El matemático que alucinaba con extraterrestres, aprendió a convivir con sus delirios y fue considerado “el último de los genios”

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John Forbes Nash nació el 13 de junio de 1928 en Virginia, Estados Unidos. Fue un matemático especialista en teoría de juegos

La carta de recomendación que el profesor John Synge le escribió a la Universidad de Princeton para que aceptara la inscripción de John Forbes Nash en el doctorado de Matemáticas tenía solo cinco palabras y no le hacían falta más: “Este hombre es un genio”, decía. Corría 1949 y Nash no había cumplido 21 años pero ya había escrito el trabajo que le valdría el premio Nobel un cuarto de siglo más tarde, “Juegos no cooperativos”, con el que doctoró un año después. El profesor Synge no se equivocó al calificarlo así, porque la palabra con la que lo definió acompañó a Nash el resto de su atribulada vida, tanto que sus colegas lo llamaban “el último de los genios”.

Sin embargo, Nash no debe su fama mundial a sus aportes a las Matemáticas o a la Economía ni a los premios con que fue galardonado sino a su lucha incansable contra la esquizofrenia, una enfermedad mental que le provocaba alucinaciones y delirios persecutorios y le hacía “encontrar” conspiraciones –casi siempre de comunistas o de extraterrestres- en todas partes. Esa historia está contada en la película de 2001 Una mente brillante, ganadora de cuatro premios Oscar, donde lo encarna el actor neozelandés Russell Crowe.

Fue una lucha en la que se negó a tomar medicamentos –o solo los tomó obligado– y que llevó adelante utilizando su inteligencia para distinguir qué era real y qué no en lo que veía. “Gradualmente empecé a rechazar inteligentemente algunas líneas de pensamiento que estaban influenciadas de manera delirante y que habían sido características de mi orientación. Esto comenzó a notarse más claramente con el rechazo del pensamiento orientado políticamente como algo que es esencialmente un desperdicio inútil de esfuerzo intelectual. Así que, actualmente, he vuelto a pensar de manera racional, en el estilo que es característico de los científicos”, contó en una entrevista de 2002, poco después del estreno de la película.

Un genio precoz

John Forbes Nash Jr. nació en Bluefield, Virginia Occidental, el 13 de junio de 1928. Su padre, John, era ingeniero eléctrico, y su madre, Margaret, profesora de idiomas. Según su biógrafa Sylvia Nasar Nash era un chico solitario e introvertido, que prefería leer a jugar con sus amigos. Hizo la secundaria en el Colegio Bluefield, donde empezó a interesarse por la química y las matemáticas. En su último año ganó una beca en el concurso George Westinghouse y en junio de 1945 se matriculó en la Universidad Carnegie Mellon para estudiar Ingeniería Química. Sin embargo, su enorme facilidad para las Matemáticas llamó la atención del jefe de ese departamento, John Synge, que lo convenció para que se especializara e hiciera un doctorado. Él mismo se ocupó de recomendarlo a Princeton con la carta donde por primera vez alguien lo calificó de “genio”.

En Princeton terminó de elaborar su tesis sobre juegos no cooperativos, con la que asombró a los docentes más prestigiosos de la universidad, entre los que se contaban Albert Einstein y el matemático John Von Neuman. El trabajo de Nash estaba inspirado en la Teoría de los juegos elaborada apenas cinco años antes por el propio von Neumann y el economista Oskar Morgenstern. También inventó un juego “matemáticamente perfecto” y escribió un artículo que haría historia: “puntos de equilibrio en juegos de n-personas”, donde definió el “equilibrio” que lleva su nombre.

La teoría revolucionó las ciencias económicas. Según Nash no había por qué perder en una negociación. Pasó a conocerse como el “equilibrio de Nash” y buscaba la ganancia de todos los participantes, por medio de un punto de estabilidad en la que ninguna de las partes obtiene un beneficio si mueve sus posiciones. De mantenerse en la misma situación, todos obtienen alguna ganancia. Según la teoría, la competencia entre dos oponentes no necesariamente se rige por la lógica de suma cero. Los oponentes pueden, por ejemplo, cada uno lograr sus objetivos máximos a través de la cooperación con el otro, o no ganar nada en absoluto, al negarse a cooperar. La ganancia o pérdida de un participante se equilibra con exactitud con las pérdidas o ganancias de los otros participantes.

La teoría fue calificada como perfecta y fue aplicada a la ciencia, la economía y la política. En Una mente brillante, la película protagonizada por Crowe, la teoría es aplicada en una escena práctica para que el público la entienda a la perfección. Nash y sus amigos están en un bar y ven un grupo de chicas entre las que se destaca una rubia muy linda. Todos quieren abordarla, pero Nash los detiene y les dice que, si todos se disputan a la misma mujer, probablemente ninguno lograría conquistarla porque se estarían bloqueando entre sí. En cambio, les propone abordar a los demás. “Si todos vamos por la rubia, nos obstaculizamos y ninguno de nosotros se la lleva, después vamos por las amigas y nos ignoran porque no querrían ser el segundo plato. ¿Y si nadie va por la rubia? De esta manera no nos obstaculizaremos y no ofendemos a las otras chicas… ¡victoria asegurada!”. Esa fue la forma que el director Ron Howard encontró para explicar el “equilibrio de Nash”.

Nahs llegó a decir que The New York Times publicaba mensajes de extraterrestres codificados que solamente él podía descifrar

El amor y los delirios

Poco después comenzó a trabajar en la RAND, una institución de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos dedicada a la investigación estratégica, donde buscó aplicaciones para su teoría en la política y la diplomacia en plena Guerra Fría. También trabajo en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, donde conoció a la salvadoreña Alicia Lardé López-Harrison, con quien se casó y tuvo a su segundo hijo, John Charles Martin Nash.

Llevaban un año de casados cuando comenzó a sufrir delirios persecutorios y su vida cambió para siempre. Estuvo internado casi dos meses en el Hospital McLean, donde lo obligaron a medicarse pese a sus resistencias. Cuando le dieron el alta viajó a Europa y una vez allá intentó conseguir el estatus de refugiado político. Creía que lo perseguían agentes comunistas infiltrados en los Estados Unidos, a los que llamaba “criptocomunistas”.

Para fines de 1950, la enfermedad mental se agravó aún más, sobre todo por su negativa a ser medicado. Le diagnosticaron esquizofrenia y todo se vino abajo: se separó de Alicia, se descarriló su carrera científica y los delirios se multiplicaron. Decía por entonces que The New York Times publicaba mensajes de extraterrestres codificados que solamente él podía descifrar. En 1961 lo internaron en Hospital Psiquiátrico de Trenton, en Nueva Jersey, y durante los nueve meses siguientes pasó periodos en hospitales psiquiátricos, en los cuales recibió tratamientos con fármacos antipsicóticos y terapias de shock con insulina. Pasó la siguiente década entrando y saliendo de diferentes hospitales. Ningún tratamiento pareció dar resultado.

Fueron dos largas décadas en las que Nash se “prendía” momentáneamente a la realidad y se apagaba de forma más prolongada. Algunos pocos amigos consiguieron que Princeton mantuviera un precario contrato para que pudiera sobrevivir. Tomo entonces una determinación que parecía insólita. En sus propias palabras: decidió no estar más enfermo. Su genialidad le permitió en parte dejar la enfermedad de lado y reconocer que las teorías disparatadas que le pasaban por su cabeza estaban reñidas con el sentido común. Una de ellas tuvo que ver con los personajes imaginarios que veía por todos lados. Uno de ellos era una niña que lo acompañó durante años hasta que, en un momento de lucidez, se preguntó: “¿Cómo puede ser que pasen los años y esta pequeña no crezca?“. A partir de ese momento, la niña siguió apareciendo, pero Nash la ignoró. Aprendió a convivir con sus alucinaciones. “Salí de mi pensamiento irracional sin ningún otro medicamento que los cambios hormonales naturales del envejecimiento”, escribió más tarde.

El actor Russell Crowe interpretó a John Nash en el film

La recuperación

Así pudo volver a trabajar. “En mi caso, ciertamente hubo una recuperación de la cordura y una mayor posibilidad de realizar actividades normales, por lo que fue un caso interesante. Y ya no soy un paciente psiquiátrico, no tomo ningún medicamento, pero estuve perturbado de esa manera por un período muy largo de tiempo, como 25 años, y más o menos comenzando alrededor de los 30, así que fue una parte bastante importante de la historia de mi vida”, contó también en una entrevista de 2012.

En 1994 Nash recibió el Premio Nobel de Economía por su teoría de juegos no cooperativos. No fue el único galardón que obtuvo en su carrera, ya había recibido el Premio a la Teoría John von Neumann y más tarde fue premiado por la Sociedad Americana de Matemáticas por su contribución la investigación y en 2015, poco antes de morir, le otorgaron el Premio Abel en Noruega por su aporte a las Matemáticas.

En su recuperación fue fundamental el papel de Alicia que, a pesar de haberse separado, lo siguió cuidando. Volvieron a casarse en 2001 para estar juntos hasta la muerte, que les llegó a los dos el mismo día. “El genio de Nash era tal… que le permitió elegir una mujer tan esencial para su supervivencia”, escribió su biógrafa Sylvia Nasar.

John Forbes Nash y Alice murieron el 23 de mayo de 2015 en Nueva Jersey cuando el taxi en que viajaban chocó al tratar de adelantar a otro auto y ellos salieron despedidos y cayeron sobre el asfalto. No llevaban puestos los cinturones de seguridad. Al enterarse de sus muertes, el actor Russell Crowe, que los había conocido durante la filmación de Una mente brillante los despidió con un mensaje en las redes sociales: “Aturdido… mi corazón está con John y Alicia y la familia. Un matrimonio asombroso. Mentes maravillosas, corazones maravillosos”, escribió.

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