman sin soluciones reales. En general, la menopausia no debería ser una experiencia solitaria; es una transición importante en la vida de una mujer, que con el apoyo adecuado, deberíamos fortalecernos para afrontarla con confianza.
– En su investigación afirma que la menopausia y el cerebro están sincronizados. ¿Qué significa esto y por qué es tan importante comprender la conexión entre ambos?
– Mi enfoque de la menopausia se basa en una rigurosa investigación científica, trabajando en la intersección de la neurociencia, la neurología y la radiología (imagenología). Si bien la menopausia suele relacionarse con el envejecimiento reproductivo, mi trabajo se centra en los profundos cambios neurológicos que pueden ocurrir durante esta transición. La menopausia no se trata solo de fertilidad; es un evento biológico que impacta directamente tanto al cerebro como a los ovarios. El cerebro y los ovarios están conectados a través del sistema neuroendocrino. Durante la menopausia, a medida que disminuyen los niveles de estrógeno, el cerebro recalibra su química interna, lo que afecta la memoria, el estado de ánimo, el sueño, la regulación de la temperatura y más. Mediante técnicas avanzadas de neuroimagen, mi equipo ha demostrado que la menopausia puede influir en la estructura, función, conectividad, niveles de energía e incluso en el desarrollo de placas de Alzheimer. Estas alteraciones pueden contribuir a síntomas como la confusión mental, las lagunas mentales y los cambios de humor. Comprender esta conexión es crucial, ya que cambia la forma en que abordamos los síntomas, no como molestias aisladas, sino como parte de una transición que afecta a todo el cerebro. Además, al cambiar el enfoque de una discusión puramente hormonal a una que incluya la salud cerebral y la prevención de enfermedades a largo plazo, esperamos empoderar a las mujeres con conocimientos y estrategias para proteger su salud cognitiva y su bienestar a largo plazo.
– Me interesaría ampliar la relación entre la menopausia y el Alzheimer…
– Gran parte de mi trabajo se ha centrado en demostrar que el cerebro de las mujeres envejece de forma diferente al de los hombres, y que estas diferencias se hacen especialmente evidentes y clínicamente relevantes en la mediana edad, cuando las mujeres atraviesan la menopausia. Una de las diferencias más importantes es que el estrógeno, una hormona clave para la salud cerebral, disminuye drásticamente en el cuerpo y el cerebro de las mujeres después de la transición a la menopausia, alrededor de los 51 años en la mayoría de las mujeres. Esto puede desencadenar o acelerar cambios relacionados con el riesgo de padecer Alzheimer. Esta disminución no se produce en los hombres y podría ayudar a explicar por qué las mujeres son más vulnerables a algunos trastornos neurológicos, como el Alzheimer. El momento también es importante: las mujeres que pierden estrógeno precozmente, debido a la menopausia quirúrgica o precoz, se enfrentan a un mayor riesgo.
Para ser claros, la menopausia no causa Alzheimer, pero puede actuar como un desencadenante en mujeres vulnerables debido a la genética, el estilo de vida u otros factores. Esto convierte la mediana edad en una etapa crucial para la prevención del Alzheimer.
– Su investigación aborda las terapias hormonales y no hormonales. Conozco a muchas personas que critican a otras mujeres por usar hormonas. Según su investigación, ¿es mejor una opción que otra? ¿Cuál es su opinión al respecto?
– No existe una solución universal. La terapia hormonal puede ser segura y eficaz si se usa adecuadamente, especialmente en mujeres con síntomas graves. Pero no es la única herramienta. Las terapias no hormonales también pueden ser efectivas. La clave está en la personalización. Debemos dejar de juzgar y optar por una atención informada e individualizada, ya que lo que funciona para una mujer puede no funcionar para otra.
– Algunos lectores de Menopausia y cerebro han cuestionado, por ser usted científica, la inclusión de consejos de alimentación y de estilo de vida entre sus recomendaciones para afrontar mejor la menopausia. ¿Por qué cree que se produce esta resistencia y por qué considera vital abordar estos asuntos?
– No sabía que hubiera resistencia -sonríe-, pero si la hay, refleja una idea errónea: que la medicina y el estilo de vida están, de alguna manera, reñidos. En realidad, la neurociencia y la neurología modernas reconocen que lo que comemos, cómo nos movemos, cómo dormimos y cómo gestionamos el estrés tienen efectos mensurables en la estructura y la función cerebral. Estas no son ideas marginales; están respaldadas por décadas de investigación rigurosa y ahora forman parte del pensamiento general sobre la salud cerebral e incluso la prevención del Alzheimer.
De hecho, algunas de las asociaciones neurológicas más respetadas, como la Asociación del Alzheimer, la Comisión Lancet sobre la Prevención de la Demencia y la Academia Americana de Neurología, han reconocido que más del 40 % del riesgo de demencia es potencialmente modificable mediante factores del estilo de vida. Estos incluyen aspectos como la actividad física, una dieta saludable, la salud cardiovascular, la estimulación cognitiva y la interacción social. Estos no son efectos menores.
Así que cuando incluyo consejos sobre dieta, ejercicio y sueño, no me desvío de la ciencia, sino que la desarrollo. Como científica clínica, mi trabajo no es solo analizar los datos, sino convertirlos en herramientas que las mujeres puedan usar en su vida diaria. Esto es especialmente importante durante la menopausia, cuando tantas mujeres se sienten ignoradas o se les dice `simplemente acéptenlo´. Merecen algo mejor y merecen una visión completa de lo que puede ayudar a su cerebro y cuerpo, no solo soluciones farmacéuticas. Y muchas mujeres no quieren tomar hormonas ni otros medicamentos, sino centrarse en cambios en su estilo de vida. Vivimos en una época en la que la ciencia finalmente puede validar las experiencias vividas por las mujeres. Esto no es un retroceso en el rigor, sino un avance en la relevancia.
– Introduces una frase de Darwin que dice: `Si el propósito principal de las hembras es propagar la especie, la pérdida de esta capacidad muchos años antes no es un rasgo que la selección natural debería haber favorecido, a menos que obtengan claras ventajas de ello´. Basándote en la investigación y en tu visión, ¿cuáles son estas ventajas en relación con la teoría de la evolución?
– Darwin cuestionó por qué las mujeres sobrevivían a su fertilidad, pero ahora sabemos que la vida posreproductiva ofrece importantes ventajas evolutivas. Las mujeres suelen asumir roles vitales de cuidado y liderazgo en familias y comunidades. Estudios de sociedades humanas —y de otras especies como las ballenas— demuestran que las hembras mayores mejoran la supervivencia del grupo. Su experiencia, sabiduría y capacidad para apoyar a los demás generan un efecto dominó que puede beneficiar a generaciones.
– Volviendo a tus cifras, toda mujer pasa por la menopausia, las mujeres en edad menopáusica son el grupo demográfico de más rápido crecimiento y la mayoría de las mujeres pasan alrededor del 40% de su vida en la etapa de la menopausia: ¿cuál es el lado positivo de esta etapa natural y larga en la vida de una mujer?
– La menopausia no es el final; es una transición. La buena noticia es que el cerebro femenino es muy adaptable y muchos de los síntomas son temporales. Con el apoyo y el conocimiento adecuados, todas las mujeres pueden tomar medidas proactivas para cuidar su salud cerebral durante la menopausia y después. Muchas mujeres afirman sentirse más seguras, lúcidas y con más propósito después de la transición inicial. Liberadas de las fluctuaciones hormonales de la edad reproductiva, el cerebro se reorganiza para una nueva etapa de la vida. Dejamos de vivir para los demás y empezamos a reclamar espacio para nosotras mismas. Eso es poderoso. Es hora de que veamos la menopausia no como una pérdida, sino como una evolución: un tiempo de renovación, sabiduría y resiliencia.
En definitiva, quise plasmar una carta de amor a la feminidad y un llamado a la acción para que todas las mujeres acepten la menopausia sin miedo, pero con datos e información. Espero que impulse muchas conversaciones, no solo sobre el complejo tema de la menopausia, sino también sobre cómo hemos ignorado y marginado a diversos sectores importantes de nuestra población. Esto no sólo es crucial para cambiar la conversación sobre la menopausia, sino que también es esencial para revitalizar la voz del `género olvidado´, a nivel individual y como la mitad del mundo.