Lo que comenzó como una escena curiosa en un centro de salud en Itajaí, al sur de Brasil, ha encendido un debate que va mucho más allá de las redes sociales. Una mujer se presentó en una Unidad Básica de Salud acompañada de su hija de cuatro años y de un bebé reborn (una muñeca hiperrealista diseñada para parecerse a un recién nacido).
Su petición era simular una vacunación al muñeco tecnológico y grabar el procedimiento para compartirlo en sus redes.
La negativa del hospital para vacunar al bebé reborn
La respuesta del personal fue un rotundo no. El equipo técnico del centro rechazó la solicitud por considerar que implicaría un uso indebido de insumos públicos, diseñados exclusivamente para el tratamiento de personas.
A pesar de la insistencia de la mujer, que argumentó que solo se trataba de abrir una jeringa y fingir la aplicación, la negativa fue firme.
La mujer abandonó el lugar enfadada, mientras la administración municipal emitió una alerta para prevenir que intentara repetir la escena en otra unidad médica.
El estado y su advertencia contra los padres de reborns
En Curitiba, la alcaldía emitió una advertencia para impedir que los “padres” de reborns utilicen asientos preferenciales en el transporte público. A nivel nacional, ya hay proyectos de ley en curso, tanto en la Cámara de Diputados como en la Asamblea Legislativa de São Paulo, que buscan sancionar a quienes intenten acceder a servicios del Sistema Único de Salud (SUS) utilizando un muñeco reborn como si fuera un paciente real.
Uno de los proyectos más recientes, propone restringir expresamente el acceso a vacunas y otros servicios médicos públicos en estos casos.
Las multas previstas van desde cinco hasta veinte salarios mínimos, dependiendo de la gravedad del hecho, la condición económica del infractor y los beneficios obtenidos. En caso de reincidencia, la sanción se duplicaría.
El fenómeno de los bebés reborn
El episodio se suma a una ola de atención mediática y social en torno a los bebés reborn. Lejos de ser simples juguetes, estas muñecas de silicona o vinilo reproducen con detalle cada rasgo de un recién nacido: peso, temperatura, expresiones faciales e incluso funciones básicas como llorar, reír o simular necesidades fisiológicas.
En algunos casos, la personalización incluye inteligencia artificial. El resultado son figuras que provocan vínculos emocionales en sus cuidadores y abren una nueva dimensión entre el arte, la psicología y la vida cotidiana.
El fenómeno no es exclusivo de Brasil. En España, por ejemplo, Nicole, una coleccionista reconocida en redes, afirma tener 600 hijos, aunque solo cinco sean humanos. Los demás son reborn. Cada muñeco tiene su nombre, su vestimenta y su rutina. Algunos llegan a costar hasta 20.000 euros.
Lo que para algunos es una afición artística, para otros representa un canal emocional o terapéutico; mujeres que no pueden tener hijos, personas en duelo o adultos mayores con necesidad de compañía.
La polémica que ha generado los muñecos robotizados
Pero no todos los usos generan consenso. Casos como el del reborn conocido como Batmancito, una figura popular con más de un millón de seguidores, muestran el lado mediático del fenómeno.
Sus cuidadores, Alejandra y Jaime, lo integran en su vida diaria: lo llevan de compras, lo visten, lo suben al transporte público e incluso lo han llevado a servicios de urgencias médicas. Para ellos, se trata de una forma de lidiar con experiencias traumáticas: ella, con un diagnóstico de infertilidad; él, distanciado de sus hijos biológicos. La exposición pública de Batmancito ha generado simpatías y también cuestionamientos.
El debate está lejos de cerrarse. Mientras algunos defienden el uso de estos muñecos como herramienta emocional legítima, otros denuncian abusos que desvirtúan servicios públicos esenciales.
El caso ocurrido en Itajaí ha puesto el foco sobre los límites de la empatía, el rol de la tecnología en los vínculos afectivos y el impacto de las redes sociales en decisiones cotidianas que, hasta hace poco, parecían impensables.