Esa noche, Camila se sentía sola. Su novio se había ido el fin de semana al campo con los amigos y ella comprendió que no lo extrañaba. En el espejo del baño observó su mirada triste y se preguntó en voz alta “a dónde va mi vida”. Su realidad laboral la aplastaba, sus amigas estaban en otra historia, y ella… ella no sabía ni siquiera si estaba enamorada.
Camila no se sentía sola a causa de la ausencia de su novio, se sentía sola hacía varias semanas, meses en realidad, ese tipo de soledad que se acentúa cuando uno está mal acompañado. ¿Estaba mal acompañada? Podría decirse que no, él no era mala persona ni mucho menos, pero con los años, sus intereses dispares y sus silencios se acentuaron.
Fue esa misma noche, la noche en que Andrea -una de esas amigas de fierro de la vida- la llamó por teléfono para contarle que había llegado a Buenos Aires hacía unas horas y que tenía un evento ¡ya mismo! al que la quería invitar: “Ella vivía en Uruguay y a veces me sorprendía con su llegada y con salidas que sacaba de la galera. Esa noche me salvó de una angustia que no hacía más que crecer”, cuenta Camila.
“Estoy buscando una chica como vos”
El evento era en Puerto Madero, bastante lejos de su casa. Fiel al ambiente de la publicidad que frecuentaba Andrea, todo se veía muy original, al menos a los ojos de Camila. Champagne por doquier, picada servida en cucharita y música electrónica chill house. Pasearon un rato por el salón, tomaron una copa y charlaron entre ellas, felices de verse y ponerse al día.
Media hora había pasado, cuando Andrea lo vio a él, Martín, un viejo amigo de su ex, que había sido contratado para encargarse del catering del evento. De inmediato, hizo las presentaciones con Camila y, de pronto, sintió que el suelo en sus pies había dejado de ser firme: “Cómo explicar lo que sentí… “, rememora pensativa. “Ante mí, un hombre de unos 35 años, que me miró intensamente, con ojos donde pude adivinar su forma apasionada de vivir la vida”.
Tras dos minutos de charla él se disculpó y dijo que enseguida estaría de regreso, debía atender un asunto. Andrea, de inmediato, le contó todo sobre él a su amiga: que está bárbaro, que es muy emprendedor y deportista, y por demás mujeriego. A la par de su última sentencia, Martín reapareció en escena.
A Camila, su presencia y su sentir hacia él, la puso en extremo nerviosa. Quería mirarlo a los ojos, pero temía ser demasiado transparente, entonces apenas sí atinó a acomodarse el pelo una y otra vez, levantar la mirada de vez en cuando y sonreír cuando Andrea o él le dirigían la palabra. Todo su control se desvaneció cuando él declaró: “Hace tiempo que estoy muy tranquilo, mis días de fiesta terminaron, ahora estoy buscando una novia en serio”, acto seguido, Martín giró su cabeza hacia Camila y lanzó: “Estoy buscando una chica como vos”.
Una sentencia para arrepentirse
Camila sintió que la sangre le subía a la cara, aunque Andrea le jura que no se puso colorada. Pero en aquel momento, ella creyó que, aparte, se había paralizado de la vergüenza. En realidad, con una vehemencia un poco exagerada, apenas tardó dos segundos en contestarle: `Bueno, yo imposible, yo hace años que estoy de novia´.
Martín la miró con esa intensidad que ella ya había descubierto, parecía sinceramente afligido, se acercó a ella, inclinó su cabeza hacía su oído como para que nadie más escuche y le contestó: “Bueno, entonces él es muy afortunado”.
Durante las siguientes dos horas, Andrea se perdió entre la gente, y Camila y Martín se quedaron en un sillón ubicado en una esquina alejada. Ella le contó acerca de su infancia en Don Torcuato, él sobre sus travesuras con amigos por las calles de Boulogne. Después hablaron de lo que habían odiado y disfrutado del colegio, los viajes que pudieron hacer de más grandes, sus lugares favoritos en el mundo y sobre cuáles eran sus verdaderos sueños, algunos factibles, otros que sonaban más bien descabellados. Y entonces, en algún momento, él posó su mano sobre la de ella y le dijo: “Realmente me gustás mucho. ¿Seguro no aceptás un día salir conmigo?“, después acercó su boca a la de ella, pero Camila le corrió suavemente la cara.
“Y hasta el día de hoy me pregunto por qué, si sabía que no estaba enamorada de mi novio y que seguro pronto todo iba a terminar. En vez de besarlo le dije que yo nunca había sido infiel en mi vida -cosa que es verdad- y que no lo sería tampoco ahora, pero que conocía a una chica maravillosa para presentarle, que seguro le iba a encantar”.
Una vez en la vida…
Al día siguiente, Camila le contó a Sofía -esa chica maravillosa- que tenía a un hombre para presentarle y ella accedió. “¿En serio querés presentarme a tu amiga? Tal vez sos vos la mujer de mi vida», le dijo Martín. Pero ella, fiel a sus principios y por miedo a quebrarlos, le dijo que no se iba a arrepentir y que la llame.
Sofía y Martín se casaron a los dos años de conocerse y tienen tres hijos. A Camila la dejaron de ver a las pocas semanas de estar juntos: a la protagonista de la historia la incomodaba verlos y a Andrea alguna vez se le deslizó delante de Sofía el hecho de que Martín primero se había interesado por Camila.
Camila terminó su relación de seis años a los tres meses de conocer a Martín. Hoy está sola y se pregunta qué hubiera pasado si por una vez en la vida quebraba sus principios.