Cada vez más personas recurren a los test genéticos de ancestralidad para conocer sus raíces

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A los 63 años, Fabiana Cianfanelli decidió hacerse un test genético de ancestralidad. Su familia siempre se había identificado como completamente italiana. Tenían documentos, historias orales y apellidos que reforzaban esa idea de una identidad étnica clara. Por eso, cuando recibió los resultados de su estudio, se sorprendió. El informe confirmó una fuerte presencia europea —como esperaba—, pero reveló que su ascendencia era mucho más diversa de lo que creía: tenía un 98% de herencia europea, pero repartida entre distintas regiones, con porcentajes que remitían a la Europa del Este, la Península Ibérica, Escandinavia y otros rincones del continente.

“Es muy interesante cómo se refleja en el mapa mi herencia genética, porque uno puede ver la historia misma de Europa en esos porcentajes. Invasiones, migraciones, guerras, todo está ahí”, cuenta con entusiasmo.

Los test funcionan a través del análisis del ADN autosómico, es decir, el que se hereda por partes iguales de la madre y el padre

Como ella, miles de personas en la Argentina y el mundo se están volcando a los análisis genéticos de ancestralidad para conocer el origen de sus antepasados. Estos estudios, que alguna vez fueron herramientas exclusivas de la ciencia forense o la genealogía académica, hoy están disponibles para cualquier persona dispuesta a enviar una muestra de saliva o hisopado bucal a un laboratorio especializado. Luego de varias semanas desde la toma de las muestras, los resultados permiten reconstruir un mapa aproximado de las regiones del mundo de donde provienen los ancestros de cada individuo.

Pero, ¿cómo funcionan y qué tan fiables son?

Los test funcionan a través del análisis del ADN autosómico, es decir, el que se hereda por partes iguales de la madre y el padre. Este tipo de estudio permite rastrear linajes hasta cinco o seis generaciones hacia atrás. Pero también existen pruebas más específicas, como el análisis del ADN mitocondrial, que solo revela información de la línea materna, y el estudio del cromosoma Y, exclusivo de los varones, que permite seguir el linaje paterno. Cada uno de estos test aporta una pieza diferente al rompecabezas.

El genoma es la secuencia total de ADN que posee un organismo en particular

Gabriel Ércoli, genetista y director de Gempre Genómica, destaca que estos estudios ofrecen estimaciones estadísticas que son válidas para los fines con los que fueron desarrollados. Pero advierte que se trata de interpretaciones basadas en grandes bases de datos de poblaciones humanas.

“Los resultados pueden cambiar con el tiempo, porque los algoritmos se actualizan a medida que se incorporan nuevas muestras”, explica. En otras palabras, el porcentaje de ascendencia asignado a ciertas regiones puede variar si, por ejemplo, se suman datos de comunidades poco representadas hasta el momento.

Según Ércoli, la precisión del test depende en gran medida del tamaño y la diversidad de la base de datos del laboratorio que realiza el análisis. “Las estimaciones son más confiables cuando la población de origen del paciente está bien representada. En cambio, si hay escasa información genética de esa región, el margen de error es mayor”, subraya.

Por eso, es importante entender que se trata de herramientas con fines recreativos o personales, pero no de estudios con validez médica o legal.

A través de estos test se puede hacer un

En la Argentina, una de las compañías que ofrece este tipo de servicios es Genera, que forma parte del grupo brasileño Dasa. El análisis se realiza en un centro de procesamiento genético de última generación en Brasil y los resultados se entregan entre tres y cinco semanas después de recibida la muestra. El kit se solicita por internet, llega al domicilio del usuario, y solo se requiere un hisopado bucal para comenzar.

“La información que brindan estos estudios es muy valiosa, porque además de identificar regiones de ascendencia, en caso de solicitarlo puede ofrecer datos sobre predisposición genética a enfermedades, características relacionadas con el metabolismo, el sueño o la alimentación”, explica Micaela Finauri, representante de Dasa Argentina, a LA NACION.

Señala que el laboratorio analiza más de 600.000 marcadores genéticos por persona, lo que permite generar informes personalizados en diferentes áreas. “No se trata solo de saber si uno es 30% europeo y 10% africano, sino de comprender cómo ese legado genético puede influir en nuestra salud y estilo de vida”, asegura. Los precios de los test oscilan entre los 80.000 y 92.000 pesos.

Para algunos, el test reafirma lo que siempre supieron. Para otros, abre interrogantes o revela secretos de familia

El servicio también incluye la opción de buscar coincidencias genéticas con otros usuarios que hayan realizado el mismo test. Esta función, conocida como “matching genético”, puede revelar la existencia de familiares lejanos en otras partes del mundo. Aunque no tiene valor legal ni confirma parentescos con certeza, para muchas personas representa una puerta de entrada a historias familiares desconocidas.

Ese fue el caso de Mariana Cerro, una mujer de 45 años que accedió al test con la expectativa de confirmar su ascendencia española. Lo que encontró fue mucho más complejo: un 15% de ADN africano y un 10% indígena, además de los orígenes europeos. “Al principio fue un shock, porque no lo esperaba. Pero después empecé a investigar, hablé con mi familia y descubrí que en realidad hay muchas historias que nunca se contaron del todo. Fue una invitación a conocer mejor mis raíces”, cuenta.

Para algunos, el test reafirma lo que siempre supieron. Para otros, abre interrogantes o revela secretos de familia. En ocasiones, incluso provoca tensiones. En Estados Unidos y Europa, hay numerosos casos documentados de personas que descubrieron hermanos biológicos, hijos no reconocidos o padres diferentes a los que creían tener. Aunque en la Argentina este tipo de situaciones aún no son tan frecuentes.

En un mundo cada vez más globalizado, donde las fronteras culturales y geográficas se desdibujan, el interés por saber “de dónde venimos” crece con fuerza. Ya no se trata solo de un ejercicio de curiosidad, sino de una forma de construir identidad en diálogo con la ciencia. Y aunque ningún test genético puede definir por completo el mapa familiar, sí puede ofrecer pistas para entender el camino hasta el presente.

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