El multitudinario banderazo de los hinchas de Boca en la previa del debut ante Benfica

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MIAMI.- (Enviado especial). Desde la arena blanca de South Beach hasta la entrada del hotel donde se concentra el plantel, todo tiene un tinte azul y oro. En Miami no hay clima de Mundial, pero Boca lo impuso a su manera. Hinchas que llegaron en vuelos repletos desde Buenos Aires, familias que cruzaron en auto desde Orlando, banderas clavadas en la playa, camisetas transpiradas bajo el sol de la Florida, bombos que suenan en North Beach y selfies con mate frente al Atlántico, como si fuese Mar del Plata: la ciudad se fue cubriendo de esa mística boquense que transforma cualquier rincón en territorio propio. Y todo por un debut que no admite tropiezos.

Porque el cruce ante Benfica no es apenas el primer partido: es el más determinante. Con un Bayern Munich que probablemente se corte solo en la cima, y un Auckland City que aparece como el rival más débil, este duelo puede definir quién acompaña a los alemanes en la siguiente fase. Boca lo sabe. Miguel Russo lo dijo sin vueltas. Los jugadores también lo entienden. Y los hinchas lo viven como lo que es: una final anticipada, el partido que puede marcar el rumbo de todo lo que viene.

Miami: Masivo apoyo xeneixe2

En Miami no hay escudos de equipos locales pegados en los autos ni banderas colgadas en los balcones. Desde la autopista se ven centros comerciales, palmeras y canchas de béisbol, pero nada que remita al fútbol. Porque aquí el soccer pasan inadvertido entre los otros deportes. Sin embargo, Boca lo cambia todo. Lo cambió en Tokio, en Yokohama, en Río, y ahora también en esta ciudad del sur de Estados Unidos, donde desembarcó con su propio sello. Copó las playas, los bares, los aeropuertos. Y copará el estadio: junto al Real Madrid, fue el único de los 32 participantes que agotó las entradas que le asignó la FIFA. El sábado, en el debut de Inter Miami, ya sonaban canciones de Boca en las tribunas del Hard Rock. Como si el equipo ya jugara, incluso sin salir a la cancha.

En un año sin Copa Libertadores ni Sudamericana, este Mundial de Clubes aparece en el horizonte de Boca como la gran oportunidad para despegar. Un escenario internacional y, a la vez, la posibilidad concreta para competir al máximo nivel. Aunque el fixture no ayuda. Porque Bayern Munich, el gigante del grupo, ya mostró todo su poderío en el debut: 10 a 0 a Auckland City, con seis goles en los primeros 45 minutos. Desde la lógica -que tantas veces no aplica en el fútbol- el panorama parece claro: los alemanes se cortarán solos, Auckland no sumará, y Boca y Benfica jugarán entre sí por el segundo boleto a octavos. Por eso el duelo de este lunes tiene una carga especial.

Banderazo de hinchas de Boca en Miami.

El Benfica, con Nicolás Otamendi y Ángel Di María como figuras, no atraviesa su mejor momento, pero sigue siendo un equipo europeo con roce y jerarquía. Será el sexto enfrentamiento entre ambos clubes (uno ganado por Boca, cuatro empatados) y el cuarto en territorio estadounidense, tras los cruces previos en San Francisco, Los Ángeles y New Jersey.

“Benfica y Bayern (Munich) son de primer nivel. La idea nuestra es estar a la altura, competir, hacer las cosas bien y tratar de llevarnos un triunfo. Estamos bien, con la forma, con la idea, y con cómo se juegan este tipo de partidos. Sabemos que vamos a competir. Estamos preparados para lo que significa este torneo y para todo lo que el rival representa”, apuntó Russo en conferencia de prensa, palpitando lo que será su regreso a un Mundial de Clubes tras aquella final perdida ante Milan en 2007.

Mientras el plantel completaba su último entrenamiento en eln campus de la Barry University, en Miami Shores, miles de hinchas se juntaban en la esquina de Collins Avenue y 73, frente al clásico local argentino de churros y pizzas marplatense que tiene sucursal a pasos de la playa. Llegaron desde distintas partes, cantando por Boca, por la Copa, por el Mundial. Se metieron al mar, y se sumergieron en un clima de alegría y entusiasmo.

Miami: Masivo apoyo xeneixe

“Todo puede pasar cuando Boca está en cancha. Nunca se puede dar por muerto a este club. Hay solo cuatro o cinco equipos en el mundo que tienen esa mística. Enfrentaremos a un rival que es Top 1o o Top 15 de Europa, pero debemos valorar lo que somos y jugar como nosotros sabemos”, dijo Ander Herrera, el español que disputó más de 30 partidos en la Champions League y que, a los 35 años, eligió llegar a Boca no por nostalgia ni comodidad, sino por el deseo de ponerse la camiseta de Boca y sumar su propia historia a una pasión que se siente en todo el mundo.

Lo que Ander Herrera siente en el corazón no es distinto a lo que viven los hinchas que se juntaron a orillas del océano. Allí, entre el murmullo de las olas y el sol del domingo, se vieron banderas de Maradona, Messi y Riquelme flameando al viento, camisetas último modelo -azul oscuro, similar al diseño que usó el Xeneize en 2007, cuando disputó por última vez el Mundial de Clubes- y aquella icónica del Metropolitano 81.

Durante varias horas tres generaciones de hinchas de Boca se congregaron para alentar al equipo en Miami

Grandes y chicos convivieron en esa multitud: desde quienes vieron al primer Boca campeón del mundo en 1978, los que guardaron en la memoria la gesta ante Real Madrid y los penales frente al Milan, hasta aquellos que viven la experiencia por primera vez, con la ilusión intacta de ser testigos de una nueva página dorada. Como los Márquez, que llegaron este sábado desde Bernal con la esperanza de volver a ver a Boca pelear por la gloria. Son Jorge, Juan Manuel y Francisco: abuelo, padre e hijo. Tres generaciones unidas por la misma pasión, que este lunes estarán en el Hard Rock Stadium con la ilusión de ver otra vez a Boca en lo más alto. O los Rodríguez, socios adherentes de Pacheco, que alquilaron una furgoneta y salieron a la ruta para seguir al equipo por Estados Unidos: en Miami, en Nashville, y adonde el fixture los lleve.

En el banderazo, todo transcurrió en paz. Hubo aliento, dedicatorias al rival de siempre y alguna cerveza fría compartida entre amigos, pero ningún desmán. La fiesta fue completa y promete seguir este lunes en las tribunas. Será un partido clave para el futuro del equipo y para que el fervor siga creciendo, con Boca movilizando multitudes más allá de la fase de grupos.

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