PARÍS (enviado especial).- Son las 19.14 en la ciudad de la luz, pero la oscuridad cubre a Carlos Alcaraz. No parece haber futuro para el tenista español en la final de Roland Garros, donde defiende el trofeo y ya van tres horas y 46 minutos de puñetazos. Se vibra con el cuarto set y Jannik Sinner, el robótico número 1 del ranking que no muestra sentimientos y llegó al último día apabullando a sus contrincantes, ostenta triple match point. El score refleja un 6-4, 7-6 (7-4), 4-6, 5-3 y 0-40, con el murciano, al borde del KO, al servicio. Un punto más y Sinner será el tercer jugador italiano de la historia en conquistar el Bois de Boulogne. En las oficinas del club preparan el instrumento para grabar su nombre en la Copa de los Mosqueteros… Pero el deporte puede ser tan apasionante y conmovedor, precisamente, por ser impredecible (hasta el final).
Alcaraz, el prodigio del tenis que se divierte fusionando creatividad-velocidad-perspicacia, ¡se coloca el disfraz de Rafael Nadal y se escapa de los tres puntos de campeonato! Ni al mejor guionista francés se le hubiera ocurrido semejante drama. Alcaraz, que hace apenas uno segundos estuvo mareado, defiende su saque (5-4) y, enseguida, Sinner sirve para ganar el campeonato… ¡pero Alcaraz vuelve a quebrar! ¡Cinco iguales! Carlitos mantiene el saque (6-5). De inmediato, Sinner, ya sin margen en el set, aguanta la presión, gana su saque, crispa el puño hacia su equipo y llegan al tie-break. El Philippe-Chatrier, el emblemático court central del Abierto francés, entra en ebullición. No hay diferencias: todos los espectadores enloquecen. Alcaraz, que estaba a un suspiro de la derrota, empieza a construir una de las páginas más milagrosas del arte de las raquetas, ganando el desempate por 7-3 y estirando la definición al quinto parcial. Demencial. No hay forma de no agitarse, de no tener palpitaciones.
Son las 20.29. Hay menos luz natural en el ambiente, pero Alcaraz está iluminado. Van cinco horas de partido y ya se registra la final de singles masculino más extensa de la historia del certamen, superando las 4h42m de 1982, cuando el sueco Mats Wilander le ganó a Guillermo Vilas en cuatro sets. El osado muchacho de 22 años nacido en El Palmar saca 5-4 en el último parcial, para ganar el título. Pero… queda 0-30, después 15-40, y Sinner, que parecía perdido, ¡le quiebra el saque, para llegar al 5-5! Envalentonado, el nacido en San Candido defiende su saque tras intercambios cinematográficos (6-5). Le toca sacar a Alcaraz, las estadísticas revelan que ya se jugaron ¡369 puntos! Hay muchas personas al borde del colapso emocional; hasta a Dustin Hoffman, en la primera fila, no le quedan recursos actorales para disimular los nervios. Sinner aprieta las clavijas y asfixia, pero el español se blinda en la adversidad y sostiene el servicio, cerrándolo con un revés cruzado poético. Se coloca el índice derecho en el oído; quiere escuchar el rugido de sus fieles.
El título de Grand Slam más fenomenal de los últimos tiempos se define en el súper tie-break, a diez puntos. “¡Caaarlos! ¡Caaarlos! ¡Caaarlos!”, se derrama sobre la terre battue cuando el español se adelanta 3-0. El drop-shot, uno de los mejores trucos de la galera de Alcaraz que durante las primeras dos horas del partido no funcionaron, ahora sí surten efecto y da otro pequeño gran paso (4-0). Llega uno más: 5-0. Ahora es Alcaraz el que retoma el servicio. Sinner, aturdido, deja un tiro en la red: 6-0. Un revés paralelo de autor amplía la distancia: 7-0. Sinner logra el primer punto del tie-break largo (7-1) con un servicio a la T y, uno más, con un impacto del español que se pierde largo (7-2). Otra vez se escucha: “¡Caaarlos! ¡Caaarlos! ¡Caaarlos!”. El público, a esta altura de la noche, tiene un favorito bien marcado. El español vuelve a sumar (8-2) y repite, colocándose muy lejos de su rival, 9-2, con siete match points en el bolsillo. Pero sólo le hace falta uno, el primero. El reloj marca las 20.57 en la capital francesa cuando Carlitos vuela hacia su derecha y define el espectáculo con un drive a la carrera que lo eleva hacia la eternidad, que lo catapulta y lo lleva a conquistar su quinto título de Grand Slam, al imponerse por 4-6, 6-7 (4-7), 6-4, 7-6 (7-3) y 7-6 (10-2), en cinco horas y 29 minutos que el día de mañana serán parte de un documental verídico, aunque podría parecer de ciencia ficción. Gastón Gaudio ante Guillermo Coria en Roland Garros 2004 y Novak Djokovic frente a Roger Federer en Wimbledon 2019 habían sido los únicos hombres en la Era Abierta en ganar finales de Grand Slam levantando match points (dos, en ambos casos). Pero Carlitos firmó uno más: tres.
Como si faltaran condimentos, Andre Agassi, que en 1999 cerró su círculo de títulos majors en París remontando una final en la que estuvo dos sets a cero abajo (frente a Andrei Medvédev, de Ucrania) entró en el Philippe-Chatrier para entregarle la Copa de los Mosqueteros a Alcaraz, que había llegado a la final después de completar dos semanas con advertencias, entregando sets en cuatro de sus seis partidos. Sinner, en cambio, voló hacia la última estación con veinte victorias consecutivas en Grand Slams, buscando su cuarto título grande y aspirando a ser el primer jugador desde Nadal en Roland Garros 2020 en ganar un Grand Slam sin perder sets. Y durante una muy buena porción del partido pareció que lo lograría. En los primeros dos sets, Alcaraz entró en la vorágine y la confusión por no hallar soluciones, no bajó la velocidad de sus tiros y aceptó el golpe por golpe, un terreno que -claramente- benefició a Sinner.
Después de tiempos tormentosos, tras el doble positivo de clostebol, las polémicas por un -supuesto- trato desigual en los escritorios y los tres meses de castigo pactados con el Tribunal de Arbitraje Deportivo que no le hicieron perderse Grand Slams del calendario, a Sinner no pareció afectarlo nada. Lució frío como un bloque de hielo. No es un italiano “clásico”; pertenece a Trentino-Alto Adigio, la zona alpina trilingüe del norte, en la frontera austriaca, donde se habla más alemán que italiano. En su origen, probablemente, esté la respuesta a su personalidad. Pero ese mismo semblante gélido no lo ayudó para salir del enredo emocional al que lo llevó Alcaraz, como marca la tradición, además. Los españoles dominan la superficie de polvo de ladrillo con maestría, como nadie; nunca se dan por derrotados. Y con la victoria de Alcaraz se cumplen más de dos décadas de potestad en el palmarés francés: desde 1993 hasta la actualidad, los jugadores de España ganaron 21 de 33 torneos, con los catorce de Nadal los dos de Sergi Bruguera, uno de Carlos Moya, uno de Albert Costa, uno de Juan Carlos Ferrero (el coach de Carlitos) y dos de Alcaraz. Nada es por casualidad.
Sinner, el número 1, y Alcaraz, el 2 (sólo por ahora, porque recortó la distancia con la cima), protagonizaron la primera final de singles masculino en Grand Slam entre jugadores nacidos en la década del 2000. Y no defraudan. Ambos ganaron siete de los últimos ocho torneos grandes, siendo Djokovic, en el US Open 2023, el único en romper esa racha. Del inigualable Big 3 únicamente queda Nole, aunque con menos energía: aquí, en París, se despidió en las semifinales frente a Sinner. Muchos fantaseaban con una suerte de traspaso de guardia española en el primer Abierto de Francia con Nadal retirado. Sinner tuvo otros planes durante gran parte de la final, basándose en la capacidad que tiene para empequeñecer a los más notables. Sin embargo, Alcaraz mostró poderes sobrehumanos y contentó a aquellos que se ilusionaron con el cambio de era. Lo hizo en un partido lleno de épica que nunca nadie podrá olvidar.