La imagen del gato que camina libre por los tejados, salta de balcón en balcón y regresa a casa al caer la tarde es un clásico que vive en el imaginario colectivo, sobre todo porque esto se ha retratado en películas, libros y series. Sin embargo, en la vida real, esa libertad gatuna conlleva múltiples peligros.
Las ciudades no son hábitats seguros para los felinos, debido a que en el exterior están expuestos a y cada vez más personas deciden mantener a sus gatos dentro de casa. La decisión es lógica desde el punto de vista de la seguridad, pero plantea una pregunta ineludible ¿puede un gato ser feliz sin salir al exterior?
La respuesta es sí, pero con matices. No basta con mantenerlo a dentro del hogar y pensar que solo porque está ahí se encuentra a salvo. Es necesario ofrecerle un entorno rico en estímulos y adaptado a sus necesidades físicas, mentales y emocionales.
¿Un gato es infeliz cuando no sale?
Un gato sí puede ser feliz sin salir de casa siempre y cuando conforme con poco, sino porque su felicidad depende de la calidad del entorno que se le ofrezca. Un lugar en el que pueda trepar, esconderse, cazar de forma simbólica, observar, tomar el sol, recibir afecto y tener rutinas predecibles.
El confinamiento no es, en sí mismo, una condena. De hecho, mantener a los gatos dentro del hogar trae beneficios como reducir el riesgo de accidentes, proteger de enfermedades infecciosas, parásitos y toxinas; disminuir el estrés territorial, mayor esperanza de vida y una mejor salud en general, según Innova Veterinaria.
Estos beneficios son los que impulsan una tendencia creciente en todo el mundo de mantener a los gatos “indoor”, sobre todo en zonas urbanas donde los peligros del exterior son múltiples y difíciles de controlar.
El principal riesgo de una vida exclusivamente en interiores no es la falta de libertad, sino la falta de estímulos. Un gato que no puede cazar, explorar o jugar puede desarrollar apatía, ansiedad, obesidad, conductas destructivas, agresividad por frustración o problemas de marcaje. Y, como advierte la terapeuta felina LauraTrillo, muchos de estos “problemas de comportamiento” no son más que síntomas de estrés.
“Cuando se sienten mal, pueden orinar en el sofá o morder, pero sin intención ninguna. Cuando se encuentran bien, dejan de hacerlo”, recalca la experta en gatos en un artículo sobre los Indoor cats.
Y es que la vida hogareña no es algo natural para un felino. Si bien desde hace siglos los gatos viven cerca de los humanos, siempre ha prevalecido su libertad, en granjas, puertos, pueblos o campos. Sólo en las últimas décadas, y especialmente desde mediados del siglo XX, se generalizó la costumbre de encerrarlos permanentemente en interiores. En este contexto, es comprensible que algunos gatos muestren dificultades de adaptación.
“En interior todo es inerte”, escribe Trillo. “No hay nada vivo, que suene, que se mueva, nada que cazar, nada que observar, nada que oler o escuchar, comparado con la Naturaleza, siempre viva”. Por eso, insiste en que el gato no puede ser tratado como un ser pasivo o decorativo. Tiene necesidades auténticas que deben atenderse, y eso requiere empatía, dedicación y comprensión.
Un entorno enriquecido, la clave la felicidad gatuna
Los gatos son animales sensibles, territoriales, curiosos y con fuertes impulsos instintivos, sobre todo relacionados con la caza, la exploración y la vigilancia desde las alturas. Descienden de felinos salvajes, pero no necesitan salir a la calle para desarrollarse plenamente, siempre que su entorno esté debidamente adaptado. “La vida en un apartamento puede ser totalmente satisfactoria si el gato cuenta con espacios para trepar, zonas tranquilas, juguetes para cazar de forma simulada y rutinas claras”, señala un artículo de Experto Animal.
El enriquecimiento ambiental es un concepto fundamental. No se trata de llenar la casa de objetos, sino de transformar el espacio en un territorio estimulante. Rascadores, estanterías, torres, escondites, ventanas seguras para observar el exterior, cajas, túneles, juegos interactivos y experiencias sensoriales (como plantas aptas para gatos o texturas distintas) contribuyen a cubrir sus necesidades naturales.
Laura Trillo también enfatiza que “nos tenemos que esforzar más para que nuestro gato tenga todas sus necesidades cubiertas, y esto no sólo es comer, beber y tener su aseo, sino mucho más”. En su visión, un gato necesita tener el control sobre su ambiente, poder decidir por sí mismo cuándo y cómo actuar, jugar, esconderse, descansar o interactuar. De lo contrario, se generan frustraciones que derivan en estrés o problemas de conducta.
Uno de los errores más comunes en la convivencia con gatos es intentar imponer normas humanas sobre sus conductas instintivas. Muchas personas esperan que el gato no arañe muebles, no suba a las mesas, no maúlle por la noche, no tire cosas al suelo, sin preguntarse antes qué lo lleva a hacerlo.
“Cuando decimos que hay que dejar que el gato haga lo que le dé la gana, muchas personas se ofenden”, escribe Trillo. “Pero no se trata de jerarquías ni de permisividad, sino de igualdad y cohabitación entre especies”. En este sentido, comprender al gato como un ser sintiente, con necesidades auténticas, es el primer paso para construir una relación sana.
¿Es bueno pasear a un gato con correa?
En este tema existe un debate aun entre la comunidad de expertos en bienestar de los gatos. Lo cierto es que no todos los mininos desean salir. Muchos, especialmente aquellos que nunca lo han hecho, viven plenamente adaptados al hogar. Otros, sin embargo, muestran un claro interés por explorar el exterior.
Antes de considerar si sería bueno comprar una correa y pasear con un gato en el parque, existen opciones intermedias. Una alternativa segura es habilitar un balcón o jardín cerrado (“catio”). Esto ya se ha vuelto una escena común en muchos departamentos citadinos, donde los balcones o ventanas tienen una extensión enrrejada para que los felinos tomen el sol, se recuesten a contemplar el mundo, y reciban estimulación del exterior sin ponerlos en riesgo, ni a otras especies.
No obstante, en la cuestión de una correa o arnés Laura Trillo es tajante en este punto, pues en su opinión, los gatos que realmente disfrutan del exterior deben tener la opción de moverse con autonomía. “Rotundamente no” al paseo con correa, por considerar que restringe aún más la libertad del animal en un entorno que no puede controlar.
El entorno también influye. En zonas rurales, donde hay menos tráfico y más espacio abierto, permitir que el gato salga libremente puede ser factible, siempre que esté esterilizado y adecuadamente protegido. No obstante, subraya que esa libertad debe gestionarse con sensatez, sin proyectar miedos infundados pero tampoco ignorando los riesgos reales. La confianza, según ella, debe equilibrarse con la protección y la creación de rutinas que mantengan al gato vinculado a su hogar.