“Es enloquecedor”: el uso poco conocido del caballo que les genera un insospechado padecimiento

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La producción de ladrillos es una actividad artesanal, muy arraigada en nuestro país. Existen pocas estadísticas al respecto, pero se calcula que unas 150.000 familias trabajan en hornos de ladrillos. Casi siempre son emprendimientos familiares y un trabajo que se trasmite de generación en generación. Las condiciones han sido, y continúan siendo hoy, precarias en la mayoría de los hornos. Generalmente, además de los hombres, trabajan mujeres y niños.

En la provincia de Buenos Aires, especialmente en el conurbano –por ejemplo José C. Paz– y en el sur de la provincia; en Entre Ríos, Misiones, Corrientes, La Pampa, Córdoba y algunas provincias del norte, existe otra víctima silenciosa: el caballo, los “caballos de pisadero”, como se los suele llamar. En su mayoría son animales descartados de otras actividades y pueden ser de cualquier raza, edad o tamaño.

Estos son atados a una vara de madera (en los hornos mas antiguos) o hierro, cuya extremidad esta amarrada a un enorme recipiente central, adonde se echa la tierra, el aserrín o paja, las heces del caballo y el agua. La mezcla, luego de horas de trabajo del caballo que dará vueltas debajo del sol, se convertirá en el barro, el material del cual se obtendrá el adobe. Una vez lista, esta será transportada en carretillas y el barro colocado en moldes en los que los ladrillos adquirirán la forma. Serán desmoldados y quedarán al sol distribuidos en hileras, a secarse. El secado dependerá del clima y la humedad. Concluido ese proceso, se apilarán trabados y serán cubiertos por una pared de ladrillo especial para horno, recubiertos por una capa de adobe, y se cocinarán con el fuego a leña durante al menos ocho horas. Luego, estarán listos para ser vendidos.

El trabajo de las ladrilleras fue modernizándose algo en los últimos años y aquellos que han podido adquirir herramientas para reemplazar la mano de obra manual lo hicieron. En esta transformación, el caballo no tuvo quien lo representara, a diferencia de las mujeres y los niños.

Los caballos viven y

A pleno sol, girando en redondo, tirando de la vara con fuerza durante horas y caminando sobre terreno húmedo y barro, los caballos mueren ya sea por agotamiento, golpes, o tras contraer una infosura aguda. Los vasos se les infectan y esa infección pasa a manos y patas, para finalmente terminar con su vida. Muchas veces, los vasos directamente se les desprenden, ocasionando un dolor atroz. Si llegan a sobrevivir, cuando no sirven más, son enviados a uno de los cuatro frigoríficos de caballos que tiene nuestro país.

“El ladrillo cocido forma parte de nuestra cultura. El primero fue hallado en Jericó, 10.000 años antes de Cristo. Las paredes de ladrillo con junta de barro son térmicas, eternas y económicas. Además el impacto ambiental es mucho menor”, dice la escultora Desiree de Ridder, que lleva esta técnica por el mundo para que no desaparezca. “Lo que podemos hacer es incorporar herramientas. En el caso del caballo, algunas ladrilleras lo han reemplazado por una máquina”, afirma.

En 2016, las mujeres de las ladrilleras empezaron a organizarse, para visibilizar el rol dentro de los hornos de ladrillos. Lograron modificar el estatuto de la Unión Obrera Ladrillera de la República Argentina (Uolra) para la creación de una Secretaría de Igualdad y Géneros en el sindicato, que tiene presencia en 18 de las 23 provincias del país.

Soledad Casals preside la cooperativa de ladrilleras creada en 2015. “Hace 120 años en Santa Elena, Entre Ríos, se instaló la primera fábrica de ladrillos. Era y es un emprendimiento familiar que creó mi bisabuelo. Se producía con las mismas herramientas hasta hace un par de años atrás y con algunas que todavía seguimos utilizando. Son herramientas precarias, sin tecnología. Y sí, muchas ladrilleras aquí requieren del caballo para hacer el barro con el que se harán los ladrillos. La preparación del ladrillo tiene varias etapas y las mujeres estamos involucradas en todos los procesos, aunque la tarea estuvo históricamente masculinizada, las mujeres solo ayudábamos”, cuenta Soledad.

Allanamiento de una ladrillera en Rosario

Y agrega: “Uno de nuestros objetivos era sacar el caballo de los pisaderos, que son las piletas adonde se hace el barro. Diseñamos una rueda a explosión, que funciona con un motor a nafta. Nosotras erradicamos la tracción a sangre de nuestra cooperativa. El caballo ya no tendría que utilizarse como herramienta de trabajo“.

Hace algunos años las organizaciones Caballos de Quilmes, Ayuda a Caballos Maltratados (ACMA) y alguna otra rescataron y denunciaron el maltrato al que están sometidos los caballos en los hornos de ladrillos. “Resultan invisibles para todos –lamenta un miembro de Caballos de Quilmes–. Hemos rescatado caballos con los vasos podridos, y los vemos terminar su trabajo prácticamente sin poder caminar. Es inaceptable, pero nadie se acerca porque tienen miedo. Muchas veces la policía esta arreglada, porque de otra manera no se explica. El sufrimiento es evidente”.

Al ser consultada, la veterinaria especializada en bienestar animal Inés Morikawa confirma: “En el correcto cuidado del caballo una de las cosas que se evita es que el caballo tenga sus cascos, sus patas húmedas. Eso trae aparejadas una gran cantidad de enfermedades en el pie del caballo como onicomicosis, que son infecciones por hongos muy dolorosas; abscesos solares, que se pueden dar también por infección secundaria de bacterias; laminitis, abrasiones, dermatitis, grietas, entre otras patologías del pie que luego pueden desencadenar en falla sistémica por infosura. ‘Sin pie no hay caballo’ dice el dicho, concediendo su real importancia”.

La especialista concluye que “en este contexto donde pisan barro húmedo todo el tiempo, el pie es lo que menos se está cuidando. Por otro lado, que los caballos tengan que caminar en forma circular todo el tiempo es contraproducente para una buena salud física y psíquica. Imagínate un animal que su naturaleza es retozar y correr en grandes extensiones, que le limiten a caminar en un círculo pequeño todo el día. Es enloquecedor y una clara definición de malestar y sufrimiento”.

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