El golpe del 43, un monstruo de muchas cabezas

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Con el golpe de Estado fascista, clerical, antimoderno e hispanista del 4 de junio de 1943 se puso fin al proyecto reformista, progresista, republicano y liberal que se inició luego de la caída de Rosas y que empezó a vislumbrar su ocaso con el golpe de septiembre de 1930. El golpe de Estado de 1943 tuvo como impulsores a los generales Rawson, Ramírez, Farrell y el coronel Juan Domingo Perón, quien, en el seno de la dictadura, armó el proyecto político que lo llevaría al poder en 1946, asumiendo los lineamientos políticos e ideológicos del golpe del 43, caracterizados por el alineamiento con el fascismo, el antiliberalismo y el nacionalismo católico de raíz hispana; de lo dicho podemos afirmar que el peronismo nace en el seno de un gobierno ilegal.

La dictadura surgida del golpe del 43 era un monstruo de muchas cabezas y la del coronel Juan Domingo Perón fue la más importante; ya a fines de 1943 su poder era tan fuerte en el seno del gobierno de facto que Ramírez se transformó en una figura decorativa; el poder estaba en manos de Perón, que pronto vería cumplido su sueño de convertirse en un ducetto criollo.

El golpe fue recibido con júbilo y aquiescencia por la Iglesia católica, que vio en él no solo la posibilidad de llevar adelante el proyecto de la “nación católica”, sino también la oportunidad de acabar con el laicismo liberal en educación y con el proyecto liberal en su totalidad. Para eso era necesaria una alianza entre la Iglesia y el Ejército.

Esta alianza entre la espada y la cruz supuso que la Iglesia se hacía del poder a partir del golpe de 1943, un poder que en otro orden siempre tuvo pero que nunca llegó a plasmar en un proyecto político destinado a la restauración católica.

Lo primero que había que hacer era remplazar el pensamiento crítico y el proyecto de autonomía individual y colectivo (propios del liberalismo) por el dogma. Era menester derogar la ley 1420 de educación común, laica, gratuita y obligatoria (si no toda, al menos lo que tenía que ver con el laicismo), sancionada en 1884 durante la primera presidencia de Roca a instancias de Sarmiento, esa mala palabra para el nacionalismo católico, para el peronismo y para la izquierda.

Esa ley había sacado del analfabetismo a una gran parte de la población. Los debates preliminares a su sanción estuvieron centrados en la cuestión religiosa y fue el ministro de Justicia e Instrucción Pública, Eduardo Wilde, el que defendió con eficacia los puntos de vista de Roca: “Quedamos, pues, en que el Estado argentino no tiene religión, aunque todos sus habitantes puedan tener la que quieran (…) En tal caso, en sus escuelas no debe enseñarse religión alguna”. Este escenario de laicismo liberal empezó a cambiar con el golpe de septiembre de 1930. Comenzó desde el Estado una prédica antilaicista, mientras Octavio Pico hacía declaraciones en contra de la “escuela sin Dios”. Así, la dictadura dictó un decreto que derogaba el artículo 8 de la ley 1420 y cuyo primer artículo disponía: “En todas las escuelas públicas de enseñanza primaria, postprimaria, secundaria y especial, la enseñanza de la Religión Católica será impartida como materia ordinaria de los respectivos planes de estudio”. Debían impartirla docentes “designados por el gobierno, debiendo recaer los nombramientos en personas autorizadas por la autoridad eclesiástica”.

Pero la medida tutelar sobre la escuela primaria y secundaria, tendiente a evitar que los alumnos desarrollaran el pensamiento crítico no era el único objetivo de la dictadura; también era menester que su poder se expandiera sobre las universidades. Con Gustavo Martínez Zuviría como ministro de Justicia e Instrucción Pública, Tomás Casares fue designado interventor de la Universidad de Buenos Aires, y Jordán Bruno Genta fue nombrado interventor de la Universidad Nacional del Litoral; además, el Colegio Nacional de Buenos Aires pasó a llamarse Colegio Universitario de San Carlos (como en tiempos de la colonia) y fue nombrado rector Juan R. Sepich. Ello no hacía más que confirmar el tutelaje estatal y religioso sobre todos los niveles educativos; a la izquierda, cuyo proyecto político está dado por el adoctrinamiento, y a los sindicatos; tanto el peronismo como la izquierda y los sindicatos han sido fieles herederos de los preceptos educativos del golpe de 1943; como vemos, el fascismo no es solo de derecha sino también peronista y de izquierda. Las universidades eran intervenidas y los intelectuales y docentes que cuestionaban los mandatos de Martínez Zuviría, cesanteados.

El golpe de 1943 fue, por fin, el momento añorado para poner un punto final a la hegemonía liberal.Pero son los fascistas de izquierda y de derecha los que, si una dictadura vulnera sus derechos, pregonan la vigencia de la Constitución, la restauración de la libertades y el respeto por los derechos humanos, ignorando deliberadamente que el constitucionalismo, la vigencia de las libertades plenas y los derechos humanos son creaciones históricas propias del pensamiento liberal. Entonces, el modelo cultural implantado por la dictadura de 1943 y por el peronismo que nació con ella fue el del nacionalismo católico antiliberal y antirrepublicano que, entre otras cosas, impuso el estereotipo del “ser nacional”, sea lo que fuere este concepto.

Algunas de las posiciones doctrinarias del catolicismo argentino (antiliberales y antimodernas) eran expresadas por la revista Criterio y era monseñor Franceschi quien alertaba en los años 40 acerca de las desintegración de las sociedades como producto del proceso de secularización del mundo que se da a partir del Renacimiento. El racionalismo y el liberalismo que surgen en la Edad Moderna son los temas a combatir por el catolicismo. ¿Por qué? Porque competía con la mirada de la Iglesia, siempre tentada en acercarse a los fascismos de izquierda y de derecha por su carácter antiliberal; no en vano muchos cristianos iniciarían una deriva que los llevaría a las posiciones tercermundistas y comunistas de los años 60.

El fascismo y el comunismo produjeron una crisis de legitimidad de las democracias occidentales de cuño liberal en el período de entreguerras. Esto fue evidente en el mundo liberal y también en la Argentina donde, primero el fascismo y luego la izquierda van a trabajar para instaurar una dictadura. Esos fascismos hoy se metamorfosearon y se muestran con la cara de los también antiliberales y antidemocráticos populismos.

Cierro con palabras de Tulio Halperín Donghi en La República imposible. 1930-1945: “Y muy pronto comenzó también a circular clandestinamente una supuesta proclama secreta que parecía confirmar las peores de esas sospechas, en cuanto presentaba a una dirigencia revolucionaria decidida a atesorar las enseñanzas ofrecida por los deslumbrantes triunfos alcanzados por Alemania en la guerra en curso, que atribuía a la estricta disciplina política y social impuesta por el régimen allí vigente, y a seguirlas tanto en la elección de los instrumentos a los que acudiría para gobernar como en la de los objetivos a cuyo servicio se disponía a ponerlos, movilizando todos los recursos nacionales como solo un régimen totalitario podía hacerlo para volcarlos en la conquista de la hegemonía argentina sobre el continente sudamericano.”

Licenciado en Historia (UNLP)

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