“La carne es triste ¡qué desgracia! y yo he leído todos los libros”. El verso es de Mallarmé. Cuando una joven Ida Vitale (Montevideo, 1923) lo leyó, lo encontró extraño, incomprensible. Su experiencia dictaba en todo caso una tristeza metafísica, antes que carnal. Mallarmé, sin embargo, supo despertar una ansiedad nueva: si todos los libros pueden ser leídos –y si, en especial los que faltan por leer, se proyectan hacia el futuro– ¿qué ocurre con la vida al finalizar la última página del último texto?
La ley de Heisenberg, de la colección Lector&s, que versa sobre la experiencia de lectura en la vida de creadores reconocidos, se interna en los precoces despertares de la legendaria poeta uruguaya. Si bien ajena a la desgracia de Mallarmé, cierta melancolía gobernaba a la joven Ida al terminar un libro; cuando una serie de personajes, con sus vicisitudes, sus amores, sus desgarros –cuando un mundo literario, en definitiva– se clausuraba tras la última línea, su soledad se recortaba sobre todo y todos. Vitale recuerda este sentimiento, esta desolación, una vez concluida la lectura de La montaña mágica, de Thomas Mann: “¿Qué hacer lejos de esas vidas recién reveladas? Junto a ellas estaba mi verdadero mundo (…). Era desolador no poder hablar de ellos, encontrarme entre seres a quienes nada importaba ese tenue paraíso que acababa de apagarse”.
Sin embargo, leer todos los libros es imposible, y lo que se imponía como angustia evidente, tendió a desplazarse a una callada soledad, aunque en comunión literaria: nunca se estará sola conviviendo con la literatura. Por otra parte, la práctica de la relectura (sobre todo la de los “pocos pero doctos”) cobraría también un brillo auspicioso. Desde los doce años la biblioteca familiar le propició a Vitale clásicos como Guerra y Paz, pero, voraz en su apetito lector, accedió pronto a la de su tío médico, más pequeña y especializada. “Con espanto y fascinación, que quizá me quitó todo gusto por las posteriores películas de horror –escribe la autora– devoré un tratado sobre el tétanos que luego me sentí tentada de aprovechar en alguna futura clase de biología”.
La ley de Heisenberg recopila tanto artículos como fragmentos de conferencias que la poeta escribió entre la década de los sesenta y la actualidad. Desde comentarios a novelas de Sara Gallardo y los antipoemas de Nicanor Parra, pasando por el humor metafísico de Macedonio y el descubrimiento, en 1990, de las primeras novelitas de César Aira, hasta llegar al discurso por la aceptación de un muy personal premio Cervantes, a los 95 años. Porque fueron ellos, Don Quijote y Sancho, afirma una Vitale por entonces casi centenaria (hoy ya superó el siglo), la pareja que supo tenderle la mano amiga para invitarla a un mundo en el que, sola, se sentía, por fin, acompañada.
La ley de Heisenberg
Por Ida Vitale
Ampersand
200 páginas, $ 18.900